Una entrevista a Blacky, personaje de la séptima con veinticuatro, centro de Bogotá, hecha por el canal Barcelombia (en Yooutube)
Barcelombia entrevista a Blacky
Una entrevista a Blacky, personaje de la séptima con veinticuatro, centro de Bogotá, hecha por el canal Barcelombia (en Yooutube)
Jaime Bayly: Matar a los críticos
En una entrevista breve al diario El Espectador el escritor peruano Jaime Bayly habla de su nueva novela (Morirás Mañana, Alfagurara, primera parte de una trilogía) en la que el protagonista, un escritor fracasado, cumple el último deseo antes de morir: matar a sus críticos y a sus principales enemigos. En la entrevista Bayly habla de temas recurrentes: política, periodismo, preferencias sexuales. Dice que todos somos bisexuales, que ama a sus hijas y espera ser perdonado por su matrimonio con una impúber. También que es perezozo, que admira a Vargas Llosa y que detesta a Laura en américa. Algunas preguntas y respuestas:
-¿Con qué nos encontraremos en ‘Morirás mañana’?
Es la historia de un escritor mediocre, fracasado (seguramente yo) al que un médico le da seis meses de vida. Ante la inminencia de la muerte decide que no quiere morir tranquilo, como una buena persona, y se propone a matar a sus peores enemigos.
-¿Qué tanto tiene usted de Javier Garcés, el protagonista del libro?
A mí me pasó lo que a él, un médico me dijo: estás muy mal. Y eso me recordó la cercanía de la muerte. También me la recordó un día en que Felipe Muñoz, un señor que trabajaba para el gobierno de Uribe, vino a decirme que iban a venir los agentes de Chávez a matarme. Entonces, cuando salía a caminar por las calles de Bogotá sentía un poco cerca la muerte, tanto por el vaticinio del médico como por lo que me dijo el señor Muñoz. Pensé: si voy a morir, quiero morir escribiendo, divirtiéndome matando imaginariamente a mis enemigos.
-¿Y quiénes son las víctimas de Garcés o “los cabrones de mala entraña”?
Las personas que han tratado de joderle la vida al escritor mediocre. Él elige el camino del rencor; preferiría perdonar pero no encuentra la manera de olvidar al editor que le robó o al crítico que escupió sobre su obra. A él lo que le jode más es que esos cabrones de mala entraña van a leer un día en el periódico que se murió y van a sonreír, entonces dice: “Yo no quiero que ellos se desayunen con la noticia de mi muerte, yo voy a propiciarles la muerte antes”.
Digitalizar las bibliotecas: Robert Darnton
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La dpla no descansará en una base de datos gigantesca y única. Será un sistema disperso que sumará colecciones de muchas bibliotecas universitarias, museos y demás instituciones. Dará acceso inmediato a documentos de muchos formatos, incluyendo imágenes, grabaciones y videos. Sin embargo, en un principio constará sobre todo de libros del dominio público. Google digitalizó cerca de dos millones de ellos, y copias de sus archivos digitales han sido depositadas en el HathiTrust, un repositorio digital establecido en Michigan para conservar los frutos de la digitalización emprendida por Google y otros proyectos digitales de sesenta bibliotecas participantes. Aunque la misión de Hathi es preservar, puede alcanzarse un acuerdo para que su acervo quede a disposición de la dpla. El Internet Archive, un organismo sin fines de lucro, dedicado a la digitalización y promotor del libre acceso, fundado por el ingeniero en sistemas y bibliotecario digital Brewster Kahle, también puede poner a disposición millones de archivos. Las bibliotecas universitarias de todas partes han digitalizado grandes porciones de sus colecciones especiales con independencia de Google. Por ejemplo, Harvard ha digitalizado y puesto a disposición de los usuarios, sin costo, 2.3 millones de páginas de material de dominio público para su Open Collections Program, y está cooperando con China en un programa para digitalizar 51 500 obras raras chinas de su Biblioteca Yenching. Los fondos gubernamentales son particularmente ricos. Los cincuenta estados han digitalizado gran parte de sus hemerotecas y esos acervos se han consolidado en torno a la Biblioteca del Congreso, que ya ofreció que este