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Crisis en el mundo editorial

Friends of the Library, Beaufort Cart, Susan Smith | CC BY-NC-ND 2.0| Imágenes Libres Flirck

A inicios de marzo empezaron los primeros casos de Covid-19 en América Latina. Los primeros países en tomar medidas más rigurosas fueron Argentina y Colombia, quienes decidieron entrar a cuarentena por un par de semanas y a medida que avanzaba el tiempo y los casos aumentaban, la cuarentena se extendía. Se tenían casos claros y contundentes del peligro, como Italia y España, de salir a las calles y no tomar medidas de precaución.

Con el inicio de la pandemia se vio un considerable impacto decreciente en el sector cultural y editorial; sector especialmente vulnerable, ya que, como dice el Cerlalc: “es un sector compuesto en su gran mayoría por empresas pequeñas y medianas, cuando no unipersonales, a las que habría que sumar a los trabajadores autónomos empleados indirectamente para prestar servicios conexos al proceso de edición y publicación de los libros”.

Una vez llegó la pandemia y el encierro en la población, en España un par de editoriales permitieron descargar muchos de sus libros en versión digital de manera gratuita; incluso varias editoriales, que pocas veces habían tenido acercamiento a lo digital, pusieron a disposición de los lectores PDF de descarga. (Valga anotar que un PDF no es propiamente un libro digital ni alivia una crisis).

A medida que avanzaba el tiempo, aumentaban los casos y se avecinaba a tener consciencia de que la cuarentena, el encierro y el cierre de los lugares comerciales, entre ellos librerías e imprentas iba a ser más duradero de lo pensado; las editoriales dejaron de compartir libros digitales gratuitos y crearon modelos de descuento en la compra de libros, los grandes grupos editoriales como Penguin Random House (España) diseñó un modelo de apoyo para distribuir sus libros desde pedido por las librerías y una operación de Big Data ofreciendo a cambio de datos personales un avance de inéditos de Roberto Bolaño. En los meses anteriores Ferias renombradas como Filbo de Bogotá y la Feria de Buenos Aires ofrecieron sus parrillas de programación en línea pero tuvieron que posponer su muestra editorial y la Feria de Madrid se ha pospuesto indefinidamente mientras que el mundo editorial espera las medidas que tomará la Feria de Guadalajara en México.

La caída del mercado editorial se empieza a vislumbrar y cada país, de acuerdo a las propuestas gubernamentales ha tomado diferentes medidas para afrontar la crisis. Las primeras cifras de encuestas que se han hecho a la cadena de la industria editorial (ver informe del Cerlac) coinciden en que dentro de la cadena editorial las librerías son las más vulnerables.

A continuación veremos algunas de las medidas que se han tomado en los países latinoamericanos que tienen más desarrollo editorial, según el estudio del Cerlalc del 2018 son Argentina, México, Brasil y Colombia, y pondremos en discusión muchas de estas medidas, para al final, sin tratar de apresurarnos (porque todo es incierto), concluir algunas de las soluciones y retos que tiene el mercado y la industria en los tiempos que se avecinan. 

En Colombia, sin Feria del libro de Bogotá, el sector del libro, que había mostrado un crecimiento en una década, se desploma. El grupo Semana que ha puesto su grano de arena para ensombrecer aún más la crisis de medios independientes y del sector cultural en Colombia al prescindir del staff de periodistas que realizaban la Revista Arcadia, ha publicado en Revista Semana un artículo sobre el desplome del sector tras la virtualización de la Filbo y la cancelación de su oferta en 2020 y el efecto en toda la cadena:

