gravedad from Camila Bordamalo on Vimeo.
Quiero compartir con los lectores de Corónica una de mis animaciones recientes.
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Jorge Eliecer Pardo: Hay que decir a los burócratas que a pesar del asesinato a la cultura independiente, los artistas colombianos siguen produciendo sus obras. ][A propósito de los nuevos y degradantes estímulos del Ministerio de Cultura, me dice el escritor Francisco Sánchez: Estimado Jorge E: A raíz de tu mensaje sobre la nueva convocatoria al concurso de novela del Ministerio de Cultura y a la selección de autores de la Revista Arcadia, al debate implícito que propones, me permito algunas consideraciones: ¿En manos de quién (es) las selecciones antológicas, premios y estímulos? En poder de muchos pero sin duda no de los autores o con muy indirecta y lábil medida por parte de estos. Lo de la Revista Arcadia responde a circunstancias tales como edición y circulación de libros por las grandes editoriales comerciales; precaria distribución y publicación de editoriales menores; base de información precaria de lo editado en las regiones y universidades. Frágil acceso al copioso número de libros escritos en todo tiempo en Colombia. ¿Hemos sido publicados, distribuidos y leídos la mayoría de los escritores nacionales? No. Las condiciones de la cultura patria, aunadas al aparato comercial de la industria editorial –parte ahora de la industria del entretenimiento- han forjado un ninguneo institucional que se realiza de manera automática y en el cual privan además de los criterios literarios aquellos que atañen a la condición social, ideológica, regional y de edad. Sistema que impone a los escritores emprender tareas cada vez más ajenas a las exclusivas de la construcción de sus obras. Un ejemplo de esto bastaría para ilustrarlo: El Senador Roy Barreras fue publicado el año pasado por Planeta, con un libro de “poemas”. Pero mientras que la editorial cumplió el compromiso de interés político la poesía otra vez fue agredida. En cambio, los autores de verdad se ven precipitados al azar o a la lagartería. En fin, bien venido el debate.
El Ministerio de Cultura de Colombia acaba de lanzar hoy el Premio Nacional de Novela. Esta vez, dice la resolución, se entregará a obra publicada sólo por editoriales legalmente constituidas, y en impreso. De manera que este punto de giro no aporta nada al argumento, porque el premio del 2014, saca del paisaje a todas las obras inéditas. Y en las demás partidas para la creación literaria, el Ministerio de Cultura de Colombia entregará en 2014 los recursos de literatura, íntegros, a las editoriales legalmente constituidas, y no a los creadores que acaban de perder la batalla contra las barreras de acceso a la edición. ¿Cuáles son las editoriales beneficiadas? Pues esas, las legalmente constituidas. (Ya las veremos, en los resultados.) El jurado que elegirá la obra del Premio Nacional de Novela entre las publicadas desde 2012, estará conformado por: "Cinco personalidades cuya trayectoria en el campo de las letras tenga un reconocimiento de carácter nacional e internacional, el jurado también tendrá la potestad para presentar sus propios nominados, y luego seleccionará un total de cinco obras finalistas, cuyos autores serán dados a conocer al público en general durante la tercera semana del mes de abril". Si el jurado podrá proponer a los nominados, pues más trasparente ni el Simón Bolívar de Periodismo, ni los TV y Novelas, ni el agua del Río Bogotá.La invitación de parte de los escritores excluidos del portafolio de estímulos del Ministerio, es a manifestarse contra una serie de convocatorias que privilegia el interés de los intermediarios de la edición de libros sobre los verdaderos creadores nacionales.
‘’Por primera vez tenemos un galardón que considera todo el universo de obras publicadas durante los últimos dos años. El Premio Nacional de Novela 2014 es un merecido homenaje a nuestra tradición literaria, que es de altísima calidad y goza de reconocimiento internacional. Se trata pues de la más alta distinción del Gobierno Nacional a los escritores colombianos’’, afirmó al respecto la Directora de Artes del Ministerio de Cultura, Guiomar Acevedo.
Luisa Fernanda Trujillo Amaya: La convocatoria del Ministerio de Cultura parece responder a una venganza oficial en contra de los autores (escritores y poetas), por la polémica suscitada el año anterior, que un estímulo a la creación de autor. Premios de 40 millones de pesos otorgados por el estado para incentivar la industria editorial y las ONGs. y amarrar de esta forma la creación a la cultura oficial; ES VERGONZOSO. Ahora, para ser escritor o poeta, hay que montar en primer lugar una editorial o una ONG que le sirva de trampolín, léase bien, trampolín, y diseñar más no crear, contenidos narrativos acordes a los criterios de lo que en el argot mercantil se denomina esquema de negocios. De ahí mi querido Jorge Eliécer, que cada vez vemos más editores auto publicándose y llamándose poetas y escritores que poetas y escritores publicados.
