Por: José Rodolfo Rivera*
El cuento es un cuento que cuenta un cuento como nunca antes nadie lo había contado; pero también, el cuento es un cuento siempre a medio terminar: lo que no se escribe, es el otro cuento: el cuento. Descubrimos el cuento sólo después de haberlo leído; algo descubrimos en él conocido no conocido, nos va resultando familiar algo que al principio nos era tan ajeno, y llegamos al final pensando que pudimos pertenecer allí, que nada nos hubiera podido privar de habitar en él: ya somos el cuento que leímos; lo intuimos, lo creemos. Contar, y no hay más, y eso es todo, y ahí para la cosa. ¿Y en verdad, eso es todo, no hay más? Por supuesto que no, siempre hay algo más: de eso se trata la literatura.
El cuento es una máquina de contar, de saber contar: se cuenta el cuento inventando lo que contamos: ficción y realidad hacer parte del artificio de quien escribe. Cuento contigo, el más reciente libro de cuentos de Carlos Alberto Villegas Uribe, publicado por la Biblioteca de autores quindianos, concibe ese artificio como una forma de jugar con las diversas posibilidades narrativas, a saber: 1. La tragedia: En Las siete vidas de Pandora, cuento que abre el libro, Aristófanes, el protagonista, vuelve de no se sabe dónde, al entierro de su padre, con el único interés –o desinterés- de no perder su herencia, y nos asomamos a una particular visión trágica, cual versión “moderna” de Eurípides o Sófocles: “Si no venía a darle la última mirada al viejo cabrón me hubiera enterrado con él y perdido todos los derechos. Que los tengo. O ¿no? Si no regresaba ni para el entierro me hubieran declarado otro de los desaparecidos de este país y parte sin novedad”.
Pero, como escribí, siempre hay algo más. 2. Mitología: Pandora, la gata a la que también Aristófanes reencuentra a su regreso, es la amenaza latente que le espera hasta el final del cuento. 3. Ciencia ficción: Aristófanes descubre, por boca de su madre, la máquina que ha inventado el padre en su ausencia: el retrocinematógrafo, una máquina para filmar al revés, descubrimiento que lo condenará a su propio paraíso perdido. Y todo en el mismo cuento. La máquina de contar que ha creado Villegas Uribe funciona como un multi-verso de posibilidades narrativas. Cuentos como La espera final, en el que a la manera de Macario de Juan Rulfo, un niño monologa y divaga entre su propia esquizofrenia, encubriendo una tragedia; o Noticias de Grecia, en el que lo policíaco se mezcla con un esoterismo literario y la fatalidad citadina: “En la gran ciudad la muerte es algo impersonal, algo que le sucede a los otros, una noticia, acaso, que naufraga entre millones de habitantes, un suceso fantasmal que apenas nos toca como una estadística”.
Shakespeare, Heródoto, Ícaro, Gregorio Samsa, Robert Louis Stevenson, Borges, y hasta la física cuántica… la máquina ficcional de Villegas Uribe le dice al lector que en la literatura, lo que conocemos como intertextualidad, es “la loca de la casa”, la entrometida que sin embargo llega a ordenar el caos del relato, su amalgama ilógica y sensible. Ahora bien, si ya me enredé, y de paso enredé al lector, le cedo mi voz al propio autor: “… en la literatura, como en cualquier arte, la maestría es el producto de largos años de práctica, de juego incesante con los elementos que se combinan y recombinan hasta lograr la máxima verosimilitud de la ilusión”.
Hacia el final del libro, la máquina ficcional cobra su sentido más literal. En Tardes de mibonachi, Villegas Uribe recrea una técnica de escritura exacta, en la que las historias se subordinan a la precisión matemática de 210 palabras, creando a la vez una variación en serie de cuentos casi a la manera de Divertimento, o Un tal Lucas, de Julio Cortázar. La intención de contar, inventar, ficcionar, sin olvidar contar una historia, como lo sugiere Julio Ramón Ribeyro en el primer punto de su decálogo; pero también: la importancia de la trama, como afirma Borges en su prólogo a La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, en el que también leemos: “… son infrecuentes y rarísimas las obra de imaginación razonada”. Cuento contigo, trae a nuestras letras una narrativa precisa, de adjetivación sin arrugas, en la que se nos cuenta la ciudad, y en la que frase a frase, nos abrimos al desparpajo de una literatura vital.
No he discutido con el autor los pormenores de la trama de su libro, pero sí lo he releído; no me parece una imprecisión afirmar que con este libro –y me acuso de resbalar en lo movedizo de la palabra-, Villegas Uribe ha creado unos cuentos memorables.
*Cuentista y docente.
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