Este libro llegó providencialmente como llegan casi todos los libros memorables. Ni por asomo se me habría ocurrido que Murakami fuera un atleta consagrado; a veces uno no se da cuenta con cuánta persistencia se arraigan los clichés, los prejuicios, las falsas ideas un tanto parroquianas como esa de que los escritores son o somos- debería incluirme pese a la hilarante exigüidad de mis éxitos- personas sedentarias y un tanto fofas, aparentemente interesantes pero propensas a la obesidad, con una vida interior colorida y una consciencia de su cuerpo escasa. Murakami es la prueba reina de que no todos los escritores son así, todos son diferentes, se cuenta entre ellos una bien nutrida gama de personalidades diversas, opuestas, únicas.
¿De qué habla Murakami cuándo habla de correr? De disciplina, dolor, sacrificio, voluntad, satisfacción, éxito… temas todos aparentemente prosaicos, alejados de la atmósfera mágica e irreal de sus novelas, temas propios de los libros de auto superación personal que todos hemos desdeñado alguna vez.
Por momentos me caía gordo Murakami con su severidad y su preocupación por el estado físico, pero de vez en cuando venía una que otra comparación entre el acto de correr y el de escribir novelas que yo leía ávida pues se trata de alguien cuyo consejo es valioso. El tono lapidario e intimista de fragmentos como el siguiente me sedujo:
“De todos modos, ésta es sólo mi opinión, pero, para empezar, cabría preguntarse si es teóricamente posible que un novelista sea objeto de aprecio por parte de alguien. No lo sé. Tal vez sea posible en algún lugar del mundo. Supongo que no se puede generalizar. Pero al menos a mí me resulta difícil admitir la posibilidad de que, durante todos estos años escribiendo novelas me haya granjeado el aprecio de alguien en particular.”
Poco a poco el libro fue tocándome y empecé a cuestionar mi vida, mis hábitos, mi personalidad…en fin, una labor nada agradable pero necesaria. Ver la voluntad férrea de Murakami cuando resolvió convertirse en escritor y cuando, con el deseo frenético de superarse a sí mismo, intentaba ir más allá de los límites de su propio cuerpo y de su mente me hicieron observar la manera como llevo mi vida y cobrarme viejas deudas como la inasistencia al gimnasio, la pérdida de tiempo, los hábitos alimenticios malsanos y todas aquellas cosas que parecen pequeñas pero constituyen el combustible necesario para llevar una buena vida, una vida con metas claras, haciendo cosas dignas de hacerse como escribir.
¿Cómo es posible que aunque me duele todo el cuerpo no haga nada y me quede quejándome y empeorando mi salud? Dicho así suena trivial, pero esa pregunta aparentemente vana lleva a otra no tan despreciable ¿Dónde está el valor para transformar la propia vida? De uno depende ser quien quiere ser, el hombre se hace a sí mismo y si uno no puede vencer sus limitaciones y ser mejor cada día, entonces es uno más del montón, en palabras de Murakami: quien no se supera a así mismo está perdido.
Si uno de verdad está seguro de que aquello a lo que se dedica vale la pena debe asegurarse de tener la energía necesaria para avanzar al máximo, eso es algo que el ejercicio posibilita. El cuerpo es el templo del alma, sin cuerpo no hay alma y sin alma no hay nada. Un cuerpo saludable aloja una mente clara, no necesariamente sana, pero fuerte.
"A veces algunas personas se dirigen a los que corremos a diario para preguntarnos burlonamente si lo que pretendemos con tanto esfuerzo es vivir más. La verdad es que yo no creo que haya mucha gente que corra a fin de vivir más. Más bien tengo la impresión de que son más numerosos los que corren pensando: "No importa si no vivo mucho, pero, mientras viva, quiero al menos que esa vida sea plena" Por supuesto, es mejor vivir diez años de vida con intensidad y perseverando en un firme objetivo que vivir esos diez años de un modo vacuo y disperso. Y yo pienso que correr me ayuda a conseguirlo."
Se trata de vivir satisfecho, con la certeza de haber llegado al máximo de su desarrollo, de haber luchado contra sus limitaciones, de haberse resistido a la vejez, al deterioro que produce el paso del tiempo.
Recomiendo este libro, me hizo caer en cuenta de muchas cosas, fue un jalón de orejas. Algunas veces es necesario ver lo que no queremos ver y tomar cartas en el asunto. Ver hasta dónde es sabio aceptar las limitaciones propias y cuándo no es más que conformismo, excusas para no asumir la responsabilidad por uno mismo y cambiar. Termino con uno de esos fragmentos donde Murakami no sólo habla de correr sino también de escribir:
“Puede, que, en parte, viéndolo en retrospectiva, deseara voluntariamente el aislamiento. Para las personas que tienen una profesión como la mía, aunque con sus diferencias, aislarse es un camino inevitable. A veces, no obstante, ese aislamiento, como ocurre con el ácido que se ha salido de la botella, va poco a poco, sin que uno se dé cuenta, corroyendo y disolviendo el espíritu. Es una afilada arma de doble filo: el tiempo que protege el espíritu, va también socavando, poco a poco y sin descanso, sus tabiques. Supongo que yo ya conocía, a mi manera (tal vez por experiencia), su peligrosidad. Y precisamente por ello he tenido que ir aliviando y relativizando ese aislamiento a fuerza de hacer trabajar mi cuerpo de manera ininterrumpida y, en ocasiones, a fuerza de llevarlo hasta sus límites. De una forma más intuitiva que voluntaria.”
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