Su desarrollo es esencial para el ecosistema editorial colombiano y en sus dos ediciones recientes ha congregado a más de un millón de personas, con un récord de 605.000 asistentes en 2019.
En esos días de fin de abril y comienzo de mayo, Bogotá reúne en dicho evento a autores, creadores y pensadores, y a cientos de miles de potenciales nuevos lectores que usualmente no van a las librerías pero en la feria se dan una oportunidad. Por eso, Naranjo enfatiza en que esa cancelación es un golpe durísimo para él y otros gestores culturales: “Para los editores independientes era un flujo de caja que difícilmente se puede recuperar. Nos quedamos con novedades en la bodega y con libros en la imprenta. La crisis de las librerías va a ser un castillo de naipes por donde van a resbalar los editores medianos y pequeños. Con la cuarentena, llevamos un mes sin ingresos, y estamos respondiendo por nóminas y arriendos. Es una situación que no podemos solventar por mucho tiempo”.
En el escenario optimista, en el que en mayo las librerías puedan volver a abrir, las editoriales grandes, Planeta y Random House, perderán inversiones y quedarán debilitadas, pero seguirán la marcha. Las medianas y pequeñas están en vilo, sin ingresos y respondiendo por nóminas y arriendos sin colchón alguno. Por eso, en un escenario oscuro en el que el sector perderá mínimo 50 por ciento de sus ganancias anuales, resulta tan paradójico que, tan cerca de ver a editoriales y a librerías cerrando sus puertas, la gente voltee a ver a su biblioteca, a revaluar sus libros, a darle el chance a algunos que tenía pendientes.

En Argentina Asociación de revistas culturales independientes denuncian que tras la crisis de Covid19 las publicaciones de sus agremiados que reciben subsidios del Estado no han podido ser impresas:

Ocho de cada diez publicaciones independientes impresas no salieron en abril y mayo. Deudas con servicios y alquileres. Pérdida de publicidades. Reducción de los retiros de lxs trabajadorxs. Estos son algunos de los principales efectos que más de 60 medios gráficos y digitales de la Asociación de Revistas Culturales e Independientes de Argentina (AReCIA) expresaron en un relevamiento sobre la restricción económica de nuestro sector en medio del aislamiento social, preventivo y obligatorio dispuesto por la pandemia de Covid 19, a la vez que ninguna tiene pauta publicitaria del Estado nacional, a pesar del convenio de Pauta Compensatoria que esta entidad ha mantenido con el Estado desde 2013.
En 2018, AReCIA se había declarado en estado de emergencia debido al impacto que las políticas neoliberales durante la administración de Mauricio Macri habían ocasionado en nuestras publicaciones: devaluación, impacto en la estructura de costos y revistas que dejaron de editarse fueron algunos de los efectos que el actual escenario agudizó. Sólo el 16% de las ediciones de papel pudieron publicar en abril y en mayo, y el aumento de los costos de impresión sigue siendo un problema: el promedio de los aumentos informados es del 33,5% en cinco meses. Entre las que no pudieron imprimir, las principales razones informadas fueron la merma de ingresos por caída de publicidades, las imprentas cerradas y la imposibilidad de garantizar la distribución.
La falta de ingresos y el aislamiento también se vio reflejada en la imposibilidad de pagar colaboraciones periodísticas y fotográficas y una reducción del 50% en los retiros de asociados y asociadas de la cooperativa”, subrayaron desde la revista Cítrica.
Las principales acciones que los medios implementaron para paliar los efectos de esta crisis fueron la suspensión temporal de las ediciones impresas, la discontinuidad del pago de servicios, impuestos y alquileres, el fortalecimiento de sus contenidos digitales y la suspensión de colaboraciones, reducción de retiros, endeudamiento o la sobrevivencia con ahorros.
La falta de ingresos, el atraso en los pagos y aislamiento se vio reflejado en la imposibilidad contar con un mayor número de colaboraciones periodísticas y en una notable reducción en los retiros de de parte de los editores», señalaron desde Periódico VAS.
Finalmente, la ausencia de una regulación específica para la distribución de la publicidad oficial también discrimina a nuestro sector, ya que ninguna de las revistas está percibiendo pauta del Estado nacional, mientras que dos de cada tres no tienen pauta de ningún tipo, ya sea municipal, provincial ni tampoco de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


En México el Suplemento Confabulario de El Universal arroja cifras del desplome del sector del libro en todo el mundo y el oscuro panorama local:

Según el reporte más reciente de Nielsen BookScan (agencia dedicada a la medición de la actividad económica de este sector en todo el mundo), la semana 13 de 2020, que coincide con el inicio de la Jornada Nacional de Sana Distancia en México, las librerías reportaron una caída en su facturación de -42.1% con relación a la misma semana de 2019, una tendencia que se agravó en la semana 15 (6 al 12 de abril) con una caída de -88.2%. El último corte disponible de esta medición (Semana 20) mostraba una menor caída con -66%, es decir se registraron ventas totales por 28 millones 105 mil pesos en todas las librerías del país.
La caída en las ventas llevó a varias editoriales, como Sexto Piso, Almadía y Ediciones Era a formar una alianza para solicitar el apoyo de sus lectores a través de la plataforma Donadora.org para mantener sus operaciones.


