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Colombia en el cine universal, de Dixon Acosta

Alguna vez había que ver la incidencia de las gallinas como motor de la tergiversación de Colombia en el cine extranjero. El libro de Dixon Acosta trata de ser un primera aproximación: Colombia en 300 películas extranjeras. Una "Columbia" inventada, pintoresca, atradasa, sobreexpuesta. Dice Acosta en su blog:

La Bogotá del cine extranjero es una ciudad ficticia, con muchas caras, sin mostrar su verdadero rostro a los espectadores del mundo. Curiosamente la única película hollywoodense, con escenas filmadas en Bogotá, fue “Los Aventureros” (dirigida por Lewis Gilbert), un discutible drama de acción, con un espectacular reparto internacional de talentos, que transcurría en un país imaginario llamado Corteguay. Hay una imagen bastante curiosa de esta filmación en donde se observa la Plaza de Bolívar, pero sin Bolívar y con la estatua ecuestre del supuesto dictador del que habla el filme.
Bogotá en Los Aventureros
Más recientemente en 2009 se grabó la serie extranjera ¨Mental¨, la cual recrea en la capital de Colombia, la ciudad estadounidense de Los Ángeles en una paradoja digna de película.
De la galería mencionada en los primeros párrafos, quizás la más deplorable muestra de ignorancia cinematográfica haya sido “Sr. y Sra. Smith”, con una Bogotá semirural, de clima caliente, bombardeada y con habitantes que oscilan entre acentos caribeños o mexicanos. Algo similar ocurre con ¨Colombiana¨, en donde la protagonista sólo exhibe el nombre de Cataleya (orquídea colombiana), como distintivo nacional. De las distorsiones propias de Hollywood, las que más se acercaron a la realidad urbana de Bogotá, fueron “Green Ice” (El gran robo de las esmeraldas”) y “Peligro Inminente”, pero nunca fueron filmadas en Bogotá, sino en México. Son las caras ajenas de Bogotá.
El rostro real de Bogotá, es aquel que los aficionados al cine, hemos recorrido saliendo desde los viejos teatros y salas con puertas a la calle, espacios a los cuales ingresábamos luego de filas legendarias, con espectáculo circense incorporado. Eran los tiempos de los rotativos, del programa doble, la matiné, vespertina y noche, del maíz pira, la colombiana y el roscón, el bom bom bum y la chocolatina jet (perdón por las menciones comerciales pero eran necesarias).
Fue la época de nombres impresionantes como Olympia, Cinelandia, Metropol, Astor Plaza, Radio City, incluso de teatros de barrio, como en el Olaya Herrera. Luego vendría el tiempo del cine arte, de la Cinemateca, de la sala del Museo de Arte Moderno, de los cine clubes, salas universitarias como la Cinemateca de la Universidad Nacional o la Universidad Central. Hoy el cine es aséptico y sin filas, el de los centros comerciales con opción a salones VIP, reservación telefónica previa y sillas que parecen más aptas para dormir que para practicar el arte del voyeurista.
El libro se titula con un rótulo escasamente informativo (que soslaya el adjetivo crítico): Colombia en el cine universal. Y puede comprarse por internet directamente a su autor. Aquí.

 

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