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Cartas EL BOOM Gabriel Garcia Marquez Juan Camilo Parra LITERATURA

Los secretos del Boom Latinoamericano

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Pedro Lastra es un poeta chileno que nadie asociaría con el Boom latinoamericano, pues su reconocimiento no es tan amplio como el de Cortázar, Borges, Márquez o Llosa, de hecho él no hizo parte de este selecto grupo, él tenía algo más importante que este momento literario, él tenía en sus manos los secretos de los autores del Boom.

El poeta chileno guardó celosamente una correspondencia que data desde 1954 al 2002. Es un archivo de unas 900 cartas que conservaba con mucho cuidado pues en ellas, hay historias diversas sobre los autores del boom, que en aquel entonces, ya estaban en Francia, Londres, París y España. Pedro Lastra mientras estaba en Chile mantuvo correspondencia con los autores latinoamericanos y en aquellas hojas ya un poco amarillentas y agotadas por el tiempo, cuentan por ejemplo, el afán de Márquez porque aún no se publicaba Cien años de soledad. "Cien años de Soledad sale a la calle el 6 de junio. La inminente aparición de la novela me está perforando la úlcera", le contó el escritor colombiano a Pedro Lastra en 1967, días después de haber salido de su “guarida” al encerrase por varios meses para escribir la gran obra. Pedro Lastra que aparte de ser amigo de Márquez también era un colaborador en Chile al publicar algunos textos del escritor de Aracataca.

Las cartas también provienen del escritor peruano Mario Vargas Llosa quien en aquel entonces, estaba conmocionado y sorprendido por la forma en que Arguedas se suicidó. Carlos Fuentes le escribe a Pedro que por favor le envié un cheque por lo publicado en Chile, la situación no es nada favorable. Lastra que parece ser fue muy amigable y justo con estos asuntos económicos, trataba de solucionar a la mayor brevedad los inconvenientes de esta índole a sus amigos. Con los días, Fuentes escribió: “Querido Pedro, gracias por el cheque que acabo de recibir. No ha llegado aún el giro del Banco Central de Chile”.  Y así, muchos escritores confiaban en el chileno como amigo y como una salida para publicar y ajustarse económicamente.


Las cartas de Pedro Lastra fueron donadas a la Universidad de Iowa, la cual está trabajando en la reconstrucción y mantenimiento de este archivo que ya cumplió más de medio siglo y que por el paso del tiempo, se han ido deteriorando. Este es uno de los mejores archivos que se ha podido revelar sobre el Boom latinoamericano, sobre la vida de los grandes novelistas, sobre el cariño y la amistad que a pesar de los reconocimientos y el rodar constante de la rueda mágica de la vida, jamás se perdió el aprecio por Pedro y el cariño de contarle en sus cartas todo lo que les sucedía a nivel literario y a nivel personal. Esposas, hijos, proyectos y esperanzas eran cuestiones descritas con la mayor sinceridad posible y es a la vez, el lado humano demasiado humano de los grandes escritores que ha tenido el siglo XX.  La información de estas cartas fue publicada por el diario El País en su sección cultural.  
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Andres Espinosa

ILUSTRADOR DE LA SEMANA: GLENDA SBURELIN

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GLENDA SBURELIN en la web.











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Juan Parra LIBROS LITERATURA COLOMBIANA CONTEMPORANEA SANTIAGO GAMBOA

Sobre Santiago Gamboa

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Tomado de la revista SOHO

Siempre es para mí un placer y un gusto hablar de Santiago Gamboa. Y lo es por dos razones de peso. La primera porque Santiago fue todo lo que alguna vez soñé de joven, hizo todo lo que desee haber hecho con mi vida y no lo logré por razones y circunstancias que no vienen al caso. Santiago Gamboa se fue de casa a los 18 años a Madrid a estudiar filología clásica, luego pasó a Francia y allí estudio el doctorado. Es en Europa donde escribe su primera novela: páginas de vuelta, una novela que le genera reconocimientos y un cierto status de escritor que era lo que realmente quería tener desde que dejó la casa. Esa fue una de las cosas que yo desee hacer, poder irme de casa y conocer el mundo aunque fuera tan difícil la estadía en cualquier lugar, pero dedicarme a lo que me gusta hacer que es escribir. No lo pude hacer y a la final ya no importa, salir de tu país no es un requerimiento para escribir.

La segunda razón de peso viene de la mano de su tercera novela: Vida feliz de un joven llamado Esteban, es para mí, la mejor novela del escritor bogotano. Y es la mejor porque busca y encuentra un objetivo, es la vida de Santiago en Madrid y en Francia, es la vida de un joven que quiere ser escritor y para ello, debe sacrificar cosas: un noviazgo estable, la vida que le ha dado sus padres y una juventud llena de felicidad y alegría. Todo esto lo cambió por una vida en Europa llena de necesidades y deseos, llena de soledad y frustración, lleno de todo eso que mata a un hombre: los recuerdos. Estas son para mí las dos razones por las cuales admiro a Santiago y claro, su poder en la escritura, su trabajo que ha sido reconocido en todo el mundo es lo que ha hecho de Gamboa uno de los escritores más importantes de Colombia y con una gran carrera dentro de las letras. Tal vez sea él uno de los precursores de la nueva novela colombiana, una novela que no está influenciada ni mucho menos “plagiada” del realismo mágico de García Márquez, Gamboa ha sido de esos pocos autores que admiran a Gabo sin necesidad de hacer novelas pensado en el nobel ni haciendo lo mismo que él hacía, como todo ese grupo de autores que se catapultaron por intentar ser un Gabo sin éxito.

Gamboa ha sido mi escritor de cabecera, junto a Gabo, Andrés Caicedo, Juan Gabriel Vásquez, Truman Capote entre otros. Pues he encontrado en sus textos la diversidad de una escritura de viajes, de historias que pueden pasar en cualquier momento y en cualquier lugar el mundo, son historias conmovedoras, cómicas y dolorosas, algunos párrafos te dejan frío y otros, te dan la sensación de querer vivir el mundo y ver en el, la grandeza de un gran libro para leer y leer, luego reflexionar sobre ello y después, sentarse y escribir todo lo vivido.

Otra de las características de Santiago Gamboa está en su afán de narrar historias de periodistas, de incluir en sus relatos al periodismo como un eje fundamental de los personajes, algo tan vital como lo ha sido para él esta profesión. En el libro de relatos: El cerco de Bogotá, Gamboa narra y relata diferentes hechos de ficción que le ocurren a varios periodistas en la ciudad del Sagrado Corazón. Entre esas líneas y párrafos, Santiago cuenta y describe la vida y la tarea de un periodista, su diario vivir, sus anhelos y esperanzas, al igual como lo hizo con Los impostores, otra de sus grandes novelas.

Santiago Gamboa no es un escritor que te empalaga ni te enreda con el lenguaje, él solamente lanza una melodía, un camino para ir trazando a lo largo del libro, a lo largo de la vida de los personajes. Para adquirir esta sensación es fácil acercarse y leer el síndrome de Ulises una novela que habla de los exiliados, para mí es la segunda parte de vida feliz, es una historia de un joven que ha tenido que vivir el vacío de estar fuera de su patria, de aprender a convivir con personas que resultaron siendo su familia y de experimentar cosas que sólo él podrá llevar hasta la tumba porque nunca hay una palabra plena para narrar lo vivido.


