Holmes, el francotirador que la semana pasada masacró en Denver, Colorado, a los asistentes de la premier del Batman, se ha convertido, por esa inversión de la ficción en realidad, en el verdadero Guasón, enemigo del superhéroe y terror de ciudad gótica. Nuevamente, la vida plagiando a la ficción.
En la novela Donde van a morir los elefantes, una de sus últimas obras, José Donoso narra la vida de un intelectual latinoamericano pulverizado por la cátedra en una universidad de Estados Unidos (el lugar donde van a morir los elefantes: las aulas). Allí un estudiante chino comprará un arma y abrirá fuego contra la facultad de matemáticas.
Otro autor latinoamericano, Mario Mendoza, también ha abordado el tema del asesino deliberado al ficcionalizar la vida y muerte de Campo Elías Delgado, el asesino del restaurante El pozzeto que 1985 mató a su madre, a su estudiante y a otras 20 personas en Bogotá antes de suicidarse. En su blog, Mendoza se refiere esta semana a Holmes y a este nuevo giro en la tipología de asesinos deliberados: el que fabrica su vida con retales de la ficción sangrienta.
Dice Mario Mendoza sobre los Super Villanos:
No estamos obligados ni sometidos a ser una identidad cerrada y estricta. Podemos girar, torcer, reinventarnos, modificarnos. Hay ejemplos magníficos de estas transformaciones. En una columna anterior hablé de la Liga de Súper Héroes de la Vida Real en Estados Unidos. Son tipos del común que un día deciden ser otros, y se ponen una capa, unas botas, una máscara y salen a ayudar a los demás, a defenderlos de ladronzuelos, violadores y asesinos. Viven en apartamentos destartalados, andan en patineta, en bicicleta o en carros viejos, y trabajan en tiendas o son electricistas.
El movimiento de súper héroes de la vida real ya llegó a Inglaterra y a otros países como México y Argentina. Y no son súper héroes de las tiras cómicas (como Aquaman o el Hombre Araña), sino héroes inventados por ellos mismos, bautizados por esos individuos que en el día pueden atendernos en una ferretería o en una oficina de finca raíz.
Lo que sucede es que hasta ahora habíamos visto estas transformaciones sólo en un bando, el de los buenos, el de los salvadores, el de los valientes defensores de la moral y las buenas costumbres. Muchos psiquiatras han dicho que son seres frustrados o machacados por un sistema que nos les permite alcanzar sus sueños e ideales. No estoy tan seguro. A mí me parecen, como Don Quijote, encantadores, poéticos y muy lúcidos. Son divertidos y me gusta que desplacen el concepto de lo real varios metros más allá.
El problema es que ahora apareció el primer Súper Villano, el primer individuo que encarnó en la vida real a un malo de verdad: el joven James Holmes, un destacado estudiante que estaba cursando un doctorado en neurociencias y que llevaba ya un buen tiempo investigando el comportamiento del cerebro en estados de irrealidad. En Internet circula un video en el que se le ve a los 18 años haciendo una exposición sobre las ilusiones temporales en la mente. Esto es, Holmes no es un tipo cualquiera, ni un acomplejado que decide un buen día vengarse de una sociedad que lo ha despreciado y humillado. No. Es un investigador de cómo el cerebro puede ampliar el concepto de lo real hasta el punto de crear conductos que van y vienen de la inmediatez palpable por los sentidos a la virtualidad intangible. Y pertenece a una clase social adinerada y a una familia estable que siempre lo ha querido y admirado por su sobresaliente inteligencia.
El problema que tenemos con él es que decidió experimentar no con una imagen bondadosa e ingenua, sino con un asesino despiadado que ataca de manera indiscriminada. Si hubiera decidido, como muchos otros, ser Superman o Meteoro, nos hubiera parecido un muchacho lúdico y divertido. Pero no, decidió encarnar al primer súper villano que cruza la línea de lo virtual y que llega hasta nosotros convertido en un spree killer (asesino relámpago) que en el estreno de la nueva película de Batman dejó 12 muertos y decenas de heridos en Colorado.
Holmes utilizó la noche de la masacre un rifle AR-15, una escopeta Remington, una pistola Glock calibre punto 40, chalecos antibalas, protectores para el cuello y la ingle, granadas de gases lacrimógenos y de humo, y armó bombas en su apartamento por si la policía llegaba a arrestarlo. Se tinturó el cabello de un rojo anaranjado y llevaba una máscara antigases. Cuando la policía le preguntó quién era durante el arresto, él contestó sin titubear:
-El Guasón.
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