Edgar García Valencia, editor de la Editorial de la Universidad Veracruzana (México), una casa editorial que combina la edición académica con la edición literaria y adelanta la Feria Internacional del Libro Universitario de Xalapa FILUV (que tuvo que ser pospuesta), comenta su perspectiva desde la edición académica. En este clip, para el portal de revistas científicas mexicanas REDIB,  reflexiona en torno a la crisis del mundo editorial mexicano editorial, donde las principales ferias de libro son organizadas por universidades y señala que el libro digital ha sido uno de los protagonistas en donde toda la cadena del sector, producción y distribucción ha quedado colapsada.


"Puede que nos tome 10 años recuperarnos de esta 

nueva crisis editorial" Edgar García 



Estrategias para enfrentar la crisis del sector en América Latina


Vistas algunas de las dificultades principales de la cadena del libro, también empiezan a plantearse estrategias y soluciones. Los escritores han aumentado su presencia en pantallas y eventos digitales contribuyendo a la saturación del streaming en el ancho de banda. En Argentina se ha liderado una acción performática, El mundial de escritura, para escribir a diario y donde equipos de escritores compiten por mantener la mano caliente mientras un grupo de jueces y público dirime quién pasa a la siguiente etapa. En Colombia la Cámara Colombiana del Libro en lugar de idear soluciones propias de gremio despidió a la directora de contenidos culturales de la Filbo (una de las razones por la que varias editoriales independientes renunciaron a esta institución) y lideró la campaña Adopte una librería para que los lectores apoyaran y aportaran recursos a algunas librerías; campaña de la que no hicieron parte todas las librerías pues varias estuvieron en desacuerdo con la iniciativa.

En México tres de las principales casas editoriales se agruparon en una Alianza por los libros para lanzar una estrategia de ventas (Dependientes de lectores ) que les permita pagar sus nóminas y publicar las novedades programadas.

Todas son estrategias performáticas y transitorias, las cuales están basadas en la hipótesis de que la pandemia cesará en el corto plazo y en que volveremos a una deseada "normalidad". Según Javier Celaya el error que está enfrentando la industria ahora es un error de decisiones que viene desde la década anterior, error que tiene que ver con no asumir la edición desde un entorno digital: "no se tomaron decisiones importantes para hacer la cadena de valor más sostenible y adaptarse a esta crisis de una manera mejor".

A diferencia de otros sectores económicos, a la cultura le cuesta décadas lo que una crisis económica desploma en meses. Así lo han entendido algunos de los principales conocedores del sector del libro y por eso empiezan a barajarse asuntos de fondo ante la evidencia de que la crisis no es transitoria y de que algunos de los momentos más altos de distribución y producción no volverá a verse en años.

En Argentina, Guillermo Schavelzon, uno de los agentes literarios más influyentes, señala las dificultades por las que atraviesan tanto autores, como editores, distribuidores y lectores y propone una lista de prioridades para que las políticas culturales de los gobiernos ayuden a paliar la crisis del sector en lo inmediato:

