Édison
Marulanda Peña *
3.
Daniel Samper Pizano (Bogotá, 1945).
Daniel Samper Pizano,
DSP, inició sus labores en El Tiempo
el 1 de mayo de 1964, Día Internacional de los Trabajadores. Simultáneamente
ingresó Enrique Santos Calderón, sobrino-nieto del dueño; el uno con 19 años,
estudiaba derecho en la Javeriana, el otro con 20 era estudiante de Filosofía
en la Universidad de los Andes. Ambos empezaron con medio tiempo, les asignaron
tareas de asistentes del director Roberto García-Peña, de reportería y la
creación de la Página universitaria.
Pronto DSP escribiría la columna
Reloj, que por su independencia y
estilo ágil se convirtió en lectura imprescindible de muchos colombianos. También
se recuerda que el expresidente Eduardo Santos, propietario del periódico, le
tomó tanto afecto a DSP que lo incluyó en la lista de sus herederos. Esto ha
garantizado que el beneficiario viva el resto de sus días sin problemas del
sistema nervioso y no lagartear las entradas para ver jugar a Santa Fe.
A veces el hecho fortuito
de que un libro llegue a las manos de un lector principiante, como era yo
cuando cursaba el grado 10 (5º bachillerato) en el Colegio Salesiano San Juan
Bosco de Dosquebradas, puede cambiarle su vida. El título es A mí que me esculquen de DSP, publicado
en aquel año de 1980. Aunque ya hacía mis pinos en el periódico Palestra estudiantil, del que era jefe
de redacción Henry Orrego con apenas 15 años y donde escribía notas el rockero Jucapeza,
Juan Carlos Pérez –tiempo después el primero estaría en la AFP en México y el
segundo en la BBC de Londres–, fue el descubrimiento del periodismo de opinión mediante esa selección de columnas con un
lenguaje impecable, el tono del mamagallista irredimible, la crítica con gracia
y urticante a un mismo tiempo, un aliciente para optar por el periodismo. Este último le ganó la
competencia a la “vocación” de ser religioso salesiano.
Esta digresión está motivada
en presentar un agradecimiento a quien ha sido uno de mis referentes, Daniel
Samper Pizano. Su maestro Klim, destaca en el prólogo de A mi que me esculquen, las condiciones del primogénito de la casa Samper
Pizano:
“Danielito, entre
paréntesis, es quizá el periodista más brillante que han dado las nuevas
generaciones. Enrique Santos Calderón tiene también excelentes condiciones y
sabe escribir, pese a ser sobrino de Hersán [seudónimo de Hernando Santos, nota
del autor], pero no utiliza como Danielito el recurso formidable del humor o
carece de él. Danielito es, como se dice ahora, un periodista de profundidad y
en este campo ha hecho cosas memorables, como lo han sido sus investigaciones
sobre las irregularidades en las directivas del Congreso o sobre los
favoritismos y compadrerías del Ministro de Obras Públicas en la administración
López Michelsen […]. Danielito ha escrito además, como se verá en este libro
que prologo, críticas dilascerantes sobre nuestro divertido folclore electoral,
zumbas estupendas sobre el clientelismo y su opulento padre, y notas de un
humor exquisito sobre una noticia cualquiera trasmitida de pronto por la United
Press” (1980: 9).
Klim aludía a los
trabajos rigurosos de la Unidad Investigativa de El Tiempo, que fundaron DSP y Alberto Donadio en 1977. Consiguiendo
logros inusuales en este campo del periodismo contra el secreto oficial y el abuso
del poder de congresistas, ministros y la banca. Qué duda cabe que la
investigación de los osados redactores del Washington
Post, Bernstein y Woodward, conocida como el caso Watergate que obligó a
renunciar al presidente Nixon de EE.UU. fue la inspiración de varias salas de
redacción en Latinoamérica para hacer autocrítica, aceptando el debate sobre la
necesidad de promover el divorcio del inveterado matrimonio periodismo y política.
Precisamente por esclarecer el homicidio del sacerdote páez, Álvaro Ulcué
Chocué, líder del despertar indígena en el Cauca y promotor de una
espiritualidad liberadora, que fue perpetrado por agentes de la fuerza pública,
se dijo que DSP tuvo que autoexiliarse en España.
Samper Pizano se graduó
de abogado y gracias a una beca hizo un posgrado en periodismo en la
Universidad de Kansas, el estado donde nacieron los “muchachos” que crearon el
clásico Dust in the wind.
A mitad de los años 70 él
recibió una oferta de dos empresarios vallecaucanos, los hermanos Luis Carlos y
Manuel Londoño, para fundar el periódico liberal El Pueblo. El capitalino aceptó sin vacilaciones. Como subdirector
y editor conformó un equipo de jóvenes y veteranos para hacer periodismo
innovador, fresco. Solo estuvo un año y dimitió por un conflicto de intereses
de los propietarios.
