Joaquín Díez Canedo, director del Fondo de Cultura Económica, ha sido removido de su cargo. Las voces que lamentan el despido de un intachable del mundo de la edición latinoamericana, sugieren que es una jugada política más que estratégica. Otra mala noticia en la crisis del sector del libro en lengua española. Juan Cruz, en su blog del país señala algunas sospechas de los tejemanejes que se urden tras el despido y el nombramiento de José Carreño Carlón:
Hay muchos nombres propios en la nómina de la resistencia editorial. Y entre ellos hay uno que concita sobre sí la experiencia de un maestro en particular, su padre, y una pasión muy propia, la de editar lo mejor posible en un universo que se resiste a perder la brújula de la calidad. Es Joaquín Díez Canedo y lo acaban de despedir del Fondo de Cultura Económica, una de las principales editoriales del mundo y sin duda el faro editorial y cultural de México. Le sucederá un periodista, José Carreño Carlón, ex portavoz de Carlos Salinas de Gortari (que fue presidente de México), periodista y académico... Parece, pues, que el viento de la política mexicana, que ahora vuelve a ser conducida por el PRI que en su día (¿o todavía?) encarnó Salinas, regresa para marcar con su impronta también la política de la industria cultural en el país de Rulfo, Paz, Fuentes, Elena Poniatowska y Monsiváis...
Díez Canedo es físico, porque no quiso dedicarse a las letras, como su padre, el legendario Joaquín Diez Canedo, exiliado español que encarnó durante décadas la editorial Joaquín Mortiz, que fue la que primero publicó en lengua española desde México a autores como Günter Grass; él fue quien impulsó desde que empezaron a publicar a escritores como Jorge de Ibargüengoitia, los citados Paz y Fuentes, José Agustín o Rosario Castellanos... La presencia del padre fue poderosa para el hijo, de modo que un día éste guardó los bártulos de su carrera y se introdujo igualmente en este universo de ruidos sintácticos, de egos y de ambiciones defraudadas o no. El mundo de la edición.
Le dejaron poco tiempo para completar su ciclo en la potente editorial. El Fondo de Cultura Económica es, como la UNAM o como en este momento la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un codiciadísimo puesto cultural en México, y le han hecho sitio en ese lugar tan preciado a alguien directamente relacionado con la política, la del pasado y la del presente. Díez Canedo fue nombrado para este cargo en 2009, después de haber trabajado como editor en el grupo Patria, en la UNAM y en la Editorial Clío. Estuvo un tiempo en la gerencia del Fondo y regresó a la dirección general de la que ahora es apeado. Nació en 1955.
En Letras Libres, el ensayista Gabriel Zaid hace un recorderis de las cabezas de este cargo avenido en botín electoral y denuncia algunos de los desastres sociales de dejar la cultura en manos de burócratas:
El Fondo de Cultura Económica nació en 1934 como una institución de la sociedad civil. Daniel Cosío Villegas, su fundador y director, la organizó como una editorial independiente, no como una dependencia editorial del poder ejecutivo. Consiguió dinero público y privado para un fideicomiso constituido en el Banco de México (que también, originalmente, tuvo accionistas privados). La palabra fondo tenía el doble sentido de fondo editorial y fondo fiduciario (trust). El Banco no se metía en la administración del Fondo como editorial: se limitaba a la vigilancia fiduciaria del uso honesto de los fondos.
En 1948, Cosío decidió retirarse y trajo como sucesor al gerente de la filial argentina, Arnaldo Orfila Reynal. Resultó un acierto. De 1934 a 1965, la empresa acumuló un capital asombroso de títulos publicados, colecciones, autores, traductores y lectores; de tipógrafos, diseñadores, correctores y curadores de libros; de oficio editorial y calidad intelectual; de merecido prestigio internacional.