Desde el ámbito público, además de las medidas generales de las que cada país habla para apoyar a los autónomos, a los trabajadores irregulares (que no son culpables de serlo), y a quienes tienen menos ingresos o ninguno, en el mundo del libro, desde el autor al lector, se requiere una rápida acción oficial para llenar las bibliotecas y los colegios de todo tipo de libros, al día siguiente de que abran, no unos meses después. Los países del hemisferio sur, que no pudieron comenzar su ciclo lectivo anual (marzo), que lo recomiencen llenos de libros, lo mismo quienes vieron el curso interrumpido a la mitad. Los alumnos tienen que comer, pero también tienen que leer para aprender, si no lo hacen, nunca podrán salir de la situación de precariedad.
Las bibliotecas tienen que recibir dinero, no libros, con la obligación de comprarlos en la librería geográficamente más cercana. Hay que enviarles dinero con la velocidad que exige una emergencia, todo el dinero disponible del presupuesto del año, más un suplemento por la emergencia.
Los libreros deben comprar los libros que les pidan las bibliotecas a sus proveedores habituales (editoriales o distribuidoras), comprometiéndose ambas partes a considerarlas operaciones especiales, que serán pagadas al proveedor de inmediato, fuera de la operatoria habitual, que ya estaba dañada, sin considerar las deudas por compras anteriores.
Los ministerios de educación y cultura, a nivel nacional, estatal, provincial y municipal, tienen que comprar con urgencia libros para los colegios, tanto libros de enseñanza, como libros complementarios para la biblioteca del aula o escolar. Estos libros los tienen que comprar a las editoriales, con los mecanismos habituales, y pagarlos a gran velocidad.
Las editoriales, que recibirán un volumen de ventas inesperado, deben pagarle a los autores los derechos provenientes de estas ventas de inmediato, mediante una liquidación fuera de la rutina habitual, de carácter excepcional.
Al mismo tiempo, es un buen momento para detener o ralentizar (en realidad la situación ya lo detuvo), el exceso de novedades que se venían publicando mensualmente, libros condenados a la destrucción y descatalogación, y dedicarse a poner a la venta, a precios reducidos, los stocks de libros que tienen años, y estaban destinados a la destrucción. Estos “excedentes”, se destruían para no enturbiar el mercado. El mercado hoy, más turbio no podría estar, aunque no sea por razones provocadas por el mundo de la edición.
Muchos de esos libros que las editoriales consideran invendibles, o de muy baja venta, suelen ser libros excelentes, y por eso se venden poco. A precios reducidos, habrá muchos lectores dispuestos a comprarlos.
Las editoriales podrán llegar a acuerdos, que no dudo que serán muy rápidos, con los autores y con sus agentes literarios, para pagar los derechos de autor producto de estas ventas especiales, en la proporción que corresponda.
Una condición fundamental, es que los derechos de autor correspondientes a todas estas ventas especiales, tienen que pagarse al autor de inmediato, en forma mensual, de manera excepcional y mientras duren estas operaciones, algo fundamental para ayudar al principal proveedor de las editoriales (los autores), a que pueda sobrevivir y seguir escribiendo.
Los estados, y las editoriales también, tienen procesos burocráticos complicados, que solo se podrán resolver con el esfuerzo de las personas que trabajan allí. El mundo de la edición, que conozco bien, está integrado por trabajadores y trabajadoras eficientes, solidarios y voluntariosos, que, si se lo proponen, son capaces de resolver en días lo que, siguiendo los sistemas administrativos de periodos de normalidad, no podría funcionar ni rápido ni bien.
Esta propuesta se basa en dos cosas: que los lectores puedan comprar buenos libros a precios bajos, que los organismos oficiales abastezcan rápido a bibliotecas y colegios, que las compras de las bibliotecas las haga cada una, a su criterio, que sin duda es el bueno, a través de las librerías, y que todas estas operaciones se consideren excepcionales, para darle una veloz circulación al dinero, que los autores, las editoriales y las librerías, lo reciban ya.

Si en América Latina los grandes eventos habían disimulado la baja tasa de lectura per cápita, la ausencia de las grandes ofertas de libros y negocios que emulan la Feria del Libro de Guadalajara y los festivales de letras como Hay Festival (ambas instituciones recientemente reconocidas con el Premio Princesa de Asturias) han llevado prácticamente al desplome de la ventana de exhibiciones y novedades y la facturación anual. Las editoriales independientes están tomando sus por propias medidas, esperando también que las medidas gubernamentales los favorezcan. Laguna libros (editorial independiente colombiana) por ejemplo fue de las primeras editoriales en Colombia que hizo la presentación y el lanzamiento de un libro digital (Tu cruz en el cielo desierto de Carolina Sanín), el cual se compraba con la promesa de que una vez pasada la restricción de abrir los establecimientos, los lectores recibirían el ejemplar impreso en sus casas. Así mismo, muchas editoriales y distribuidoras están creando dentro de sus sitios web la opción de compra directa, (agravante en este caso para las librerías).