Todo columnista sabe que
el activo de la credibilidad es directamente proporcional a su independencia y
a la ética aplicada, tener un buen estilo no es razón suficiente para
preservarla. Es por esto que durante el periodo presidencial de su hermano
Ernesto Samper (1994-1998), uno de los gobiernos más cuestionados de la segunda
mitad del siglo XX en Colombia por la filtración de dineros ilegales del cartel
de Cali en la campaña electoral, DSP se privó de escribir su columna dominical en
las páginas editoriales del diario El
Tiempo. En aquel cuatrienio continuó solo con Postre de notas en la revista Carrusel,
con el enfoque de notas ligeras donde primaba la frivolidad deliberada.
Fue una carrera encomiable
de la que DSP se despidió en mayo de 2014, tras 50 años de vigencia en
diferentes géneros periodísticos, veinticinco libros publicados, miembro de la
Academia Colombiana de la Lengua, entre otros logros. Una muestra de la
gracia y la frescura de su prosa, se
comparte a continuación.
APARECE
BOGART EN COLOMBIA
[Nota: en el libro
aparecen sendas fotografías de H. Bogart, el protagonista de Casablanca (1942) y Álvaro Gómez Hurtado].
Humphrey Bogart, el famoso
actor de los años cuarenta, no ha muerto. La investigación llevada a cabo por
una conocida revista colombiana, acaba de descubrir que el célebre hombre duro
de la pantalla no falleció en enero de 1957, como se creía, sino que viajó a
Colombia y actualmente se desempeña como líder del Partido Conservador, bajo el
supuesto nombre de Álvaro Gómez Hurtado.
La revista, luego de un
cuidadoso estudio en que comparó numerosas fotografías tomadas desde el
Diccionario Larousse hasta la Enciclopedia Británica, llegó a establecer las siguientes
14 coincidencias, que hacen pensar firmemente en que el supuesto doctor Gómez
es, nada más ni nada menos, que el legendario astro Bogart.
1. Ambos tienen la nariz
en medio de los dos ojos.
2. La boca de Bogart está
situada directamente debajo de la
nariz. Si se observan bien las fotos, se verá que con la de Gómez ocurre lo
mismo.
3. Según testimonio de
quienes conocieron a Bogart, éste, cada vez que se le caía algo, se agachaba y
lo recogía. Con Gómez sucede igual, según lo pudieron comprobar los redactores
de la revista.
4. La frente de ambos es
muy parecida, y está situada debajo del pelo y arriba de las cejas. La de
Bogart parece más arrugada que la de Gómez, pero ¿acaso 15 años en el Partido
Conservador no quitan hasta las arrugas?
5. Ninguno de los dos
tiene cicatriz alguna debajo de la oreja izquierda y, lo que es aún más
sorprendente, tampoco debajo de la derecha.
6. Existe una curiosa
similitud fonética entre el único apellido de Bogart y el segundo del político
colombiano. Bogart, Hurtado: art, urt: ¿no suenan sospechosamente
parecido?
7. Bogart desapareció del
escenario norteamericano en 1957, Gómez Hurtado no se encontraba en Colombia, y
apareció en 1957.
8. La fotografía en poder
de la revista muestra una asombrosa coincidencia durante la infancia: Bogart, a
los siete meses, todavía se mojaba en la cama, Gómez Hurtado también.
9. El dibujante de la
revista hizo una concepción, sobre lo que serán los rostros de Gómez y de
Bogart dentro de 60 años: los dos dibujos coinciden asombrosamente en los
rasgos de la calavera.
[…]
11. Ninguno de los dos
toma huevos pericos con Coca-cola.
[…]
13. Gómez Hurtado cuando
está con sueño, se duerme. Bogart, según testimonio de sus amigos, tenía
precisamente la misma costumbre.
14. Tanto Bogart como
Gómez Hurtado gustan de leer revistas viejas, y han encontrado más de 14
coincidencias entre algunos artículos de aquellas y los de otra revista que se
publica ahora.
Marzo,
1972
4.
Silvia Galvis (Bucaramanga, 1945-2009)
(Alberto Donadío y Silvia Galvis)
Seguramente no hay otra
mujer en Colombia que haya logrado un prestigio simétrico por el talento
manifestado en tres campos de la escritura: el periodismo, la literatura y la
historia, que la santandereana Silvia Galvis Ramírez.
En su oficina de la
dirección de Vanguardia Liberal en
los años 80, uno de los dos cuadros que
estaba colgado al frente de su escritorio, tenía una frase de Albert
Camus que ella hizo norma y guía del ejercicio periodístico: “Debemos
comprender que no podemos escaparnos del dolor común y que nuestra única
justificación, si hay alguna, es hablar mientras podamos en nombre de los que
no pueden”.
