A una veintena de libros de viajes, memorias, novelas y relatos a la que siempre habrá que añadir un centenar de libros de emblemáticos autores traducidos (Brandys, Ford Madox Ford, Rober Graves, Lowry, Andrejewsky) Sergio Pitol, Premio Cervantes 2005, es uno de los grandes escritores mexicanos vivos. El 18 de marzo el autor cumplirá 80 años y desde EME-EQUIS Trino Maldonado enumera su importancia y su legado. Aquí la entrevista que le dedicó el escritor colombiano RH Moreno Durán (presenta Margarita Vidal) a Sergio Pitol para la televisión en los años 90s.
Y aquí un fragmento de la nota de Maldonado:
Corría 1965. Pitol llevaba dos años viviendo en Varsovia y varios más sobreviviendo en Europa gracias a su oficio como traductor, cuando recibió una carta procedente del sur de Francia. La firmaba un tal Witold Gombrowicz. En la creencia de que se trataba de una broma, Pitol se la mostró a algunos amigos polacos que se quedaron estupefactos. Era, en efecto, una misiva de Gombrowicz. Dirigida a un joven escritor mexicano residente en Varsovia. En ella, el polaco le contaba que había leído su traducción al español de Las puertas del paraíso, de Jerzy Andrzejewski, y que le había causado tan buena impresión que le preguntaba si le gustaría traducir su Diario argentino. Y así fue. Tiempo más tarde aparecería en Buenos Aires bajo el sello de Editorial Sudamericana. Gombrowicz resultó ser para Pitol lo mismo que ese ciego del cuento Catedral de Raymond Carver: un mediador que a cuatro manos demoliera primero una catedral entera para transportarla y reconstruirla luego en otra topografía distinta, con diligencia y con cariño, piedra por piedra, hasta lograr erguirla de nuevo.
Hay, por fuerza, en todo ejercicio de traducción, un acto de creación. Traducir es, necesariamente, deconstruir, analogar, reinventar, volver a efectuar un acto de creación. Octavio Paz dice que la traducción literal no es una traducción. Que siempre, en prosa o en verso, la traducción implica una transformación del original y que esa transformación no es y no puede ser sino literaria porque utiliza los dos modos de expresión a que se reducen todos los procedimientos literarios: la metonimia y la metáfora.
Paz hace notar que el poeta, cuando escribe, no sabe cómo será su poema; el traductor, cuando traduce, sabe que su poema deberá reproducir el poema que tiene bajo los ojos. “Es una operación paralela, aunque en sentido inverso a la creación poética. Su resultado es una reproducción original en otro poema que no es tanto su copia como su transmutación. El ideal de la traducción poética, según alguna vez la definió Valéry de manera insuperable, consiste en reproducir con medios diferentes efectos análogos”.
Jorge Luis Borges llega a declarar que la traducción le parece una operación del espíritu más interesante que la escritura inmediata, porque el traductor sigue un modelo visible y “no un laberinto inapreciable de proyectos difuntos o la acatada tentación momentánea de una facilidad”. Se burla de la creencia normal de la inferioridad de las traducciones. Él mismo parece haber llevado esa burla a la práctica en su grado máximo con su Piérre Menard. Siguiendo esta lógica, podríamos aventurarnos a decir, incluso, que si la ópera prima de Piérre Menard fue El Quijote, entonces la primera novela de Sergio Pitol no fue El tañido de una flauta, sino El buen soldado.
Asegura Tinianov que, cuando una generación carece de padres, invariablemente debe dialogar con los tíos, con los abuelos o con parientes más lejanos. En este sentido —y aquí creo hablar por buena parte de mi generación—, Sergio Pitol y sus colegas y contemporáneos han significado bastiones invaluables para las nuevas comunidades lectoras, faros que han echado luz sobre territorios ricos y caudalosos pero hasta antes de ellos inexplorados. A la influencia y a la generosidad de la generación de la Casa del Lago, y en especial a Pitol o García Ponce, por ejemplo, les estamos en deuda infinita por su vocación traductora. No sólo modificaron con su obra, con su ideario y sus acciones, el panorama de la literatura nacional para siempre; sino que, además, trajeron a nuestro continente, como pocas otras generaciones han hecho, una pléyade de autores hasta entonces inusitados o inconseguibles en nuestra lengua.
Imagen: CVC
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