Con respecto a la observación de Celaya que propone el crecimiento del ecosistema del libro digital, la venta directa por parte de las editoriales será más común, además que el entorno digital permitiría que las editoriales y librerías tengan información precisa sobre la demanda de ciertos libros, pues se sabrá qué buscan los lectores, qué libros dejan en el carrito de deseos, entre otros datos. Según Celaya estas operaciones de Big Data pueden ser de gran utilidad para definir qué libros imprimir y qué libros mantener sólo en digital. Se anima a que todas las editoriales saquen todo lo que tienen listo dentro de sus novedades, pues dice que el mercado no puede parar y que la industria debe enfrentarse al nuevo el entorno digital como un aliado, ya que éste le permite al libro adquirir un carácter más global. Ese modelo, sin embargo, es el que ha sido debatido como modelo Amazon y que lleva justamente al monopolio de los grandes Sellos, que para un continente donde el sector se caracteriza por la pequeña empresa éstas tendrían que aceptar las cláusulas y tarifas del monopolio y además la cadena de distribución quedaría rota y sujeta a una cultura de mercado digital. Al respecto de ese modelo recomendamos el artículo Palabras baratas publicado en El Malpensante sobre cómo Amazon empezó siendo una librería etérea para ser lo que hoy es: Cthulhu.

En contra punto con esto de darle continuidad al mercado y no parar, en España, sin embargo, epicentro de la industria editorial en castellano, la editorial independiente Errata Naturae ha lanzado un manifiesto, donde dice por qué no publicará novedades en los próximos meses, que nos hace reflexionar si más allá de la cuarentenas, confinamiento y la parálisis por pandemia, lo que hay que cambiar es el modelo mismo del sistema de producción capitalista que el sector del libro ha adoptado y que ha llevado a un sostenimiento ilusorio a partir de una saturación del mercado y emisión de deuda:

La tormenta acaba de desencadenarse, la última mutación del sistema capitalista apenas ha dado pistas de su nueva identidad, su nueva máscara, y, sin embargo, la gran mayoría de nuestro sector se apresta, parece incluso que con cierta ansia, a reanudar cuanto antes la actividad. Para finales de mayo, si no antes, se espera que las distribuidoras retomen los servicios de novedad y se publiquen nuevos libros. Aún en descomposición, la fuerza terminal del sistema resulta desconcertante… Más o menos uno de cada tres libros que llega a las librerías acaba siendo devuelto y, en última instancia, guillotinado. No está claro durante cuánto tiempo los editores y el planeta podrán seguir permitiéndose esta situación. Cuando un librero devuelve al distribuidor los libros que no vende, no recibe como tal el dinero que pagó por ellos, sino crédito para adquirir novedades más recientes. Igualmente, el editor responsable de esos libros que nadie leerá no debe realizar una transferencia al distribuidor por la cuantía de esa liquidación negativa, sino que adquiere una deuda. ¿Y cómo afronta esa deuda? Publicando nuevos libros cuyos ingresos la compensan, y que, a su vez, reactivan el crédito del librero. Como se ve, no hay un movimiento real de dinero: pura virtualidad, puro juego triangular de la deuda. No obstante, el triángulo no es del todo equilátero, veámoslo con un ejemplo: el autor escribe un libro, el editor lo publica con un precio de 10 euros y se lo hace llegar al distribuidor, que, a su vez, se lo vende al librero. Éste lo compra con un descuento cercano al 35%, a partir del cual obtiene su beneficio, de modo que paga por él 6,5 euros al distribuidor. Éste último se queda unos 2 euros y le paga los 4,5 restantes al editor, quien abona su parte al autor. Todos sufragan sus gastos, de muy diversa índole, con la parte que les toca y buscan una parte de beneficio. Pero veamos qué ocurre a continuación. Si el libro no se vende, como pasa muy a menudo, el librero lo devuelve y reclama al distribuidor sus 6,5 euros, que éste no le paga, sino que le ofrece, como hemos visto, un crédito. A su vez el distribuidor le reclama al editor sus 4,5 euros, que éste no le paga, por lo que contrae una deuda. Para reembolsarla, el editor invierte los 4,5 euros que ha ganado (pero que debe) en otro libro que, tras llegar al librero, activa su crédito, al tiempo que ofrece al distribuidor otros 2 euros. Así, cada vez que se publica un libro, el editor y el librero reciben o no su parte, pues muchas veces no les llega dinero, sino deudas o créditos. El distribuidor, por su parte, atesora siempre capital real. Si lo simplificáramos mucho, aunque seguramente no sea engañoso, podríamos decir que para el librero y el editor es fundamental la venta de los libros; para el distribuidor, sin embargo, es fundamental el flujo de los libros. Sin los distribuidores, algunos de ellos grandes profesionales, este negocio, tal como existe hoy en día, no funcionaría. Su capacidad de inversión, su amplitud y eficacia logística han demostrado ser muy importantes; su buen hacer comercial ha logrado dar a conocer a muchos autores, obras y fondos editoriales interesantes. Pero se entiende también por qué tantas veces se los considera los «malos de la película»: son ellos los que tradicionalmente reparten las cartas en el juego del endeudamiento. No obstante, parece que en esta situación crítica ellos también han tenido que acudir al crédito externo para garantizar su viabilidad y la continuidad de toda la cadena del libro. Debemos agradecérselo, por supuesto, pero no olvidemos que eso aumenta su deuda y por lo tanto tendrá consecuencias sobre su trabajo y su influencia en las políticas del sector. Como en cualquier otro sector económico, la deuda permite ralentizar el colapso en marcha del sistema capitalista. ¿Seguirá permitiéndolo en la misma medida en el contexto de esta nueva crisis, cuya dimensión aún desconocemos? | Jinetes en la tormenta - Leer Completo