Inesperadamente, en 1965, el presidente Gustavo Díaz Ordaz se sintió dueño del Fondo y despidió a Orfila por haber publicadoLos hijos de Sánchez de Oscar Lewis. Nombró en su lugar a Salvador Azuela, un buen hombre que no tenía la menor idea de lo que era una editorial y así la dirigió. El capricho presidencial dañó una institución querida y respetada en todo el mundo.
Después de años a la deriva, cuando el Fondo empezaba a recuperarse (gracias a los trabajos de salvamento de José Luis Martínez y Jaime García Terrés), recibió un segundo golpe presidencial. En 1990, al ex presidente Miguel de la Madrid se le antojó la dirección del Fondo y el presidente Carlos Salinas de Gortari se la dio. Hubo burlas en los medios políticos, que veían (y ven) el Fondo como poca cosa, desde la perspectiva del poder. Resultaba peregrino y difícil de explicar. ¿Por qué pedir una chambita después de haber sido presidente? ¿Por qué pedir el Fondo? Nunca había mostrado vocación de editor de libros. No tenía experiencia. No le faltaba dinero para poner su propia editorial. Fue un capricho inexplicable, pero destructivo.
La situación se repite con José Carreño Carlón, nuevo director del Fondo por capricho presidencial. Su trayectoria como editor de libros es nula. En su propia página web (www.josecarrenocarlon.com), subtitulada “Artículos periodísticos y comentarios en radio y TV”, se presenta como experto teórico y práctico en las relaciones del poder y los medios. Fue Premio Nacional de Periodismo, director del periódico oficial (El Nacional), vocero presidencial de Salinas de Gortari y diputado. Es conductor del programa de televisión Agenda Pública de Televisa, comentarista de Antena Radio del Imer, columnista en El Universal y profesor de periodismo en la Ibero y en la UNAM. Al día siguiente de su nombramiento, publicó en su artículo “Llegar al Fondo” que “Llegar ahora a esta casa prodigiosa […] sería –imaginé– prolongar las experiencias gozosas de décadas en el periodismo y la comunicación”. “También el Fondo ha realizado un largo viaje. […] ha resistido desde el golpe autoritario de Díaz Ordaz hasta épocas de grisedad.”
Hay algo misterioso en los caprichos. No se pueden defender con buenas razones, porque tienen motivos irracionales. El nombramiento es absurdo, aunque se diga, para explicarlo, que viene de una promesa de Enrique Peña Nieto. Pero ¿a quién? Por su trayectoria y su poder mediático, no es de creerse que Carreño Carlón haya solicitado el Fondo. Tampoco es de creerse que le interese a Televisa. Le interesa al ex presidente Salinas de Gortari, que tiene delirios de retorno. Escribió un par de libros para señalarse como el intelectual orgánico del nuevo PRI y hasta fue temido como un posible poder tras el trono. Sobra decir que, si ocupara la oficina del Fondo que tuvo de la Madrid, el escándalo sería mayúsculo. El nombramiento de su fiel escudero también es un escándalo, pero por cuenta de otros. Premonitoriamente, el estudiante José Carreño Carlón presentó una tesis titulada México: los códigos de su autodestrucción.
La horticultura puede cambiar de cultivos con frecuencia, porque opera en ciclos muy cortos. En la cultura, los cambios frecuentes son un desastre, porque los ciclos son muy largos. Las instituciones culturales van mejorando lentamente, o pudriéndose lentamente, mientras parece que no pasa nada. Además, la cultura es artesanal: encaja mal en el sistema burocrático. Lo importante en la cultura lo han hecho personas que ni subieron ni bajaron burocráticamente: que, en el mismo puesto y con el mismo título o con ninguno, produjeron cada vez mejor, en ciclos creadores de diez, veinte o treinta años. Por el contrario, mejorar burocráticamente es ante todo recibir un puesto como un peldaño para subir a otro. En la burocracia, quedarse a hacer las cosas bien es anquilosarse, vegetar, exponerse a ser barrido como el odioso detentador de un feudo.
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