Conscientes de la necesidad de apoyar una tradición literaria que ha logrado consolidarse durante décadas en el panorama mundial, el Ministerio de Cultura ha creado un Premio que, al igual que ocurre en otras latitudes, destaque a escritores con una trayectoria consolidada, a partir de un riguroso proceso de selección que incluirá el concepto definitivo de un jurado conformado por cinco destacadas personalidades en la materia.
Kalitos Gamboa: Un país que ignora los hombres y mujeres que hacen cultura, es un país en cuyo nido depositará sus huevos la barbarie. Si pensaran en propulsar el arte como un escenario propicio para la reconstrucción de la sociedad estaríamos hablando del patrocinio de 100 libros de poemas, 100 de cuentos, 100 novelas (inéditas y reeditadas), libros de ensayos, etc, etc...Pero como estamos en Colombia, en esa Colombia administrada por ganaderos, hacendados y burócratas, pues el resultados está a la vista. invierten más comprando un mortero, que en la cultura para todo un año.
El Premio Nacional de Novela 2014 busca constituirse en un nuevo espacio de discusión y debate, gracias a un riguroso proceso de preselección a cargo de un Comité de Lectura][conformado por cinco personalidades cuya trayectoria en el campo de las letras tenga un reconocimiento de carácter nacional e internacional, el jurado también tendrá la potestad para presentar sus propios nominados, y luego seleccionará un total de cinco obras finalistas, cuyos autores serán dados a conocer al público en general durante la tercera semana del mes de abril.
Si el jurado podrá proponer a los nominados, pues más trasparente ni el Simón Bolívar de Periodismo, ni los TV y Novelas, ni el agua del Río Bogotá.
Tras considerar el conjunto de becas, premios y pasantías que hacen parte del Programa Nacional de Estímulos relacionadas con el área de literatura en los años 2013 y 2014, los recursos entregados pasaron de $990.000.000.oo a $1.387.000.000.oo.
En 2666, Olegario “Lalo” Cura Expósito es un persona- je esencial en el desarrollo de la trama de la cuarta parte de la novela, “La parte de los crímenes”. Primero, ma- tón a sueldo sin convicción (guardaespaldas de Rengifo uno de los narcotraficantes más notables de Sonora), y luego, policía de tránsito, Lalo Cura se convierte en el único policía mexicano que investiga los crímenes con alguna pericia, aprendida además de manera autodidac- ta. Su genealogía marca la manera como se enfrenta a los
cadáveres de las mujeres asesinadas en Santa Teresa. Es el único policía que estudia el tema seriamente. Lalo Cura, hijo de María Expósito y descendiente de toda una saga de mujeres violadas desde 1865, es el úni- co policía, por ejemplo, que no hace chistes machistas alrededor de los cadáveres encontrados. Lalo Cura no es un hombre duro. De hecho, él es el único miembro de su familia que no nació como producto de una violación (en ninguna de las dos versiones que fabrica Bolaño). Esa singularidad hace de él, dentro de la narración mítica de Bolaño, un hombre no duro. En un relato anterior a 2666, titulado Prefiguración de Lalo Cura (2001), Bolaño nos muestra lo que podría ser un boceto de personaje, luego casi del todo abandonado en la novela. Sin embargo, la descripción de la figura del padre mantendrá ciertos elementos en común con la que aparece en 2666:
Mi padre fue un cura renegado. No sé si era colombiano o de qué país. Latinoamericano era. Pobre como las ra- tas, apareció una noche por Medellín dando sermones en cantinas y burdeles. Algunos creyeron que era un agente de los servicios secretos, pero mi madre evitó que lo ma- taran y se lo llevó a su penthouse en el barrio. Vivieron juntos cuatro meses, hasta donde yo sé y luego mi padre desapareció en el evangelio. Latinoamérica lo llamaba y él siguió deslizándose en las palabras del sacrificio hasta desaparecer, hasta no dejar rastro (Bolaño, 2009: 97).
A diferencia de este relato, en 2666 el padre de Lalo Cura está entre dos jóvenes estudiantes de México que se encuentran con María Expósito en 1976. Hay, por su- puesto, una leve sospecha de que esos dos jóvenes sean Mario Santiago y Arturo Belano, los personajes principa- les de Los detectives salvajes (1998):
[...] en 1976 la joven María Expósito encontró en el desierto a dos estudiantes del DF que le dijeron que se habían perdido pero que más bien parecían estar huyendo de algo y a los que tras una semana verti- ginosa nunca más volvió a ver. Los estudiantes vivían dentro de su propio coche y uno de ellos parecía estar enfermo. Parecían como drogados y hablaban mucho y no comían nada, aunque ella les llevaba tortillas y frijoles que sustraía de su casa. Hablaban por ejem- plo, de una nueva revolución, una revolución invisible que ya se estaba gestando pero que tardaría en salir a las calles al menos cincuenta años más. O quinien- tos. O cinco mil. Los estudiantes conocían Villaviciosa pero lo que querían era encontrar la carretera a Ures o a Hermosillo. Cada noche hicieron el amor con ella, dentro del coche o sobre la tierra tibia del desierto, hasta que una mañana ella llegó al lugar y no los en- contró (Bolaño, 2004a: 697).