A un autor como Santiago hay que disfrutarlo y deleitarlo, entenderlo en la medida que se lee y comprender que la vida es un viaje en el cual nos dejamos caer y vamos afrontando las circunstancias que se van apareciendo, que perecen que detienen el viaje pero a la final, es un pequeño stop que se debe hacer para respirar, alzar la cabeza, ver que es lo que se viene y seguir afrontando con serenidad y madurez. Creo que eso es las novelas de Santiago un ir y venir constante que envuelve al lector y lo hace partícipe y no lo suelta hasta que la historia esté terminada.        
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Angel Castaño Felonías. Jáiber Ladino Guapacha Poesía colombiana poesía joven

“Él es fugitivo del día”

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(Nota de presentación: Jáiber Ladino Guapacha es un joven escritor risaraldense que en su trabajo académico y literario se ha ocupado de las manifestaciones del homoerotismo. Su tesis de pregrado y su primera novela -Ándago, la línea K- versan sobre el encuentro de dos seres que se aman y que el azar, solo el azar, hizo que tuvieran el mismo sexo. Acá una nota suya del primer libro de versos de un emergente poeta antioqueño).   

Jáiber Ladino Guapacha

(A propósito de Felonías de Camilo Restrepo Monsalve)



(Camilo Restrepo M)





Camilo Restrepo Monsalve es un nombre joven para la poesía colombiana. Recién ha presentado su primer poemario, Felonías, sobre el que quiero detenerme un poco, mientras nos vamos habituando a encontrarlo con mayor frecuencia, pues su respeto por el arte de la palabra, evidente en las pesquisas que comparte a través de sus redes sociales, también nos habla de su búsqueda constante de hacer del verso una prolongación de su propia piel.
De hecho, durante la lectura del poemario, me pregunté varias ocasiones hasta dónde Camilo se expuso en su texto. Me es difícil hacer una lectura sin el prejuicio de estar ante una serie de confesiones, donde el yo poético es el mismo yo del autor. Ahora bien, de ser posible esta conjetura, vale la pena insistir en que dicha “confesión” no es el recuerdo por el que se siente arrepentimiento, sino que es lo que escuchamos del cuarto contiguo al que intentamos espiar, apretando el oído contra la pared.
Camilo es entonces generoso con su intimidad, pues lejos de esa narración que Fernando Vallejo considera un “contar monedas delante de los pobres” y que corresponde a la descripción del encuentro entre dos amantes, en el que el lector asiste ansioso pero limitado, lo que alcanzan sus poemas es la inclusión del lector como personaje incógnito que es amado y que también ama, que recorre pero que también es recorrido.
Y es que sus poemas son una invitación a los sentidos, al placer de las sensaciones. Su primer poema bien lo expresa: “Soñé / La ventana se abría / el viento / hacía mi cuerpo a su medida / Como seres de barro / nos endurecíamos / avasallados por su conjuro / Éramos estatuas que / en eternas poses nos / mirábamos / sin ojos”
Las palabras detienen la memoria sobre los cuerpos, los capturan en un instante, en la luz tenue que entra en las habitaciones. Su propósito es el de conservar algo de aquella molicie que va fusionándose en el descanso de los miembros fatigados. El aliento tibio del narrador convida al ocio en el que el lector es sorprendido con la sugerencia: “Todo cuerpo embellece / a la luz del deseo / La deformidad se torna en goce / lo imperfecto en voluptuosidad / Luminosa la piel y la mirada / no queda más que sucumbir / Basta un roce / una chispa / una palabra / y la hoguera del deseo arde / Después / ¡que venga la muerte!”
El peligro es inminente. La seducción puede hacer olvidar la regla para preservarse del naufragio: “Pues no sabe que soy marinero y que poco o nada sé del amor, porque aquello que sabía lo olvidé en los puertos”. El amor no es la eternidad compacta, ni los seres inmortales. El poeta ha nacido de esta época, en la que las esperanzas sobre “una pareja” se dispersan, no se dejan asir. Por eso el proyecto de una “nación” se aplaza, pues el territorio en el que el sujeto puede verdaderamente ser, es el del cuerpo: “Ven / amante suave y silencioso / destruye la armadura de mi espíritu / que desnudo tiemblo / en los campos de la fiebre / y del río de tu pubis / quiero beber agua / para ser de nuevo / en este tiempo irreal”.
El discurso hedonista que atraviesa el poemario y que es celebrado en Party nigth, donde el apocalipsis discotequero ofrece sucedáneos para la redención de una comunidad triste, solitaria y excluida, adquiere dimensión política en la segunda parte del poemario: El cuerpo traicionado, ya que la voz le es concedida a los travestis.
Los postulados de una teoría queer que en Occidente han permitido la inclusión de lo “raro, lo extraño” en el ámbito académico, parecen encontrar un expositor vehemente y certero en este joven autor, puesto que no es posible construir colectivo, como lo hiciesen los poetas románticos de nuestro pequeño canon, si no existe el reconocimiento de la subjetividad de esos grupos que fueron marginados, para con los cuales se tuvo conductas paternales, y que ahora nos asaltan con su propia voz: “No te pide besos ni caricias, solo quiere que la dejes asomarse por tus ojos; para ver otras mujeres interiores y rezar con ellas un rosario, para apaciguar su soledad”.
Para quienes la teoría queer es una novedad, el rechazo de eufemismos para nombrar el sexo explícito, algunos versos y poemas pueden parecerles “chocantes”, en la medida en que hemos sido acostumbrados a creer que la poesía son palabras hermosas en juegos inteligentes. No obstante, esa estrategia de nombrar los sexos es una forma reduccionista de entender al hombre, a la mujer, consiste en una desmitificación del discurso oficial que desconocía la plasticidad del erotismo como alternativa para la comprensión del ser humano en sus diferencias y en los grupos que ha creado para reunir precisamente esas diferencias.
Si hacemos del hedonismo un concepto para problematizar la obra de Restrepo Monsalve, el cuerpo se instala en el centro del discurso poético; sus transformaciones, entonces, lejos de ser extravagancia, carnaval, desfile drag, son motivo también de debate ideológico, dado que nos cuestionan que tan dispuestos estamos a contar con, construir con, disfrutar con, los otros, los prójimos, los foráneos, los refugiados.
Dicha situación necesita entonces de un “héroe poético”, un personaje que encarne el sentir expuesto en las jornadas amatorias, y lo proyecte como solución, para que el lector pueda sentirse identificado con él, desde las aspiraciones más nobles, que también hacen parte del ser humano. En el Second poem, creo hallarlo. El amado, focalizado en un más allá que lo hace incorpóreo, le profetiza al amante lo que puede encontrar en su casa si se decide a visitarla. Le da sugerencias. Y en esas sugerencias, ese marinero que decía haber olvidado del amor, quizá pueda recuperarlo: “Si vas tú a mi casa / no te olvides de besar la frente de mi madre / sé que reconocerá en tus labios / los besos que para ella / he mandado yo allí”



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Angel Castaño El faraón el subdesarrollo Héctor Sánchez narrador del Tolima Grande Premio Esso de Novela

“El problema del subdesarrollo es que se premia y estimula la mediocridad”: Héctor Sánchez

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Ángel Castaño Guzmán





(Nota introductoria: Héctor Sánchez nació en el Guamo, Tolima. Su carrera literaria, merecedora de premios y reconocimientos, se ha trazado lejos de los medios masivos de información. Muy poca gente recuerda, por ejemplo, que él fue el autor del libro que sirvió de base para la telenovela El faraón. Acá el diálogo con un novelista que no entrega las banderas, que sigue, con tesón y paciencia, enfrentándose a la página en blanco).