gran tesoro de información estaría a disposición de la dpla. Al combinar estas y otras fuentes, la dpla puede constituir una fundación de gran envergadura y profundidad. Por desgracia, las leyes del derecho de autor han impedido que el dominio público sobrepase el año 1923. La mayor parte de la literatura del siglo xx por lo tanto permanecerá fuera de los terrenos de la dpla, a menos de que pueda encontrarse alguna salida legal para incluirla. Y aun asumiendo que puedan ajustarse los derechos, ¿dónde quedaría el nuevo límite? Los participantes de la reunión de Washington enfatizaron que nada ha sido excluido en las discusiones acerca del alcance de las colecciones de la dpla. Algunos argumentan que debería extenderse hasta el presente, siempre que pueda alcanzarse un acuerdo para compensar a los titulares de los derechos. Si esto fuera posible, la dpla se convertiría realmente en una biblioteca “pú- blica” para todo el país. Pero igualmente enajenaría a las librerías públicas que ya existen, debido al peligro de que las autoridades locales recorten los fondos para las bibliotecas con el pretexto erróneo de que la dpla proporcionaría su material básico. Por mi parte, pienso que la misión de la dpla debe definirse de una manera que sus servicios se distingan claramente de los de las bibliotecas públicas existentes. Debería dejarse que ellas proporcionen a sus usuarios el material más reciente —sean novelas de gran venta o revistas o dvd— y complementar esta función proporcionando libre acceso al corpus general de libros que constituye la herencia literaria mundial. ¿Hasta dónde deberían llegar estas colecciones?
Más abajo del artículo Darnton, en la misma gaceta (la diagramación es confusa) hay un fragmento sobre el caso de digitalización de las bibliotecas mexicanas. Dice la autora:
Muchos portales de bibliotecas y archivos se resisten a soltar su endogamia y abrirse sin más al mundo. Quien busca ligar el documento a un proyecto institucional aburre rápidamente. No sólo hay que estar preparado para lanzar al viento los tesoros —aunque por lo común sin que puedan ser reproducidos a partir de la copia que se ofrece—, sino a que el propio portal de uno se desgaje para dejar entrar a buscadores como Google directamente al documento individual, sin pasar por la carátula institucional, el registro y otros protocolos anticuados. Es ahí donde muchos grandes proyectos pierden atractivo, a pesar de sus méritos. Porque a final de cuentas los sitios de internet son proyectos editoriales, en los que importa la claridad del enfoque y una presentación llana y alegre.Artículos en la gaceta del Fondo de Cultura Económico, reproducido por Elboomerang.com
La generosidad auspiciada por el medio es emocionante. En Gallica, primera página, elijo por ejemplo “Honoré de Balzac”: aparecen enlistados, con una imagen cada uno, 7 877 resultados en 526 páginas.
Retratos, ilustraciones, correspondencias y toda la obra del autor, en numerosas ediciones. Elijo una novela histórica en su primera edición: se abre inmediatamente. Prefiero guardarla, en instantes está alojada en mi aparato y, con un poco de suerte o de habilidad, aparecerá además en los otros instrumentos que tengo. ¿Qué más puedo desear? El propio método de búsqueda conduce a elegir a quien nos dé respuesta: así cae uno en sitios cuya pertenencia con frecuencia ni siquiera buscamos averiguar. Hay desorden, confusión y una abundancia de riquezas. Uno toma lo que sea, ¿para qué ser selectivo cuando se trata de llegar al documento, al dato, con la mayor velocidad? Tómalo y deséchalo. Porque existe además la sensación de precariedad: hoy un sitio aparece, mañana quien sabe. Hay fallas, hay mucho que un usuario común no puede entender y mucho menos dominar. No hay permanencia, o no depende de nosotros. Tengo una pequeña agenda alfabética para todas mis claves y contraseñas, y ni así logro dominar las revistas y servicios que he pagado. Además el servicio de internet está lejos de ser igual en todos lados. Finalmente lo que te dan o te quitan depende de decisiones empresariales, de los cálculos o la codicia de una o varias empresas. ¿En manos de quiénes quedó la cultura?