Esta sería la clave para
comprender su entereza no como consecuencia de la educación privilegiada que
recibió (se graduó en Ciencia Política en la Universidad de los Andes), sino
como una elección de la autonomía de su voluntad. Otros rasgos suyos son: el
valor civil en la denuncia de cualquier injusticia, en los informes del Departamento Investigativo que fundó en
el periódico de la casa Galvis, donde nunca se publicó un informe que no
hubiera sido probado y corroborado hasta la última letra; su talante genuino de
liberal radical la llevó a repudiar
cualquier dogmatismo, a promover en los jóvenes periodistas que trabajaban a su
lado la pasión por romper esquemas, a cuestionar, a dudar.
En los años 90 los
lectores de este género de minoría, el periodismo de opinión, tan placentero
como exigente, reciben el REGALO de conocerla en las páginas editoriales de El Espectador, con su columna “De parte
de los infieles”, que de entrada es la confesión de un ser laico. Su pluma es
combativa, anticlerical, de un humor cáustico, se nota el aporte del estilo innovador
donde se conjuga: la habilidad de la escritora de ficción, el rigor de la
historiadora en el manejo de archivos y datos, la soltura de quien entiende el
lenguaje que precisa el periodismo.
En 2010, un año después
de su muerte, Sílaba Editores publicó un libro entrañable con el propósito de
evocación y proyectar su legado, bajo el título Silvia, recuerdos y suspiros. Memoria y retrato de Silvia Galvis.
La singularidad es que se trata de una obra polifónica donde más de 40 personas, con artículos y notas organizados
en forma temática por la editora Lucía Donadío, hacemos un justo tributo.
Reproduzco apartes del artículo que escribí con el título “Silvia Galvis,
representante de la libertad de pensamiento” (pp. 281-286):
“De parte de los infieles (Hombre Nuevo Editores, 2001) es una
antología de los artículos de opinión que publicó durante 20 años en una
columna de Colprensa, en El Espectador
y la revista Cambio. Ahí están los
temas nacionales de los 90 que hoy, acabando la primera década del siglo XXI,
son idénticos, verbigracia ‘La libélula’, que desde el primer párrafo deja la
sensación de escribirse el día anterior: ‘Hay que creerle a Noemí cuando dice
que regresa a la patria para convertirse en servidora de la verdad, obrera de
la justicia, emancipadora de la moral, redentora de la política y en ejemplo de
amor por Colombia. Lo mismo dijeron Julio César, César Augusto y Belisario y
les creímos. ¿Por qué no creerle a la infalsificablemente bellea Noemí?” (El Espectador, 27 de agosto de 1995).
“Y para los ciudadanos
activos, ‘Guía para electores que ya votaron’. La librepensadora irreverente
capaz de relacionar en ‘Opus Henry’ dos personajes antípodas como Henry Miller
y monseñor Josémaría Escrivá de Balaguer: ‘[…] ambos se han ganado un lugar en
los altares por sus vidas ejemplares. Escrivá, el beato de la continencia,
Miller, el santo de la incontinencia. Dos vidas paralelas que asombran por las
coincidencias’. La desmitificación de una religiosa como la madre Teresa,
recién fallecida, en ‘La posición de la misionera’ (Cambio 16, 30 de marzo de 1998); el humor provocador y una tierna
evocación familiar en ‘Lo manda el sexto: ni fornicar ni restregarse’; tampoco
se escapaban los jerarcas de la Iglesia criolla o universal: ‘La hora del
báculo’, ‘La pesadilla del papa’. Su mordacidad daba en el blanco del
contubernio periodismo–poder político que caracteriza al diario de mayor
circulación nacional y defensor a ultranza del Establecimiento: ‘Dicen por ahí
que El Tiempo todo lo corrompe, y todo lo transforma y que es, inclusive, capaz
de transformar a un sospechoso en santo. Será cierto, porque justo en estos
días de pasión y milagros, anda empeñado en convertir al general Farouk Yanine
Díaz, vinculado al asesinato de 19 personas, en el kepis más inocente de la
República’ (La patraña del padrino, El
Espectador, 30 de marzo de 1997)”…
5.
Como recordará quien haya leído la primera entrega de este trabajo, Cinco
columnistas colombianos, una selección personal mencioné varios nombres
que hacían parte de una preselección de once, parodiando a un nominador del
fútbol. Por ejemplo, Emilia Pardo Umaña, Luis Tejada, Gonzalo Arango, Guillermo
Cano, María Jimena Duzán, Antonio Caballero, Enrique Santos Calderón.
Para completar esta
selección de 5 invito al lector o lectora a que elija un columnista de la lista
anterior, que haya leído con asiduidad y lo ponga aquí. Puede expresar en el
foro de la revista Corónica las cualidades y describir lo que más le llama la
atención de aquella pluma. No lo hago por demagogia, es que me gusta ser DEMÓCRATA y promover la participación
con un “final abierto”, como en las mejores películas del séptimo arte.
*Profesor transitorio del
Departamento de Humanidades de la UTP, periodista y escritor de biografía.
La primera parte de esta selección puede verla en el link
http://blog.revistacoronica.com/2017/01/cinco-columnistas-colombianos-una.html
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