Mientras las delegaciones de las grandes empresas editoriales que se daban cita en el epicentro del comercio mundial del libro, Feria de Fráncfort, han empezado a cancelar su participación en 2020 y Amazon se convierte en la primera empresa del mundo con su modelo de distribución de mercancías desechables en tiempo récord, todo indica que en América Latina las políticas culturales de los gobiernos van a tener que enfrentar la enorme deuda social agravada por la crisis Covid19. El último informe del Cerlalc propone algunas estrategias gubernamentales que quizá también reiteren  lo que se plantea desde tantas ópticas: la principal estrategia tiene que ver con las políticas públicas, dentro de las cuales se proponen desde subsidios, compras gubernamentales de libros a instituciones públicas hasta bonos de consumo local para los lectores. Y por otro lado se propone las acciones gremiales entre todos los sectores que hacen parte de la cadena del libro: autores, editores, distribuidores, libreros, ferias, festivales, prensa.

Las estrategias plantean grandes desafíos y todos a su vez tienen sus pro y sus contra. Mientras la pandemia mantiene activas las alarmas y a las ciudades confinadas, la economía se desacelera y el libro deja de ser un objeto de primera necesidad para ser un objeto suntuario. Esta crisis desafía la noción de objeto comercial en sí, su control y su costo. No sabemos qué proyectos resistirán, no sabremos aún cuál será la mejor decisión de los Estados y de las empresas y de los gremios, pero si alguna decisión pone en riesgo de desaparecer a algún eslabón de la cadena (como las librerías, por ejemplo), o lo que debe ser editado y ofrecido a los lectores acaba por ser lo que dicen las grandes transnacionales de libros: lo que "más venda", la noción misma del libro y su relación con la cultura y el pensamiento se desdibuja y aparecen algunas preguntas fundamentales que requieren respuestas urgentes:

¿Otro ecosistema del libro es posible? 
¿Cómo puede el/los Estado/s mediar y proteger la cadena del libro en esta emergencia y cómo salvar un mercado incipiente de la derivada crisis económica que se avecina? 
¿Puede sostener América Latina sus propios mercados? ¿Podrá hacerlo manteniendo iva al libro, sin eventos comerciales mayoritarios y con la pérdida del poder adquisitivo de quienes compran los libros?
¿Es el entretenimiento y el mainstream (loquemásvenda) la única fuerza comercial posible?
¿Cuánto dinero van a poner los gobiernos para salvar el sector de la crisis y a dónde irá el dinero? 
¿Cómo reactivar el sector cuando pasen los confinamientos? 
¿Una política cultural que se aleje de la Economía Neoliberal y de las industrias culturales es posible?
¿Un mercado sin librerías, concentrado en lo digital y en la distribución por comercio electrónico es tan siquiera deseable? 

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