Imágen: Robert Darnton, Bibliotecario de Harvard
Caparrós: El proyecto del hambre
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Creo que este proyecto empezó acá. Fue hace unos años, un día, en uno de estos pueblos, sentado con Aisha sobre una alfombra de mimbre delante de la puerta de su choza, cuando ella me contaba sobre la bola de harina de mijo que comía todos los días de su vida y yo le pregunté si realmente comía esa bola de mijo todos los días de su vida y tuvimos un choque cultural:Imágen: Hector Aceves, Portraits in Africa, en Amazon
–Bueno, todos los que puedo, sí. A veces no tenemos.
Me dijo y bajó los ojos con vergüenza y yo me sentí como un felpudo, y seguimos hablando de sus alimentos y la falta de ellos y yo, tilingo de mí, me enfrentaba por primera vez a la forma más extrema del hambre y al cabo de un par de horas de sorpresas le pregunté –por primera vez, esa pregunta que después haría tanto– que si pudiera pedir lo que quisiera, cualquier cosa, a una especie de mago capaz de dársela, qué le pediría. Aisha tardó un rato, como quien se enfrenta a algo nuevo.
–Quiero una vaca que me dé mucha leche, entonces si vendo un poco de leche puedo comprar las cosas para hacer buñuelos para venderlos en el mercado y con eso más o menos me las arreglaría.
-Pero lo que te digo es que el mago te puede dar cualquier cosa, lo que le pidas.
-¿Todo lo que le pida?
-Sí, lo que le pidas.
-¿Dos vacas?
Dice, tímida, y trata de explicarme:
-Con dos sí que nunca más voy a tener hambre.
Era tan poco, pensé primero.
Era tanto.
Valeria Luiselli y los electroencefalogramas
El periódico digital Rusia Hoy presenta una entrevista a la escritora mexicana Valeri Luiselli, quien publicó en 2010 un libro de ensayos, Papeles Falsos con Sexto Piso. Luiselli se ha probado también como novelistas con Los ingrávidos. La entrevista versa sobre algunas de las características de la obra de Luiseññi: el ensayo, la fragmentación, la poesía, las lenguas, el viaje. Una de las búsquedas que ha tenido Luiselli es la obra de Joseph Brodsky.
Pregunta Marta Rebón:
MR.- Brodsky dijo antes de salir de la Unión Soviética, en 1972, que daba gracias a Dios de haber permanecido en este mundo sin una patria. La literatura del siglo XX se ha nutrido mucho del desplazamiento, del exilio. En tu caso, has estado en muchos países y ahora vives a caballo entre México y EE.UU. ¿Cómo te ha estimulado literariamente?
VL.- No me considero una exiliada… Crecí en 7 u 8 países diferentes pero nunca conocí, afortunadamente, la experiencia del verdadero exilio: nadie perseguía a mi familia, nunca nos escondimos de un gobierno, siempre tuvimos –hasta cierto punto– la posibilidad de volver. Ahora es distinto y no. Mi marido, mi hija y yo migramos a Estados Unidos por motivos profesionales y económicos –y sí, también, de algún modo huyendo de la violencia, del horror, de los contantes asaltos y robos que padecimos en México en los últimos años. Estamos muy felices en Nueva York. Pero claro, ser escritor hispano en Estados Unidos es ser escritor de segunda categoría. No solo es apabullante la estadística: apenas el 3% de los libros que se publican anualmente en Estados Unidos son traducciones de otras lenguas; sino que el medio editorial es quizá el medio más monolingüe de todos. Me imagino que eso empezará a cambiar –wishful thinking?– tal vez.