Las causas supremas fue escrita en México y obtuvo el premio de novela Esso de 1969. Ahora es incluida en la Colección Maestros Contemporáneos de la editorial Pijao. A la hora de releerla, ¿qué encontró en ella? ¿Qué diferencias y semejanzas hay entre el Héctor Sánchez de esas calendas y el de ahora?
Las causas supremas ha tenido tres ediciones. Ha sido corregida porque el deber de hacerlo está en la conciencia del escritor. De su primera edición a este momento mi posición crítica ante el trabajo que realizo es inflexible, pero estoy dispuesto a aceptar la crítica que esto pueda suscitar.
Uno siempre puede mejorar lo que escribe y ello explica que algunos narradores sientan menos afecto por alguno de sus libros.
Yo también padezco esas flaquezas, sobre todo, porque lo poco que he aprendido de este oficio lo he conseguido de una sola manera: escribiendo. La última edición de Pijao en su Colección Maestros Contemporáneos me sorprendió, porque no sabía que había redactado un relato surrealista. Mi visión del mundo no ha cambiado, tal vez se ha endurecido, pero de ello no tengo la culpa. 

La escritura de Entre ruinas, publicada en la España posfranquista, no recibió el respaldo de los libreros colombianos. ¿Por qué considera que es uno de sus mejores trabajos?

Entre ruinas, una novela editada por Barral en España, no salió de allá porque el catálogo de los libreros colombianos pasa por otros nombres. Pero la última palabra no la tienen ellos.
Unos años más tarde, ese libro fue finalista del premio Rómulo Gallegos, 1987. A través de comentarios orales y escritos, me atrevo a creer que es una muy aceptable novela. La verdad no me desvela el elogio ni el silencio porque pertenezco a una clase de escritores que aman su oficio por la propia grandeza de su gestación. Yo creo que, como alguna vez lo expresara Julio Cortázar, después que el escritor publica su libro, no puede correr a darle coletazos para que dé en el blanco.
La flecha ha sido disparada y si falla debe ser por algo. Los libros de buena factura padecen mucho la indiferencia pero la sobreviven. Los malos no, ellos tienen el dinero contante, pero también los días contados.
Crítica usted el ánimo publicitario de los escritores colombianos. ¿Considera que la publicidad y el mercadeo han suplantado a la calidad estética en el panorama narrativo actual?

Creo lícito que las publicaciones literarias tengan derecho a ser divulgadas y entiendo que muchos autores lo hagan con ahínco. Yo no aprendí a hacerlo y debo a mis amigos y contados comentaristas los primeros auxilios de mis libros. Desconfío mucho del alboroto reservado a la subcultura folclórica que pasa por los medios con rango de gran revelación.
El problema del subdesarrollo es que se premia y estimula la mediocridad, en todos los órdenes. Yo llegué a la literatura para ser mejor, para hacer de mi trabajo la diferencia y con no poco esfuerzo trato de ser coherente. Es extraño que habiendo publicado mis libros en las mejores editoriales de hispanoamérica, por el mérito exclusivo de sus calidades, pareciera que se trata de una ficción.
Yo lo repito siempre, debo a los medios informativos mi persistencia y devoción, porque gracias a su silencio mi fortaleza se multiplica y, la verdad, me importa poco su actitud. No pido disculpas por ser un escritor probado y con mucho mundo andado a la manera de San Quijote.
Con varios libros de cuento en su haber, ¿a qué conclusiones ha llegado? ¿Qué diferencia un buen cuento de uno malo?

El relato corto es un género apasionante. Reduce el gran mar narrativo de una historia a su síntesis. Su esencia es contar confidencialmente con los elementos precisos que utilizamos en la cocina para componer una buena comida.
Es indispensable que el espectáculo que vamos a desarrollar esté completo en la cabeza y que descubramos en el rostro esa sonrisa que precede a la acción. Si la sonrisa es de aburrimiento, lo mejor es no intentarlo. La parte más difícil es su técnica, evitar lo accesorio a la necesidad central del relato. A veces sucede que la anécdota sigue la rigidez de una fotografía y, entonces, no hay cuento porque cedemos la imaginación al facilismo de lo que mañosamente se llama la verdad.
Así sucedió y así lo cuento. Todo lo que escribimos exige liberación, para hacer bueno el ejercicio de la creación. A lector no le importa la verdad del cuento, él sólo busca creer en lo que lee así sea una gran invención y, entonces la tarea ha sido cumplida. La mayor exigencia del cuento es su lenguaje, su metabolismo para hacer creer que esas palabras son exactas a las corrientes y vulgares. He caído en la vanidad de la cátedra y yo soy esencialmente un aprendiz sin pretensiones de enseñar nada a nadie.
¿Cuáles son los proyectos literarios que hoy ocupan su agenda? ¿Qué podemos esperar de Héctor Sánchez?

Hace más de cuatro décadas, desde que publiqué mi primer libro en el 67, Cada vida en su ojo, solo tengo un mismo proyecto. Dedicar mi voluntad y mi esfuerzo a superarme mediante el bello y triste oficio de escribir. La memoria del mundo a través de los siglos está en los libros.
Ellos dentro de la gran cultura y la ciencia, son los únicos soportes verdaderos que han cambiado los tiempos añadidos de la barbarie, de las guerras, del inmovilismo. Pobre de los pueblos que niegan a sus artistas y prefieren tener héroes. Ay de las naciones que fundan su grandeza en la opulencia y aplastan con su indiferencia el derecho de los pueblos a educarse, a compartir la riqueza de sus reservas espirituales y estéticas.
El resultado son las miserias y desgracias que saludan a cada una de nuestras mañanas al despertar. Ayer andaba escribiendo una novela. Hoy estoy escribiendo otra. Mañana también.
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BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA Juan Camilo Parra leer MINISTERIO DE CULTURA NOVELA RADIO radionovela

Mi novela Favorita

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Tomado de la página de la Biblioteca Nacional de Colombia

Hace más de medio siglo que se acabaron en Colombia las radionovelas. Ese maravilloso programa el cual paralizaba las casas todos los días en horas de la tarde, para que las familias se sentaran alrededor del radio y escucharan las radionovelas actuadas por actores colombianos. La idea fue brillante mientras duró, pues con la llegada del televisor éstas fueron perdiendo fuerza hasta el punto de desaparecer. Y como no, si era mejor ver las escenas dramáticas, cómicas y trágicas que lograban generar una catarsis mayor en el televidente. Con la pantalla del televisor moría el ejercicio de la imaginación, de la unión familiar y crecimiento cultural pues lo que sí tenían aquellas radionovelas (algunas) era que obligaban al oyente a conocer al autor del libro, del comic, obligaba a leer y querer aprender un poco más, ahora, con la magia de la caja de colores que empezaba a tomar fuerza en Colombia a eso de finales de los años setenta, la gente se fue alejando de un ambiente más cultural para abrirle paso a algo más farandulero.

Es claro que el inicio de la televisión y su evolución por lo menos durante las siguientes dos décadas, buscaba un ambiente cultural con información que ayudara a la reflexión y a la veracidad de los hechos con más eficacia. Gracias al televisor se pudo conocer millones de problemáticas sociales como la toma del palacio o los diferentes conflictos que existían en la sociedad colombiana que ayudaba a una toma de conciencia para que las personas hicieran un frente a lo que ocurría. Pero con el tiempo como todo, se fue perdiendo el objetivo principal y el mundo de lo banal se tomaba la pantalla hasta el sol de hoy.