En los dos casos, Lalo Cura es un expósito, pero no un hijo de un hombre duro, tal como lo define Bolaño en su poema: Los hombres duros no bailan, inspirado en la novela y la película igualmente del mismo título del escritor norteamericano Norman Mailer:
Los hombres duros no bailan
los hombres duros llegan a pueblos limítrofes en horas oscuras los hombres duros no tienen dinero, malgastan el dinero, buscan un poco de dinero en habitaciones minúsculas y húmedas...
los hombres duros hacen el amor con camareras en habitaciones femeninas pobremente decoradas y se marchan antes de que amanezca... los hombres duros recogen las migajas de la memoria sin una
queja
hemos comido, dicen, hemos culeado, nos hemos drogado, hemos conversado hasta el amanecer con amigos
de verdad ¿qué más podemos pedir? Los hombres duros dejan a sus hijos desperdigados
por los grandes espacios de Norteamérica y Latinoamérica antes de enfrentarse con la muerte...
(Bolaño, 2007: 341-342).
VERMEREN Patrice (Directeur). Philosophie. Université París 8
GRAS MIRAVET Dunia. Instituto de Filologia Hispanica de la Universidad de Barcelona.
DIAZ MALDONADO Rodrigo. Instituto de Investigaciones Historicas Universidad Nacional Autonoma de Mexico
NAVET Georges. Philosophie. Université París 8
COQUIO Catherine. Littérature. Université Paris 7
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A. Bejarano |
En esos días y en Argentina unas lluvias torrenciales habían dejado 60 muertos, 200 desaparecidos, 100.000 evacuados, cosechas perdidas, una invasión de víboras; el lopezreguismo anunciaba que Héctor Cámpora sería acusado por un supuesto complot contra la vida del presidente Juan Domingo Perón; desde Córdoba llegaban rumores de un golpe de estado provincial y policial –que se concretaría días más tarde–; militantes de la Juventud Peronista habían sido secuestrados en Mar del Plata, Bahía Blanca, Buenos Aires. En Montevideo el gobierno militar había metido preso al gran Onetti, en Israel una refinería de petróleo volaba por una bomba palestina, en Chile moría torturado un dirigente del MIR, en Camboya los jemeres rojos estaban por tomar la capital y en Estados Unidos nuevas cintas sobre el Watergate parecían “complicar al presidente Nixon”. En medio de semejante zafarrancho –“le tocaron, como a todos los hombres, tiempos difíciles en que vivir”–, yo escribí sobre ese pie encontrado. Me han dicho que solía ser insoportable: un pendejo engreído que –ya entonces– no se dejaba corregir. Los periodistas, empezaba a entender, somos así.
Somos, pero ahora con diploma: en estos 40 años, el periodismo se convirtió en un oficio que se estudia. Es otro cambio decisivo: produjo profesores, analistas, gente que sabe y que perora, el delirio incluso de hablar de “ciencias de la comunicación”. Y un flujo incontenible de jóvenes perdidos: el periodismo se ve fácil, aprenderlo no suena complicado, hay periodistas que parecen ricos, que parecen famosos, que parecen tan vivos; miles y miles de chicos convirtieron su estudio en un boom inesperado.
Así que los periodistas dejaron de formarse según el mecanismo medieval del aprendiz: ya no se usa que un muchacho inquieto consiga –por insistencia, por contactos, por azares– acercarse a una redacción y empezar, desde lo bajo, a hacerse con los gajes. El mecanismo le daba al oficio un aura rara, que se correspondía con la ginebra, las noches largas, el humo, la sensación de estar fuera de algo. Un periodista, entonces, no tenía grandes posibilidades: podía, con suerte, escribir mejor que otros, averiguar más cosas, conseguir un aumento, ser jefe y olvidarse de escribir. No podía, digamos, armarse un programa de televisión para llevarse mucha plata en chivos y otras bestias de corral.
En esos días casi nadie firmaba una nota: en los diarios las notas no aparecieron con nombres hasta fin de los ochentas, cuando Página/12 empezó postulando que en sus páginas no se iba a firmar nada y terminó imponiendo la costumbre actual de firmar hasta el pronóstico del tiempo. Hace 40 años no: la enorme mayoría de los periodistas eran operarios de una cadena de producción, trabajadores.