MR.- En tus textos aparece más de un autor cuya obra escribió en varias lenguas, como Brodsky. Pero también compartes tu propia experiencia escribiendo en dos idiomas, en dos culturas.
VL.- No estoy cómoda en ninguna lengua. Nunca lo he estado. Eso, tal vez, me ha obligado a explorar de forma muy meticulosa las dos lenguas en las que escribo: el inglés y el español. También, de alguna manera, he dejado –muy conscientemente– que una contamine a la otra. No salpicando palabras de una en la otra, sino llevando estructuras sintácticas a límites que, tal vez, no son tan comunes en una lengua, transponiendo formas, mezclando cadencias. Muchas veces, escribo primeras versiones de párrafos en inglés, y luego los traduzco yo misma al español. Luego, cuando alguno de mis textos se está traduciendo de nuevo al inglés, me involucro en el proceso, reescribo cosas, hago infinitos cambios, y muchos de esos cambios se reincorporan después al texto en español. Ese modo de trabajo –el vaivén constante entre las dos lenguas– es el único que ahora me parece concebible.
MR.- Escribes en ‘Papeles falsos’: “Se ha comparado muchas veces a las ciudades con el lenguaje: se puede leer una ciudad, se dice, como se lee un libro, pero la metáfora se puede invertir. Los paseos que hacemos a lo largo de las lecturas, trazan los espacios que habitamos en la intimidad”. ¿La experiencia lectora es tan real como lo que sucede allá fuera? Brodsky supo de Venecia por una lectura. Luego, cuando la conoció, le pareció aún más interesante de lo que había imaginado.
VL.- No hay una división, digamos, ontológica entre ambas cosas; no hay “grados” de realidad entre una y otra. Por supuesto: el dolor de parto o el duelo por un familiar muerto se experimentan de forma distinta al párrafo más sublime o al más desgarrador. Pero el dolor de parto está, también, atravesado por alguna lectura que hicimos, y nuestra experiencia de la muerte es inseparable de las muchas muertes que hemos encontrado en los libros. Muchas personas dividen tajante y categóricamente la vida real de la lectura. Es una división absurda porque la lectura es orgánica a la vida interior y, por ende, a la manera en que nos relacionamos con el mundo. Lo que leemos no ocupa un lugar apartado –ni privilegiado ni inferior– de lo que vemos u oímos o experimentamos por cualquier otra vía. Cuando alguien dice que tal o cual escritor es demasiado “libresco”, por ejemplo, porque recurre a citas y referencias, pienso que esa persona nunca ha leído realmente un libro– o que no se ha dado cuenta de que lo que ha leído constituye parte integral de su manera de entender el mundo.
MR.- Reflexionas también sobre cuántas vidas y muertes caben en la existencia de una persona. Brodsky habla de su vida en San Petersburgo como de su “reencarnación anterior”…
VL.- ¿Sufro reencarnaciones? ¿Esa es la pregunta? Es una buena pregunta. Mi madre –que cree en cosas raras– de seguro te diría que sí. Yo no sé. Pero es cierto que las personas que nos mudamos muchas veces de país, o que vivimos durante muchos años entre dos países y dos lenguas –o en ocasiones más de dos– tenemos una reserva amplia de personalidades guardadas bajo la manga. Yo lo noto en mi tono de voz: sueno como una persona completamente distinta según el idioma que hable. (Pero de seguro nadie nota esto más que yo).
MR.- ¿En qué medida tu naturaleza nerviosa se refleja en la manera, por ejemplo, en que has estructurado tu ensayo, o en la longitud, o en la concisión? Brodsky se definía así: “Solo soy un hombre nervioso por circunstancias propias y ajenas, pero muy observador”. Luego recuerda a un colega con una frase muy divertida: “No tengo principios, lo único que tengo son nervios”.
