Creo que este proyecto empezó acá. Fue hace unos años, un día, en uno de estos pueblos, sentado con Aisha sobre una alfombra de mimbre delante de la puerta de su choza, cuando ella me contaba sobre la bola de harina de mijo que comía todos los días de su vida y yo le pregunté si realmente comía esa bola de mijo todos los días de su vida y tuvimos un choque cultural:Imágen: Hector Aceves, Portraits in Africa, en Amazon
–Bueno, todos los que puedo, sí. A veces no tenemos.
Me dijo y bajó los ojos con vergüenza y yo me sentí como un felpudo, y seguimos hablando de sus alimentos y la falta de ellos y yo, tilingo de mí, me enfrentaba por primera vez a la forma más extrema del hambre y al cabo de un par de horas de sorpresas le pregunté –por primera vez, esa pregunta que después haría tanto– que si pudiera pedir lo que quisiera, cualquier cosa, a una especie de mago capaz de dársela, qué le pediría. Aisha tardó un rato, como quien se enfrenta a algo nuevo.
–Quiero una vaca que me dé mucha leche, entonces si vendo un poco de leche puedo comprar las cosas para hacer buñuelos para venderlos en el mercado y con eso más o menos me las arreglaría.
-Pero lo que te digo es que el mago te puede dar cualquier cosa, lo que le pidas.
-¿Todo lo que le pida?
-Sí, lo que le pidas.
-¿Dos vacas?
Dice, tímida, y trata de explicarme:
-Con dos sí que nunca más voy a tener hambre.
Era tan poco, pensé primero.
Era tanto.
Pablo Di Marco Tantas veces me han pedido mi opinión sobre temas de los que no tengo la menor idea, tantas veces me han pedido que escriba artículos sobre cuestiones inverosímiles… Hoy podré darle un respiro a mi inutilidad. ¿Por qué? Porque los amigos de Revista Corónica quieren saber cuáles son mis cinco poemas favoritos que giren en torno a Buenos Aires. No se me ocurre trabajo más sencillo y grato. Podría nombrar cincuenta. Buenos Aires transpira literatura. En cada esquina, farol y empedrado se esconde la huella de algún poema, cuento o novela. No nombraré a los mejores, nombraré a los más queridos, a esos que viajan siempre conmigo, esos que recito y tarareo sin siquiera pensarlo. “Setenta balcones y ninguna flor” de Baldomero Fernández Moreno Este poema eclipsó al resto de la obra de Baldomero Fernández. ¿Cuál es su secreto? Intuyo que una irresistible alquimia de encanto, inocencia y sencillez. A lo que debemos sumarle el eterno debate en
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