Mario Cárdenas
Formando inicialmente como lector de superhéroes y cómics clásicos, Luis Echavarría ha creado un estilo que ha dejado atrás el traje elástico para contar historias que se mueven en espacios viscerales y sicodélicos. Hasta ahora sus cómics han sido cortas elaboraciones, una colección de mini historias, algunas de ellas auto publicadas, en las cuales va dando, de a poco, forma a un mundo con mutaciones de estilo que varían entre lo expresionista y lo naturalista. Su trazo se caracteriza por la formalidad de los espacios que atendienden a una línea que perfila muchos detalles para hacerlo todo más orgánico. Luis Echavarría, además ha colaborado, con su trabajo de cómic e ilustración en diversas publicaciones seriadas como Carboncito del Perú, la revista El Malpensante y la sección de Entreviñetas en el periódico El Espectador. Actualmente dirige en Medellín el laboratorio de historieta auto-gestionado llamado “La Chimenea”.
Los materiales y trazos que utiliza Echavarría son variados, su trabajo evidencia a un autor de experimentaciones y ensayos que van de un lugar a otro, entre el absurdo, la ficción y la fantasía, logrando fundir sus influencias con la arquitectura de su trabajo. Sus mini historias reflejan su admiración por artistas como Eleanor Davis, Daniel Clowes, Milton Caniff o Adrian Tomine y su interés por los productos visuales y las ciencias, sobre todo por la biología. Cada una de esas facetas aporta una calidad visceral a sus obras, no solo por la suma de detalles sino por la forma en que Echavarría los lleva a su espacio, los ingiere y logra que sean parte física de sus narraciones. Así, logra asimilar cada elemento, lo usa, lo instala, según la historia que esté contando. En cada uno de sus trabajos explora técnicas según la historia que quiere contar, como el uso de los lápices para las historias oscuras o las acuarelas y los colores para episodios donde hay eventos fantásticos. La composición de estos elementos les asigna un empuje vital a sus personajes que no son solo seres humanos enfrentados al horror sino insectos y las bacterias que afectan las vidas de estos o roedores y animales salvajes al acecho.
Desde aquella historia de un hombre que decide vender empanadas con el dinero del narcotráfico hasta ¿Cómo saber quién soy si se me olvida? donde una adolescente ingiere objetos para hacerlos parte de su cuerpo o Vejámenes, en la cual extiende la noticia de una mujer que violó durante dos días a un hombre que intentó robar su peluquería, hasta Proceso mágico creativo, una historia que publicó para Carboncito #18 construye un cosmos a partir de un flujo de las pantallas pornográficas. Cada una de sus historias se mueve entre la fantasía y la alucinación científica, recreando síntomas alterados sobre todo aquellos donde la relación del hombre y la naturaleza trae consecuencias. Ese parece ser su leitmotiv, su interés por lo sobrenatural y las múltiples formas en que la vida cotidiana está cargada de violencia.
A pesar de que ha sido fragmentario, el trabajo de Echavarría no solo es una promesa. En poco tiempo saldrá su primer libro (novela gráfica), una historia de aventura con locación en el noroccidente antioqueño, mientras tanto seguirá aferrado a su mantra, un párrafo de Un reporte a la academia de Franz Kafka y que a cada tanto Echavarría repite para afirmar su trabajo “Promesas como esa, basadas en términos aparentemente imposibles de cumplir, simplemente no se hacen. Pero, si los términos se logran, más adelante las promesas aparecen exactamente donde anteriormente fueron buscadas en vano”.
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