Aunque suene un poco cliché, la televisión hizo un daño tremendo a la sociedad, aunque algunos no estén de acuerdo, la televisión vició y acabó con millones de generaciones que se dejaron llevar por las historias y programas que se mostraban día a día, el televisión se volvió el profesor del siglo XX y parte del XXI.

Como una acción de regreso a la cultura de la radionovela, el ministerio de Cultura a la cabeza de: Mariana Garcés y RCN radio, buscan volver a unir a la familia alrededor del radio para escuchar la nueva apuesta radial: Mi novela favorita. Todos los domingos se ha venido presentado desde el 30 de agosto de 9:00 am y 10:00 pm, una hora de radionovela hecha con actores peruanos y con los comentarios y prólogos de Mario Vargas Llosa. Esta propuesta que decidió el ministerio de cultura va vinculado a su programa: leer es mi cuento, una iniciativa que pretende dejar a Colombia como la más educada. El proyecto que empezó en Perú y que ha traído grandes beneficios, contó con la participación del premio nobel quien también, hizo la selección de las novelas literarias para poder llegar con lo mejor de la literatura universal a los hogares de su país y ahora, a los colombianos.     
Ya se han escuchado en estas dos franjas de horas diferentes novelas, aquí el listado de las novelas que fueron elegidas para este proyecto que ha llevado RCN con entusiasmo y que ha tenido gran acogida.

El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes
Crimen y Castigo de Fiódor Dostoievski
Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll
Pedro Páramo de Juan Rulfo
El hombre invisible de H. G Wells
La metamorfosis de Franz Kafka
Drácula de Brahm Stoker
María de Jorge Isaacs
La dama del perrito de Antón Chéjov
La caída de la Casa Usher de Edgar Allan Poe
El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad
Oliver Twist de Charles Dickens
La isla del tesoro de Robert Luis Stevenson
Frankenstein de Mary Shelley
Las aventuras de Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle
La guerra de los mundos de Herbert George Wells
La Odisea de Homero
Read more: http://www.lafm.com.co/nacional/noticias/regresa-radionovela-colombia-189602#ixzz3rbbN29vL


El tema ha sido interesante y vale la pena luchar por estos espacios para que los colombianos empiecen a valorar un poco más el tiempo en familia y lo importante de la educación de sus hijos en el ámbito cultural, pues no hay otro camino para forjar ciudadanos de bien que el ejercicio de una formación en valores y lectura que ayude a los cambios sociales.
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Angel Castaño Carlos Vidales José María Arguedas Luis Vidales Salvador Allende. Suenan timbres

Recuerdo de un diálogo virtual con Carlos Vidales, el hijo del autor de Suenan timbres

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Ángel Castaño Guzmán

(Nota previa: Carlos Vidales murió en Estocolmo hace un año. Allá vivió buena parte de su edad madura. Dos años antes de su muerte lo entrevisté vía Skype. Acá el resultado de ese diálogo. Al final incluyo uno de sus poemas).






La biografía de Carlos Vidales ha estado tan íntimamente relacionada con la izquierda latinoamericana que, si él o alguien decide relatarla en detalle, saldrá de allí un montón de valiosa información. Nacido en 1939, es hijo de Luis Vidales, el único poeta gran caldense de nombradía internacional. Periodista de profesión, fue asistente del novelista José María Arguedas entre 1968 y 1969. Su exilió de 20 años en Chile le permitió hacer parte del experimento socialista de la Unidad Popular que llevó a la presidencia a Salvador Allende. Allende lo nombró Jefe del Servicio de Documentación y Archivo en el Palacio de La Moneda, cargo desempeñado hasta enero de 1973. Sobre ese periodo escribió el libro Contrarrevolución y dictadura en Chile (1974). Ocupó la jefatura de redacción de la hoy emblemática revista Alternativa, empresa periodística liderada por Gabriel García Márquez y Enrique Santos Calderón. Su bibliografía incluye estudios históricos relacionados con Simón Bolívar, las guerras de independencia, Luis Tejada y un etcétera bien nutrido.

Existen diversas teorías que tratan de encontrar la semilla de la propuesta estética de Luis Vidales. Usted, siendo testigo de primera línea, ¿qué nos puede decir del origen de ese tan singular universo?

Yo escribí en 1976 un ensayo titulado “La circunstancia social de Suenan Timbres”, que intenta responder a esa pregunta mediante una indagación no-literaria sino socio-histórica. Mi padre conoció ese texto y estuvo de acuerdo con su contenido hasta el punto de que lo incluyó en la segunda edición de Suenan timbres (Colcultura, 1976). 

En breve: sostengo que Suenan timbres es el producto de las transformaciones socio-económicas de Colombia en las dos primeras décadas del siglo XX (industrialización, nacimiento del sindicalismo y las modernas luchas obreras, inserción en la economía mundial, declinación de la hegemonía conservadora y ascenso del liberalismo, introducción de las ideas socialistas y comunistas, etc.) y de las grandes transformaciones políticas y sociales a nivel internacional durante el mismo período (Primera Guerra Mundial, Revolución Rusa, desarrollo del cine y nuevas formas de comunicación, etc.). 

La voluntad de romper los moldes caducos del siglo XIX, la irrupción de nuevas formas de poesía en el mundo occidental, la alegre voluntad de romper mitos, tradiciones, formalismos, todo ese torbellino de novedades e irreverencias cayó en el terreno fértil de una generación de jóvenes literatos, periodistas, cronistas, humoristas, dibujantes, artistas, que compartían sus travesuras contra el viejo orden y se burlaban de todo lo que representaba un obstáculo al desarrollo de la nueva sociedad que pugnaba por nacer. Se ha discutido mucho sobre las posibles influencias formativas en la génesis de Suenan Timbres. Me atrevo a decir que ese libro iconoclasta jamás habría nacido si no se hubiera gestado en la compañía fraternal y ruidosa de Luis Tejada, Julieta Gaviria, León de Greiff, Ricardo Rendón, los jóvenes Lleras, José Mar, Pepe Mexia y tantos otros bohemios, cronistas, sindicalistas, etc. 

Lo literario es apenas el resultado de estos procesos. Mi padre ensayó las greguerías de Gómez de La Serna, leyó, tradujo e intentó escribir haikus, indagó sobre lo que otros, en otras latitudes, intentaban crear. Pero hay que decir que conoció al surrealismo después de la publicación de Suenan timbres, que sus breves relatos o poemas en prosa fueron intentos de contar humorísticamente lo que Édgar Allan Poe narraba trágicamente y, en fin, que en cada poema de Suenan timbres hay más de la alegría irrespetuosa de Luis Tejada y de Charles Chaplin que de cualquier otro maestro de la literatura o del humor.

Hay una pregunta que en algún momento los lectores de Vidales se han hecho. De Suenan timbres hasta La obreríada transcurren algo más de cincuenta años y se produce una mutación no sólo temática sino también expresiva en el poeta. ¿Cuáles son, en su opinión, las razones del cambio?