VL.- Nunca había pensado en mis decisiones formales en la escritura en términos de mis conexiones nerviosas. Pero tal vez un electroencefalograma revelaría que sí, que lo que escribo en realidad me lo dictan los impulsos eléctricos naturales de mis nervios y los temblores internos de mis células.
MR.- Tanto en tu obra de ficción como en tu ensayo das mucha importancia a la estructura, que nunca es lineal. Brodsky afirmaba que lo que hace que una narración sea buena no es la historia en sí misma sino qué sigue a qué en una historia.
VL.- Estoy de acuerdo con Brodsky en eso, como en tantas otras cosas. Un buen libro no es solo una buena historia, sino una buena historia contada de la única forma en que es realmente posible contarla.
Desnuda contra la piratería
Se llama Vanessa de Oliveira, ex prostituta y memorialista. Se desnudó en Sao Paulo y en Lima al descubrir que su libro ha sido pirateado. Exige que se incrementen las penas contra los piratas.
Solo falta que la acompañe Paulo Cohelo en Guadalajara 2012.
La nota en El Espectador.
Guillermo Arriaga por Sandro Romero Rey
Guillermo Arriaga, escritor mexicano, archiconocido en el mundo por ese rótulo que acompaña los carteles de películas basadas en sus trabajos: "del guionista de 21 gramos, Babel y Amores Perros" estuvo en Bogotá dictando un taller de guión de entrada gratuita, durante la celebración de los 50 años de la Cinemateca Distrital. En la revista Número, Sandro Romero Rey, director de teatro y escritor, organiza sus notas y una breve entrevista en la que orquesta todo de forma no lineal, con la técnica de Arriaga, en un estupendo reportaje. Dice Sandro Romero Rey:
—Hace algunos meses vino Robert McKee a Bogotá, Guillermo; .lo sabías?
—Si, alguien me lo dijo.
—Tu venida se ha considerado la respuesta ≪latinoamericana ≫ a un curso carísimo, que lleno el teatro Jorge Eliecer Gaitán con más de mil personas ansiosas por aprender el secreto para escribir grandes guiones. .Conoces a McKee?
—Si, lo conozco. Bob me cae muy bien.
—.Y qué opinas de sus celebres charlas maratónicas de ocho horas por día?
—McKee es un cartógrafo. Te ensena a establecer mapas para seguir caminos. Es muy interesante. Su libro Story es un clásico. Lástima que McKee no escriba guiones.
—McKee analizo películas con un rigor escalofriante. Analizo Casablanca casi plano por plano. .Tienes guionistas que te gusten especialmente?
—No sé. Me gusta Sam Shepard.
—.Y Billy Wilder?
—No especialmente. No me considero un cinéfilo. Me gusta más lo que la literatura le ha aportado al cine.
—Pero por algún lado te debió haber tocado Buñuel, .no?
—A Buñuel lo vi alguna vez. Nunca le hable, pero allí estaba.
—Esta mañana, en tu charla, reivindicaste la figura del guionista como la de un creador. Me gustaría saber qué piensas del cine de autor que tanto defendieron los realizadores franceses en los años sesenta.
—Bueno, ellos defendían el cine de autor porque no solo eran directores sino también escritores de sus películas.
—Pero defendían a nombres legendarios de la historia del cine, como Hitchcock, como Ford, como Howard Hawks, que no eran precisamente escritores de todos sus filmes…
—Si, es cierto. Tú escribes?
—Si, escribo. Me gusta mucho escribir y dirigir teatro. .Te interesa el teatro?
—Perdí sus códigos para siempre. Ya no me conecto cuando voy al teatro. Todo me parece falso. Aunque, cuando estaba en la secundaria, por fortuna, tenía un curso obligatorio de teatro y, a lo largo de mi adolescencia, participe como en veinte obras. Esa experiencia fue muy importante para mí.
—Y el cine mexicano de la Edad de Oro?, .te intereso en su momento?
