La historia de El origen del mundo, de Courbet, está ya muy extendida: es tal vez el cuadro más censurado del mundo. Ningún museo ni galería se atrevió a exhibirlo en sus salas, sino en espacios secretos, porque el plano elegido por el pintor, de un cuerpo fragmentado de mujer, imponía al ojo la mirada directa de la vagina. Esto, fue para su época, pornografía dura: impudicia. Lacan adquirió el cuadro y lo tenía colgado tras la puerta del consultorio, de manera que la vagina entreabierta quedaba a la vista del paciente que se psicoanalizara en las tardes parisinas. Ahora cuelga en las paredes del museo D'Orsay, donde una curtida (y peluda) performer luxemburguesa exhibió su sexo frente a la obra de arte. En el portal esferapublica han analizado algunos aspectos sobre el acto de Deborah De Robertis y proponen una reflexión sobre el eco provocado por la mediatización de casi toda acción humana, sea arte o no. De Robertis, en su página de Facebook, ha divulgado las mejores respuestas de sus seguidores. Parece que El Origen del Mundo humano nos sigue avergonzando.
Pablo Di Marco Tantas veces me han pedido mi opinión sobre temas de los que no tengo la menor idea, tantas veces me han pedido que escriba artículos sobre cuestiones inverosímiles… Hoy podré darle un respiro a mi inutilidad. ¿Por qué? Porque los amigos de Revista Corónica quieren saber cuáles son mis cinco poemas favoritos que giren en torno a Buenos Aires. No se me ocurre trabajo más sencillo y grato. Podría nombrar cincuenta. Buenos Aires transpira literatura. En cada esquina, farol y empedrado se esconde la huella de algún poema, cuento o novela. No nombraré a los mejores, nombraré a los más queridos, a esos que viajan siempre conmigo, esos que recito y tarareo sin siquiera pensarlo. “Setenta balcones y ninguna flor” de Baldomero Fernández Moreno Este poema eclipsó al resto de la obra de Baldomero Fernández. ¿Cuál es su secreto? Intuyo que una irresistible alquimia de encanto, inocencia y sencil...
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