Hay que observar que La obreríada es una antología realizada en 1978, pero que cubre diferentes épocas de la poesía de mi padre. Yo diría que hay varios períodos en la obra poética de Luis Vidales: el primero abarca la década de 1920, incluye Suenan timbres y se cierra con su estadía en Francia y en Italia, su contacto con los surrealistas y con vanguardistas como Vicente Huidobro; el segundo, entre 1930 y 1935, está marcado por la fundación del Partido Comunista de Colombia, la intensa actividad periodística y militante, los intentos de desencadenar una revolución agraria y, en la literatura, sus poemas de contenido marxista como La costurera o La huelga; el tercer período, a partir de 1935 (año en que es formalmente marginado del partido Comunista), se extiende hasta 1953 y está caracterizado por sus escritos sobre estética e historia del arte, sus artículos periodísticos sobre múltiples temas de la cultura, la política y la historia de las ideas, así como una vasta producción (la mayor parte inédita) de poemas sobre el arte y la literatura; el cuarto período es doloroso y traumático, pues corresponde al exilio en Chile (1953-1963) y está marcado por la soledad, el esfuerzo de mantener viva a la patria en su memoria y en su corazón y la añoranza de su amado Calarcá, de su Quindío entrañable, de su infancia (escribe entonces su Diario suyo y mío, sus sonetos a la patria lejana, sus poemas teresianos y otros experimentos, síntomas claros de un hondo desarraigo); y el último período, desde 1964 hasta su muerte en 1990, tiene dos caras contradictorias, que son, por una parte, una sorprendente maduración en una poesía casi ruda, casi feroz, de la introspección (El libro de los fantasmas, por ejemplo) y, por otra parte, un reintegro a las filas del partido Comunista, igualmente feroz y apasionado, diría yo, que lo impulsa a escribir poemas tan cuestionables como el aplauso a la invasión de Checoslovaquia por las fuerzas soviéticas o ese libro tan discutido que se titula Poemas del abominable hombre del barrio de Las Nieves. 

Su amor al partido Comunista fue auténtico y profundo, incluso durante los largos años que permaneció fuera de sus filas. Esto, a mi modo de ver, hace respetables sus poemas menos afortunados.

El compromiso político de los poetas fue un fenómeno extendido en América latina hasta, quizás, principios de los setentas. Y los adscritos a dicha tendencia no son menores para el canon literario: Luis Vidales, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Roque Dalton y Ernesto Cardenal, para mencionar unos pocos. Ahora, a pesar de que las cosas no han cambiado, el poeta sólo se compromete con la estética. ¿Cuáles son las explicaciones y las consecuencias de ese viraje?

Yo no creo que en nuestros días el poeta solamente esté comprometido “con la estética”. Basta ver la enorme cantidad de poesía que se escribe hoy en todos los idiomas para comprender que vivimos en una época de rebelión, descontento, cuestionamiento de los grandes poderes y de los valores establecidos. Eso es un claro compromiso, aunque no exprese una militancia política partidaria. 

Dicho esto, no está de más advertir que el poeta tiene el derecho y la obligación de decir lo que quiera decir de una manera estéticamente aceptable. Por eso tiene que experimentar, probar nuevas formas expresivas, pulir sus herramientas y “hacer escalas” hasta el cansancio, como un cantante de ópera. Pero no debemos confundir esos ejercicios con su canto. Y tampoco vale menos un poeta que se compromete con la astronomía, o la teología, o la naturaleza, más que con el cambio social. Petrarca solamente escribió sobre su amada, pero hasta ahora ningún poeta ha hecho mejores sonetos que los suyos. Carlos Marx decía: A los poetas hay que dejarlos tranquilos. Muchos seudomarxistas, que abundan, necesitarían que se les recordara el lema de Terencio, que Marx hizo suyo: Nada de lo humano me es ajeno. Yo diría que el único viraje observable de las últimas dos décadas es el “efecto internet”: hoy, millones de seres humanos publican sus pequeños y grandes poemas y los ponen al alcance de cientos de millones de lectores… La inmensa mayoría de esos textos expresa un compromiso… y estamos solamente comenzando este proceso.

Pasemos a otro personaje cercano a usted: José María Arguedas. En 1975 el suplemento del diario El Pueblo, de Cali, publicó una crónica suya sobre el novelista peruano. Pasado ese tiempo, ¿cuál es su mirada de la obra de Arguedas? 

En mi opinión, José María Arguedas es el más grande y completo de los novelistas peruanos. Más todavía: lo pongo en la cima más alta de la literatura latinoamericana, junto con Juan Rulfo, Juan Guimaraes Rosa y dos o tres más. Su obra Todas las sangres es un inmenso mural de la sociedad andina peruana y constituye la culminación del trabajo emprendido en siglo XVI por esos dos gigantes que fueron el Inca Garcilaso de la Vega y Felipe Huamán Poma de Ayala. Nadie, como Arguedas, ha llegado tan hondo al corazón del mundo indígena andino y por eso nadie como él ha ganado tan hondamente el amor y la ternura de su pueblo. Yo leo y releo muchos autores de muchas culturas diferentes pero el único que siempre me arranca del alma lágrimas ardientes es José María Arguedas.

Usted reside en Suecia desde 1980, dos años antes del Nobel de García Márquez. ¿En Europa la literatura colombiana tiene resonancia significativa o se limita a unos cuantos nombres?

En Europa se conoce cada vez mejor la literatura colombiana, pero este es un fenómeno relativamente reciente. Antes de García Márquez se conocía La vorágine de Rivera y María de Isaacs, pero en círculos relativamente pequeños. Ahora son muchos los autores que se leen en ediciones más o menos numerosas, aunque hay que advertir que en países como Suecia no se hace mayor distinción de nacionalidades. Se suele decir: “Estoy leyendo un autor latinoamericano”. 

No tengo bienes, excepto
mi amor por la vida;
es un lugar común, no vale nada.
 
A la señora muerte dejo
las últimas migajas del festín.
 
Mi lápida ha de ser
una piedra pulida
de bella sencillez
y en su rostro, labrado este epitafio:
 
Aquí yace esta piedra
y debajo  de ella
uno de tantos.
Carlos Vidales (1939-2014).
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Andres Espinosa

ILUSTRADOR DE LA SEMANA: MARISA MOREA

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COLOMBIA GUERRA EN COLOMBIA JUAN MANUEL SANTOS PALACIO DE JUSTICIA PROCESO DE PAZ RETOMA DEL PALACIO DE JUSTICIA VIDEOTECA CORONICA

Gobierno de Colombia pide perdón de espalda al pueblo

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Tras la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el gobierno de Colombia por las torturas y desapariciones forzadas probadas tras la retoma del Palacio de Justicia, este 6 de noviembre de 2015 el presidente, Juan Manuel Santos, pidió perdón por los actos del ejército contra magistrados, trabajadores y guerrilleros capturados vivos en la retoma el 6 de noviembre de 1985. Discurso completo dado de espaldas a la población y con ruido de fondo para sabotear el saboteo:

Juan Manuel Santos: "Colombia pasa por un momento histórico. La paz, que tanto hemos anhelado, por primera vez se vislumbra como posible, y no solo posible, sino cercana. Pero este proceso de paz –ustedes lo saben– no lo hemos construido como un simple pacto entre Estado y guerrilla para terminar la guerra bajo determinadas condiciones. No.
Este proceso de paz tiene una característica muy especial, y es que hemos puesto en el centro de la solución del conflicto a las víctimas, a quienes sufrieron y siguen sufriendo las consecuencias de este enfrentamiento absurdo.
Nuestra prioridad en cada acuerdo, en cada paso que damos, es que se garanticen –en la mayor medida posible– sus derechos a la verdad, a la justicia, a la reparación y a la no repetición. De eso se trata –por ejemplo– la Jurisdicción Especial para la Paz, cuyas bases pactamos y anunciamos en La Habana el 23 de septiembre.
No se trata de una venganza de la sociedad, no se trata de una justicia centrada en el castigo y en las penas, sino de una justicia que busca ante todo que se cumplan, que se garanticen, esos derechos fundamentales de las víctimas.
Porque entendemos y acompañamos su dolor. Por eso, reparar el daño que la guerra les ha causado y evitar que otros nuevos compatriotas se conviertan en nuevas víctimas es nuestro más firme propósito.
Ese es el anhelo de paz y de reconciliación que compartimos, y debe ser un clamor generalizado en nuestro país. Hoy nos reunimos en el Palacio de Justicia, lugar insignia de nuestra institución judicial, con el fin de recordar uno de los capítulos más tristes y dolorosos de nuestra historia.
Aquí, hace 30 años, este edificio construido para impartir justicia fue escenario de horrores y atrocidades. En un suceso que vivirá por siempre en la memoria de los colombianos, aquí se vivió la guerra misma… esa guerra de explosiones y ráfagas de fusil que solo parecía ocurrir en los noticieros, en lugares alejados de las ciudades.
Confluyeron las balas de la guerrilla del M-19 y la fuerza del Estado –ni más ni menos, el propio conflicto armado– en pleno centro de Bogotá. Aquí se sacrificó a la Justicia y a sus más altos magistrados, además de abogados, funcionarios y visitantes ocasionales del Palacio, y comenzó la tragedia de otros tantos que hasta este momento se sigue descubriendo en todos sus detalles.
Hoy –en primer lugar– quiero expresar mi solidaridad, mi afecto, a los familiares de quienes perdieron a sus seres queridos aquellos 6 y 7 de noviembre en los hechos del Palacio de Justicia.
Usted, ministro Yesid –que ahora lidera desde el gobierno la tarea permanente de mejorar nuestra justicia y acercarla al ciudadano– es una de esas víctimas.
Y hoy tenemos un pensamiento especial para su padre, el entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, y para los demás magistrados, funcionarios y personas que fallecieron, que se encuentran desaparecidas o que fueron afectadas en su integridad personal.
Han pasado 30 años y los recuerdos siguen vivos en todos nosotros: la angustia, las llamas, la operación de rescate, la zozobra institucional… Por eso es tan simbólico conmemorar estos 30 años en un contexto en que Colombia avanza hacia la paz, pero no una paz cualquiera –como ya dije– sino una paz que reconozca y haga posibles los derechos de las víctimas.
La paz es perdón, la paz es reconciliación, la paz es reencuentro, pero la paz también es admitir responsabilidades.
Por eso hoy, como Presidente de la República y Jefe de Estado, quiero cumplir –en este día y en este lugar, frente a muchas de las víctimas de aquel suceso infausto– con una de las medidas de reparación ordenadas en la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso conocido como Rodríguez Vera y otros, sobre desaparecidos del Palacio de Justicia.
Hoy reconozco la responsabilidad del Estado colombiano y pido perdón por:
• Las desapariciones forzadas de Carlos Augusto Rodríguez Vera, Cristina del Pilar Guarín Cortés, David Suspes Celis, Bernardo Beltrán Hernández, Héctor Jaime Beltrán Fuentes, Gloria Stella Lizarazo Figueroa, Luz Mary Portela León, Lucy Amparo Oviedo Bonilla, Gloria Anzola de Lanao e Irma Franco Pineda.
• Por la desaparición forzada y ejecución extrajudicial del magistrado auxiliar Carlos Horacio Urán Rojas. Con estos hechos el Estado violó el deber de respeto y garantía a los derechos a la vida, a la libertad personal, a la integridad personal y al reconocimiento de la personalidad jurídica, consagrados en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y el artículo primero de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada.
• Por la falta de determinación del paradero de Ana Rosa Castiblanco Torres por 16 años, y de Norma Constanza Esguerra Forero hasta la actualidad, lo que generó la violación del derecho a la vida en relación del deber de respeto y garantía de la Convención Americana.
• Por la detención y tortura de Yolanda Santodomingo Albericci, Eduardo Matson Ospino y José Vicente Rubiano, lo que generó una violación a sus derechos a la integridad y libertad personal. En perjuicio del señor Rubiano, el Estado también violó su derecho a la vida privada.
La Corte consideró que algunos de los maltratos a los que fue sometida Yolanda Santodomingo Albericci fueron agravados en su condición de mujer y en razón de su género.
• Por la detención y los tratos crueles y degradantes cometidos en perjuicio de Orlando Quijano, lo que generó una violación a sus derechos a la integridad y libertad personal.
Adicionalmente, quiero manifestarles a los padres, a las madres, a las esposas y esposos, a los y las compañeras permanentes, a los hijos, a los hermanos de las víctimas, que lamentamos profundamente lo ocurrido con sus familiares.
Algunos padres, abuelos, familiares, murieron con la angustia de no haber conocido la suerte de sus seres queridos, y eso también nos duele.
Por eso –en nombre del Estado– pido perdón por el incumplimiento al deber de prevención con las personas que se encontraban en el Palacio de Justicia, por la violación de sus derechos a la integridad personal, a las garantías judiciales y a la protección judicial de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, así como del artículo primero de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada, y los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana contra la Tortura.
Y lo hago de corazón, no solo para cumplir una orden. Porque ningún colombiano –ninguno– puede verse expuesto a la vulneración de sus derechos por parte de agentes del Estado –que están para protegerlos– ni de cualquier otra persona.