Desde entonces el cambio fue doble, paradójico: por un lado, ahora para ser periodista hay que estudiar; por el otro, ahora todos somos periodistas –o muchos se lo creen. La difusión de noticias y mensajes ya no es prerrogativa de los medios: cualquiera puede hacerlo en internet. Los que tienen poder creen que se aprovechan: en twitter, por ejemplo, hablan sin que los interpelen. Los que no tienen poder creen que se aprovechan: en todos los espacios de la red, hablan. El problema, como siempre, es quién escucha. La ventaja, una riqueza insuperable –en la que a veces nos perdemos.
Está claro que hace 40 años había menos periodistas autónomos: menos free lance, menos autoproducción, menos espacios para hacer periodismo por sí mismo. Lo cual, por supuesto, permitía que las empresas y los gobiernos y los demás poderes controlaran mucho más el flujo de la información; también hacía que los periodistas se sintieran más unidos y más potentes en sus reivindicaciones: en esos días nadie trabajaba más que las seis horas del estatuto sin cobrar sus horas extras, por ejemplo.
Aunque en general las empresas periodísticas no eran grandes conglomerados ni estaban dirigidas por empresarios que no habían escrito más que cheques. Eran, si acaso, iniciativas de algún grupo político con ganas de influir o de algún periodista aventurero. En cualquiera caso, gente cuyo negocio no era contar pavadas para vender un poco más.
En diarios y revistas había, en general, notas más largas: más confianza en los textos. No habían aparecido esos editores que trabajan para lectores que no leen –ese animal inverosímil– y tratan de pelear contra el avance de los audiovisuales llenando las páginas de fotos dibujitos infografías colorines. Una revista como Primera Plana podía marcar el ritmo presentando texto corrido a cuatro columnas, títulos en cuerpo 20 una columna en el medio de la página y si acaso, de vez en cuando, una foto chiquita: cualquier profesor de diseño la mandaría a marzo, cualquier editor la rechazaría por inviable y, sin embargo, sigue siendo lo mejor que se hizo en la Argentina. Ese buen periodismo se ha vuelto tan raro que ahora lo llaman crónica.
Hace 40 años nadie decía la palabra fuente, nadie la palabra ética, nadie medio ni multimedio, nadie cobertura ni apertura. En cambio ya existía esta ilusión de que hay periodistas profesionales y periodistas ideologizados. Como si los “profesionales” no tuvieran ideología; como si creer que la propiedad es privada, las elecciones la manera de decidir gobernantes, la familia nuclear la forma de organización social primaria –y unas cuantas pautas más– no fuera una ideología. Llamamos ideología a ese conjunto de normas que, por tan impuestas, pensamos naturales. Obviamente no son: cambian con los cambios de poder, los tiempos.
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Margarita García Robayo |
En ceremonia celebrada en esa institución cultural continental, a 55 años de su creación y recién concluida la II Cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe, García Robayo mereció el lauro por \"Cosas peores\" y Fino Gómez por \"Lezama Lima: estética e historiografía del arte en su obra crítica\".
Bonnett, por su parte, se hizo acreedora del reconocimniento con el poemario Explicaciones no pedidas, que aborda con sobriedad y riqueza, al mismo tiempo, pequeños temas que no por ello dejan de resultar conmovedores.
En el género de teatro el primer lugar fue para el mexicano Alejandro Román Bahena por Blanco con sangre negra, en literatura brasileña Mario Magalhaes por Marighella: el guerrillero que incendió el mundo, y en literatura caribeña en inglés o creol David Austin, de Jamaica por Fear of the Black Nation: race, sex and security in sixties Montreal.
El premio de estudios sobre la mujer recayó en la venezolana Mariana Libertad Suárez por La loca inconformable. Apropiaciones feministas de Manuela Saénz (1944-1963).
Luiz Bernardo Pericás, de Brasil, quien fungió como jurado en el género de literatura brasileña, se agenció el Premio Honorífico de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada por su libro Che Guevara y el debate económico en Cuba, publicado en su patria, Argentina y Estados Unidos, y que resulta un aporte original en un tema poco ventilado por los investigadores.
Juan Villoro, de México, mereció el Premio Honorífico de Narrativa José María Arguedas por su texto Arrecife.
Al acto de premiación asistieron José Ramón Fernández, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Abel Prieto, también asesor del presidente cubano,
Rafael Bernal, ministro de Cultura, Roberto Fernández Retamar, presidente de la Casa de las Américas y Gustavo Adolfo Bell, embajador de Colombia en Cuba, entre otras personalidades.
Fundación para las letras mexicanas es la institución que administra y coordina la Casa Estudio Gabriel García Márquez. Ubicada en la colon...