Anticipando las críticas y para que no perdamos tiempo haré una autocrítica severa. Escribo desde la envidia, la intolerancia y la mala leche.Constantemente me critican: ¿Por qué eres así? Ya andan diciendo que eres peor que el poeta Harold Alvarado, el poeta salvaje. ¿No puedes quedarte callado? ¿No te das cuenta que esa actitud de constante severidad te cierra las puertas y poco a poco te vas aislando?
Claro que me doy cuenta y a veces quisiera ser un frenólito buenagente, complaciente, sonriente, amigo de todos... pero es que, ay, my friends, no me puedo quedar callado cuando escucho las lecturas de cinco autores que se dice son la vanguardia de las letras en lengua española y lo que oigo son obviedades, tonterías, textos mal escritos, sosos, flojos, de autores que han publicado en grandes editoriales y tienen traducciones a cinco o seis idiomas.
O ellos son mediocres o yo un taradito resentido.
Levanté la mano al terminar de escuchar las lecturas de Nettel, Bellatin, Alvaro Uribe, Valieria Luiselli (lo de ella era aceptable) y otro que de tan endeble carece de nombre en mi memoria... Y dije, con todas sus palabras y sin disculpa alguna:
-Me parece que casi todo lo que han leído es convencional, mediocre y desechable.
El silencio campeó en un salón atiborrado de lectores dispuestos a aplaudir a Cepillín si el payasito de Monterrey hubiera leído su lista de compras.
El moderador, Aurelio Major, carraspeó:
-¿Ya terminó? ¿Tiene alguna pregunta?
-Ah, ¿entonces se trata de preguntar? ¿No se aceptan críticas?
-Si lo que quiere es que lo invitemos al próximo Hay Festival de lo por hecho.
-No gracias, no lo necesito.
Ahí terminó la escaramuza.
Otra escena típica de Hay Festival: incluye a Vilas-Mata. Compré dos libros suyos y me puse en la fila para que me los firmara (ya he leído dos libros suyos: Lejos de Veracruz me entretuvo; otro cuyo nombre he olvidado, lo abandoné antes de la mitad).
Vilas Mata ni siquiera preguntó mi nombre: simplemente hizo un garabato autobiográfico y narcisista y dijo "el siguiente".
-Un momento -dije- quiero regalarle un libro mío, Historia de todas las cosas.
Ni siquiera lo miró. Lo apartó bruscamente:
-Mándemelo por correo, el siguiente.
-¡Un momento! Usted no me va a hacer esa patanería. Ya me la hizo Sábato hace muchos años y yo en este caso no la aceptaré.
Le volví a dar el libro. Casi se lo pongo de sombrero.
Y me alejé sin mirarlo.
Temí que lo tirara a la basura.
Media hora más tarde me lo encontré de frente. Vi que llevaba la novela bajo el brazo.
Los escritores van a los congresos a hacer relaciones públicas con los editores, a vender libros y a emborracharse. No cumplen las citas que no sean estrictamente de negocios o de prensa. Se vuelven esclavos de los editores. Evitan a los lectores. Aceptan los viajes y las comidas porque son gratis, a veces dan una conferencia donde dicen siempre lo mismo (uno de ellos, según parece buen novelista, Herbert, repitió en dos presentaciones lo mismo: "Escribí esta novela porque mi madre nació en México, fue prostituta y se llamaba Guadalupe: el balón estaba en la portería: yo tenía que ser novelista a huevo, pero necesitaba que mi mamá se muriera para que mi novela tuviera un fin. Afortunadamente se murió pronto y yo pude sacar mi novela". Herbert repetía constantemente la palabra guey, madres, chinga, lo que le llenó de ruido la cabeza a mi máneger, quien dijo:
-Ya con esto tengo. No más escritores. Dicen puras pendejadas.
Y abandonó el Hay Festival forever. Para mi máneger el único que no dijo pendejadas fue Rosero. Estoy de acuerdo. Lo que no me gustó fue que las editoras lo cuidaran como niñeras y le hablaran mal de mí y se lo llevaran casi rastras, hasta el punto que no cumplió con el encuentro y la comida que nos habíamos prometido:
-¿Cómo te pudiste tomar fotos con ese señor Garramuño? ¿No sabes que el que se acerca a él se mancha? -dijo una de las editoras.
Eso, de lo que me enteré por medio de mis sistemas paranoides, me hizo meditar: ¿en verdad soy tan nefasto?
Bueno, sí, lo soy, pero para los que verdaderamente no me conocen. Los que sí me conocen saben que soy la persona más solidaria y generosa del mundo. Soy el más sincero. Mi detector de mierda es muy sensible. Por eso no puedo quedarme callado.
Muy inteligente me pareció Fadanelli: muy lúcido, culto y brillante, aunque a veces sus libros no alcanzan a ser más que ocurrencias.
Saludé y me tomé fotos con el Nobel africano Soyinka.
Me tomó fotos Mordzinski, el famosos fotógrafo de escritores, quien me dijo que él es el que tomó la famosa foto de Gabo sentado en la cama.
A Elmer Mendoza lo saludé y me dedicó un libro: "Para Mistercolombias, maestro de la sinceridad y de la ficción".
Taibo II ni se acordó de mí porque los flashazos lo tenían deslumbrado.
Conversé brevemente con la esbelta y agradable Valeria Luiselli.
Suspendo: regresaré al Hay Festival: hasta que la fiesta acabe.
Ah, no he hablado del Club de Tobi: me refiero al Club de Pitol, un grupo de personajes grises que lo han usado como trampolín para exhibirse. Pitol los ha metido como cuñas al lado de escritores famosos.Una crítica: habiendo en Xalapa personas tan brillantes como Juan José Barrientos, poetas como Ramón Rodríguez y la poeta Krauze, narradores como Antúnez, ¿por qué poonen a personajillos grises?
Y después no me vayan a decir que escribo para que me odien. Yo también tengo mi corazoncito. Sólo que mi hígado es del tamaño de una molleja de gallina enana.
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