—Si, aunque mi formación viene fundamentalmente de la literatura. Me interesan mucho mas Faulkner, Shakespeare, Pio Baroja. Y de Colombia, por supuesto García Márquez, Mutis, Hernando Téllez…
—El de ≪Espuma y nada mas≫?
—El mismo. Ese cuento es una absoluta obra maestra. Oye, disculpa por haber llegado tarde, pero me quede dormido. Nunca me pasa.
—No te preocupes, Guillermo. Hay cosas peores.
Los Juegos Olímpicos, según Banksy
Romper todos los listones y marcas mundiales es una perversión feliz de una humanidad que pasó la lista de los siete mil millones. En deportes, o en cultura, la excelencia es extorsionada por el evento Magno que valida o invalida a través de filtros de acceso. En los años 60s, un grupo de editores europeos quisieron crear un premio superior a la medalla de oro y el cheque y el prestigio que otorga el Nobel. Superior, porque lo otorgarían autoridades probadas de la literatura: los propios editores de 13 países, con escritores y críticos como jurado. El premio se llamaría Formentor y sería el marcador de la excelencia literaria, solo que en un arrebato de desambiguación, sin saber cómo medir la excelencia, el primer premio se lo tuvieron que entregar a Borges y a Beckett, compartido. El premio (aunque se ha tratado de revivir en los corrientes dándoselo a los que morirán sin nobel: Fuentes, Goytisolo) nunca funcionó, por supuesto, porque la excelencia tiene que ver con dinero y el fondo común de los editores nunca cuajó, y porque tampoco pudieron tener un jurado de paleta numerada tipo Juegos Olímpicos y los sabios, con sus celos y preferencias soterradas, nunca se ponen de acuerdo.
En Londres, donde se acaba de medir la excelencia de gente que entrena una vida para resbalar o alcanzar la gloria en una prueba de 20 segundos, dos graffiti de Banksy aguaron la fiesta y denunciaron el derroche y ostentación de las olimpiadas 2012. Voces críticas sugieren que Banksy, quien vende sus diseños por millones de dólares, está invalidado para buscar la viga en el ojo ajeno. Pero esto provoca una cuestión: ¿No son las casas de subastas los pares funcionales del comité olímpico o de la Academia Sueca? Dice la nota:
Las intervenciones, cuya localización no ha sido determinada, están hechas al más puro estilo Banksy (plantilla y uso de spray negro y blanco) y mantienen el usual mensaje de denuncia del artista.
Una de ellas refleja a un saltador de pértiga que salta una alambrada real y está a punto de caer en una almohada, también real, sucia y en muy mal estado. Varias páginas en internet opinan que Banksy pretende denunciar con esta obra la cantidad de indigentes que duermen en la calle, algunos de ellos después de haber cruzado fronteras de manera ilegal.
La segunda muestra a un tirador de jabalina que está a punto de lanzar un misil. El street artist, en esta ocasión, arremete contra la decisión del Ejecutivo británico de colocar baterías de misiles antiaéreos en las azoteas de diversos domicilios cercanos al parque olímpico.
El street art, movimiento muy arraigado en Gran Bretaña desde hace años, se ha convertido en algo que incomoda a las autoridades inglesas ya que airea aspectos relacionados con el evento que la organización prefiere ocultar.
La BTP (British Transit Police) emprendió la semana pasada su particular caza de brujas al detener y registrar las casas de varios artistas relacionados con el graffiti y el street art.
Marilyn Monroe, patética criatura
Todos los que dicen que era la mujer más bella del mundo, la adorable criatura, lo dicen con ojos testiculares. Él, que oyó su llanto inexplicable mientras dormía en su cama, que olió su aliento de amanecer, que soportó las tormentas de su periodo regular, que observó al detalle las raíces del negro despigmentando al rubio, dijo:
"¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?"
Vidas Rebeldes, memorias de Artur Miller, 1988
Una nota de Javier Molina sobre la fantasía que resucita a Marilyn todos los días, en El País, a 50 años de la rubia sin oro.
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