Aquí se presentó una acción lamentable, absolutamente condenable, del M-19, pero, si hubo fallas en la conducta y procedimientos de los agentes del Estado, así debe reconocerse.
Por supuesto, a estas alturas, lo más importante, lo que todavía imploran muchos familiares, es que se conozca la verdad, la verdad sobre sus seres queridos. Así ocurre en este caso, y así pasa también con tantos, tantos hechos de violencia que se han presentado en el país durante las últimas décadas.
Todavía persiste una deuda moral con las víctimas y familiares del Palacio de Justicia que deberá ser saldada con avances significativos en las investigaciones penales, la condena de los responsables, el establecimiento del paradero de los desaparecidos, la adecuada reparación a las víctimas y sus familiares y –sobre todo– el esclarecimiento de la verdad.
De conformidad con lo resuelto por la Corte Interamericana, es mi deber reconocer la responsabilidad del Estado por la falta de esclarecimiento judicial de los hechos, por el retardo injustificado en la administración de justicia, por las alteraciones a la escena del crimen, por las irregularidades en el levantamiento de los cadáveres, y por los múltiples errores en la identificación y entrega de los cuerpos.
En días pasados –dentro de la investigación adelantada por la Fiscalía General de la Nación– se logró la identificación de los restos de… … Cristina del Pilar Guarín Cortés, Luz Mary Portela León y Lucy Amparo Oviedo, víctimas de desaparición reconocidas en la sentencia de la Corte Interamericana.
Hay que destacar este avance importante, pero también hacer un llamado a que se avance prontamente en la búsqueda de la verdad y la ubicación de los otros desaparecidos.
Hace dos semanas estaba hablando con un señor humilde, Luis Fernando Ramos, un campesino que ha sido golpeado por la violencia en cuatro ocasiones… Óigase bien: cuatro veces víctima –como si una sola experiencia de estas no fuera suficientemente traumática–.
Y en cada una de esas ocasiones, el golpe recibido por Luis Fernando ha sido directo, cruel y despiadado:
Primero –en Calamar, Guaviare– la guerrilla mató a su padre y a su hermano; después, otro de sus hermanos fue a reclamarle a la guerrilla –por esas muertes– y desapareció desde aquel día.
Años más tarde, este mismo señor, este mismo campesino, Luis Fernando, cayó en una mina antipersonal de la guerrilla –en Cumaribo, Vichada–, y finalmente –cuando se estaba recuperando– lo amenazaron y obligaron a desplazarse.
Lo primero que uno se pregunta es: qué siente una persona como él frente a quienes le hicieron tanto daño, tantas veces, como con tanta saña… Permítanme compartir con ustedes lo que me dijo Luis Fernando:
“En el corazón de mi familia ya no hay rencor. Ahora estamos construyendo paz… Y si yo me encontrara a esta persona (responsable de la muerte de sus seres queridos), sí me gustaría que me dijera la verdad de mi hermano (el desaparecido)”.
Por eso insisto: nuestro compromiso con la paz también lo es con la verdad, con la reconciliación y con el perdón. Nuestro compromiso también es con los miles de desaparecidos que reportan las cifras oficiales.
La razón de ser del acuerdo suscrito hace pocos días entre el Gobierno y las FARC es, precisamente, procurarles a los familiares la satisfacción de su derecho a saber qué pasó con sus seres queridos desaparecidos.
Ya se están ejecutando las primeras acciones para elaborar un plan de recomendaciones –que debe estar listo en menos de cuatro meses– para fortalecer las capacidades institucionales y la participación de las víctimas en la búsqueda, ubicación, identificación y entrega digna de restos de personas dadas como desaparecidas.
Nos duele, nos acongoja, saber que tantos compatriotas aún son esperados en sus hogares, sin respuestas todavía para sus familiares.
¡No queremos más desapariciones! Por eso hoy –ante los familiares de las víctimas del Palacio de Justicia– les digo que no vamos a descansar ni vamos a ahorrar ningún esfuerzo para encontrarlos.
Y esto se extiende a todos los desaparecidos en Colombia. No me puedo imaginar mayor tragedia, mayor desolación, que no saber nada sobre la suerte y el paradero de un ser querido.
La tarea es ardua pero necesaria, y fundamental si queremos paz en nuestros territorios.
Necesitamos sanar las heridas, y la cicatriz sólo se irá borrando en la medida en que haya respuestas, verdad, y compromiso por encontrar a los desaparecidos.
El Estado colombiano –respetuoso de sus compromisos internacionales, y de las decisiones proferidas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos– continuará con la implementación de las medidas de reparación ordenadas en la sentencia, las cuales han sido lideradas directamente desde la Presidencia de la República, a través de la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos.
No me queda más que reiterar nuestra solidaridad con los familiares de las víctimas, y –aunque sabemos que nada podrá reparar el vacío y el dolor que ha dejado cada uno de sus seres queridos– espero que este acto contribuya con su reparación integral y permita forjar un camino de reconciliación.
Han pasado 30 años –es mucho tiempo– y quisiera que retorne su confianza en las instituciones, porque éstas hoy trabajan –hoy trabajamos– por un país en paz, sin violencia y respetuoso de los derechos humanos.
La Justicia ardió en Bogotá entre el 6 y el 7 de noviembre de 1985. Hoy, 6 de noviembre del año 2015, queremos que la Justicia y la Verdad brillen de nuevo. Y queremos hacer realidad, apreciado Yesid, pero en otro contexto –un contexto más amplio–, esa frase angustiosa de su padre, que todavía taladra nuestros oídos: ¡QUE CESE EL FUEGO!"
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Angel Castaño Novelistas del Tolima Grande. Benhur Sánchez. Premio Esso de Novela. Editoriales comerciales.

“Las editoriales tradicionales se han convertido en emporios económicos cuyo afán no es la literatura”.

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Ángel Castaño Guzmán





(El narrador Benhur Sánchez Suárez fue invitado al Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales. Allá, en Calarcá, lo conocí, luego de intercambiar por algún tiempo mensajes con él. Acá algunos pasajes de una entrevista que le hice vía mail en 2014. Nota innecesaria).

El novelista y artista plástico Benhur Sánchez Suárez es un referente del arte en la región del Tolima. Su trabajo ha merecido varios laureles, entre ellos el prestigioso y desaparecido Premio Esso de Novela por su obra La noche de tu piel. Este año la editorial Pijao reeditó varios libros suyos.

Dice usted que la novela El cadáver la escribió con la creencia de que la literatura tenía el poder de transformar el mundo. A renglón seguido menciona que estaba equivocado. ¿Qué lo llevó a mudar de convicción?

El cadáver es una novela juvenil. La escribí cuando tenía diecinueve años —se publicó cuando me acercaba a los treinta— y entre otras curiosidades fue seleccionada en el premio Biblioteca Breve, en España, en 1970, año en que se declaró desierto por la ruptura de los dueños: Seix y Barral. Es una novela experimental en la cual mi afanes los vertí en el lenguaje y, por mi juventud, estaba convencido que con ella iba a transformar la manera de contar historias y por tanto, la literatura.
Cuando se publicó en Planeta, España, en 1975, aún soñaba con eso. Mi desencanto surgió cuando no tuvo la más mínima divulgación, los comentarios en Colombia fueron mezquinos y la anhelada influencia transformadora se tergiversó en la mirada desapacible de los comentaristas. Además, también aprendí que la literatura no se hace para transformar la sociedad o, por lo menos, no es su objetivo, sino por un reto estético, independiente del tema que trate.
También aprendí que en Colombia priman los rencores y las envidias, el ninguneo y la arrogancia y se prefiere sindicar una obra que estudiarla. Esos golpes tempranos maduraron mi trabajo y mi posición. Por eso ahora digo que estaba equivocado aunque mi preocupación artística sigue siendo la misma.

En las novelas Así es la vida amor mío, El frente inmóvil y Buen viaje, general, usted asume el reto de llevar acontecimientos históricos al campo literario. ¿Cómo enfrentó ese reto, cuáles son las ideas que la escritura de esos libros le dejó?
 Cada escritor tiene sus propios procesos interiores y sus intereses en la vida. En mi caso, no es que haya buscado el tema histórico para escribir novelas, sino que ellos vinieron a mí por diferentes caminos y circunstancias. Así es la vida amor mío y El frente inmóvil son recuerdos de infancia cuya riqueza en acciones y conductas llamó poderosamente mi atención.
Al recordarlos decidí escribir sobre esos personajes, Reynaldo Matiz y Cándido Leguízamo, respectivamente. Pero para no hacer novelones imaginativos y desvirtuar la vida y la obra de cada uno, tuve que investigar, leer antecedentes históricos y literarios, recuperar la vida de esos pueblos en circunstancias específicas y trasladarme a vivir, literalmente, a esa época. Solo cuando ya estuve completamente poseído por el tema procedí a novelar esas vidas.
Son recuerdos de infancia porque mi padre los había traído a mi presente con sus chistes e historias, que desde niño le escuchaba embelesado, y sembraron en mí la necesidad de buscar información para poder contar, con su misma naturalidad, esos acontecimientos.
La trilogía se completa con Tulio Varón, el personaje central de mi novela Buen viaje, general, cuya vida me encontré en la leyenda que me contó Camilo Pérez Salamanca, la cual me impresionó y me obsesionó hasta el punto de desear escribirla.
Con ellas aprendí que la historia regional, que es parte de la nacional, aún escindida e ignorada, es muy desconocida y merece la pena ser llevada a la literatura. Es delicioso porque los vacíos históricos los completa uno con imaginación y, además, hace creer al lector que todo es verdad.
Varios de sus libros han sido publicados por grandes editoriales. ¿Qué opinión tiene de la idea de que los autores regionales compiten en desventaja frente a los capitalinos?

 Claro que estamos en desventaja. Las editoriales tradicionales se han convertido en emporios económicos cuyo afán no es la literatura sino las ventas y un ingreso que mantenga solvente el imperio industrial. Entonces a ellas les interesa más los temas y los escritores que desarrollen libros de venta rápida, cuyo retorno de lo invertido sea lo más pronto posible.
Esto quiere decir que quienes escribimos con la mira en el arte y la literatura, con la artisticidad en el manejo del lenguaje y el mejor conocimiento en la arquitectura del edificio ficcional, primero no somos de escritura rápida y segundo somos de venta lenta, no aptos para los emporios industriales de la capital.
La respuesta más notable para la supervivencia del arte de escribir ha sido la aparición de las editoriales independientes, la mayoría de provincia, como Pijao Editores, que si bien compiten en desventaja, son el camino del escritor comprometido con la literatura para dar a conocer su obra y mantener vivo este oficio vapuleado por el espectáculo y la sociedad superficial. Ellas harán historia, estoy seguro de ello.
Las editoriales independientes también conforman sus nichos de lectores con éxito. Y son fundamentales para los escritores de provincia, porque casi siempre somos menospreciados aunque utilizados por los centralismos que crean tantas falsas figuras desde los oscuros pasillos de la burocracia central.

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Andrés Felipe Solano COLOMBIA CRONICA Juan Camilo Parra LIBROS LITERATURA COLOMBIANA CONTEMPORANEA presentaciones de libros

Salario Mínimo, vivir con nada

Blog Juan Camilo Parra Martínez 0 Commentarios
Salario Mínimo, vivir con nada
Andrés Felipe Solano
Tusquets editores. P, 142 – 2015




¿Cómo es vivir seis meses con el salario mínimo? El cronista, periodista y escritor Andrés Felipe Solano tomó la valentía e hizo caso a la propuesta de la revista Soho que le pidió que viajara a Medellín y viviera la experiencia de un colombiano promedio que sobrevive con el salario mínimo, que en aquel entonces (2007) era 484.500 pesos. Dejó su vida acomodada y bien asalariada en Bogotá, editor de la sección de crónicas de la revista Soho, fue discípulo de la poeta Piedad Bonnett y en ese momento, ya contaba con una novela publicada por Alfaguara.

Andrés Felipe Solano estudió literatura en la Universidad de los Andes, antes de salir de la facultad, se encontró con el dilema de vivir de la docencia en algún colegio de Bogotá o dedicarse a la escritura. Gracias a la ayuda de Piedad Bonnett, Andrés pudo perfilarse en el periodismo como un acto del destino, un juego que él mismo no sabía que estaba jugando. Trabajó para Gatopardo, Soho y Arcadia por nombrar sólo algunas de las revistas en las que empezó a publicar y hacer lo que más ama: escribir. Es considerado uno de los grandes cronistas del país, un novelista con una narrativa llamativa y en 2008 fue finalista del Premio Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano por su crónica: Seis meses con el salario mínimo.

El escritor bogotano que vivió por más de cuatro años en Corea y después de ocho años de la experiencia vivida en Medellín, decide con la iniciativa de Leila Guerriero, publicar en un libro la crónica extensiva, con detalles que el autor dejó por fuera cuando la publicó en su momento en la revista Soho. Es un libro emotivo, con momentos de risa y tristeza, una melancolía que se siente en sus páginas cuando Andrés hace referencia a la familia Villa, aquellos que lo acogieron en su casa y arrendaron una de sus habitaciones para que él pudiera trabajar en Tutto Colere, la empresa de ropa para niños que durante seis meses le pago el salario mínimo por trabajar diez horas diarias como obrero. Sólo la familia Villa sabía cuál era su misión en Medellín, lo adoptaron como uno más de la familia y le hicieron un espacio en la mesita de las fotos familiares. Andrés desde la primera semana en la casa de los Villa en el barrio Santa Inés, comuna trece, se convirtió en un Villa más.

El dilema del escritor bogotano se daba al momento de hacer cuentas y dividir el sueldo para pagar todos sus gastos. Entre buses, arriendo y gastos personales se va diluyendo el dinero que gana mensualmente en un trabajo que es asfixiante, que debe aguantar los regaños de un jefe, las exigencias y las responsabilidades que tiene un obrero pero también, como algo gratificante, encontrarse y vivir la generosidad y cariño entre los compañeros, la gente del barrio y la familia Villa.

La crónica está llena de una reflexión profunda por la vida de la gente de estrato bajo en Colombia, por la guerra que se vive a su alrededor, por el trabajo mal remunerado, por la vida llena de necesidades que suplen con momentos familiares, con conversaciones sobre cualquier cosa y con tiempo lleno de afecto. Momentos de desesperación se pueden percibir en la lectura, un Andrés que siente la angustia de no poder comprar unos zapatos o unos churros, no hay plata, en un momento el sueldo no llega a tiempo, las deudas a cosan, algo de lo cual estaba tan alejado, que vivirlo en carne propia le llevo a entender que: “Vivir con el salario mínimo es soportar el calor pensando en el frío. Es estar parado diez horas hasta no sentir los pies. Es medir el hambre en horas trabajadas. Es odiarlo todo, hasta la propia cara”.   

Con el tiempo vivido en Medellín, Andrés supo que al volver a Bogotá y colocarse de nuevo en el papel de periodista, no iba a ser fácil, sabía que su vida ya no era la misma después de la experiencia. Recostado en la cama, en momentos de pensamientos profundos en la habitación que no tenía puerta sino un velo, decidió que su vida al regresar a su ciudad debía cambiar. “Pasar décadas en una redacción no es una alternativa. Compraré tiempo. Después veré como me escabullo”.  

Logró olvidarse de su encargo, de vivir la vida, de ser otro o mejor, de ser quien había querido ser. Aprendió a valorar el dinero, a apreciar a la gente y conocerla muy bien. Vivió por medio de relatos y experiencias propias la guerra que no había librado aún Medellín en sus comunas. Sintió el amor de una familia, pues la suya estaba dividida, su madre en Estados Unidos, su hermana estudiando medicina y su padre viviendo en una finca. Valoró el tinto en las mañanas antes de salir al trabajo, los fríjoles que preparaba Pilar Villa, los momentos escuetos de conversación con los compañeros de la empresa, el no alcanzar a la mujer que le gustaba porque estaba casada y en dejarle claro a la mujer que gustaba de él, que no era posible una relación. Se cuestionó por su vida pasada, por su vida actual, por lo hecho y lo esperado en toda su vida. Por todo esto, comprendió que

"Ahora, bailando en medio de la pista de Brisas de Costa Rica (un bar), pienso que tal vez buscaba esto cuando vine a Medellín. No escribir una crónica. No regresar a casa con una buena historia. No una mujer, ni una iluminación, sino apenas esto: dar vueltas y vueltas y cantar con los ojos cerrados para no olvidar que la vida es una montaña rusa que sube y que baja, como las olas del mar, como la marea. Que todo el tiempo algo viene, que todo el tiempo algo se va. Y que esa es nuestra tragedia, pero, también, nuestra única esperanza".
  


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