Crónica y reflexión sobre el I Encuentro internacional de escrituras creativas de las Américas en Bogotá.
Alberto Bejarano es escritor, dirige la línea de investigación en literatura comparada en el Instituto Caro y Cuervo.
"Los libros son para él tanto un bálsamo como un torrente de inspiración" Brindisi, Placebo
"Otra vez escuché el silencio y me perdí mirando el camino de baldosas que lleva hasta el cobertizo, sin hormigas o bichos que lo transitaran" Scott, Los refugios
Acaba de terminarse el I Encuentro internacional de escrituras creativas de las Américas en Bogotá. Es una iniciativa loable impulsada por el pionero de la escritura creativa en Colombia, el profesor Isaías Peña de la Universidad Central, por la Universidad Nacional y por el Instituto Caro y Cuervo. Debe destacarse el esfuerzo de los organizadores por lograr consolidar este gran evento.
A la ciudad llegaron escritores, profesores, talleristas y lectores de varias ciudades de Colombia y de Las Américas; venían buscando ElDorado, en este caso, buscando el santo grial en forma de pregunta: ¿se puede enseñar a escribir? Cierta intelligentsia local respondía categóricamente que si, pero solo para unos cuantos, como si poseyeran una fórmula sagrada que no podían ofrecer a los profanos. Otros respondían acaloradamente que no, pero a su vez ofrecían todo tipo de cursos para aprender a escribir. En medio de ese clima, un tanto solemne por momentos, brillaban en la sombra dos jóvenes escritores argentinos que parecían uno (y medio), como una prolongación de Borges y Bioy Casares, en su forma de dialogar, de polemizar y de poner a prueba su relación con la literatura. No vinieron como las estrellas invitadas. Llegaron cada uno con sendas ponencias para las mesas no para los grandes paneles. Traían en sus maletas sus libros, novelas y cuentos publicados en los últimos diez años en editoriales independientes argentinas como Entropía y Gárgola. También traían el primer número de una revista única en su especie, "El Ansia", dirigida por Brindisi, una publicación anual de 300 páginas dedicada a tres escritores argentinos en donde se recorren de primera mano obras singulares como la de Marcelo Cohen. Esos libros y esa revista no tuvieron desafortunadamente un lugar de difusión en el evento, de allí la pertinencia de este texto. (Un par de ejemplares esperan por ustedes en la Librería Lerner).
José María Brindisi habló de diálogos entre escritores, de formas de mantener viva la literatura como interacción a varias voces. Edgardo Scott habló de métodos para aprender a escribir, de formas de activar la literatura en estrecho vínculo con la amistad. Los dos, en el fondo, hablaron (casi) de lo mismo, de la amistad como una de las bellas artes. De la amistad como el mejor espacio de creación literaria. Quien dice amistad debe entender que nos referimos a tensiones, rivalidades y diferencias (como lo recordaba siempre Deleuze, quien practicó también el arte de la escritura dual con Guattari), y no a un mero elogio gratuito. para Escribir, esa fue una de las lecciones que aprendimos con ellos, -no solo en los salones del Encuentro, en la Luis Ángel Arango, en el Caro y Cuervo y el Archivo de Bogotá, sino también en todos los lugares a los que fuimos con ellos en su primera visita a la ciudad: en las librerías Lerner y Merlín, en los cafés Saint Moritz y Pasaje, en los bares Tonalá, Casa de citas y Story Ville y en otras coordenadas secretas del mapa del amanecer...-, para escribir, decíamos, es necesario aprender a escuchar y a hacerlo lentamente. Es preciso estar dispuesto a reírse de sí mismo. Scott y Brindisi, como si fueran una pareja de enganches argentinos en un equipo de fútbol total (digamos el Huracán de Menotti del 73’), nos dieron un paseo por la literatura, por su literatura, por la prolífica producción argentina de los últimos treinta años en torno a Borges, Saer, y Cohen principalmente. Dieron una clase magistral a dos voces en el curso de Tecnologías de la escritura de la Javeriana, disertando sobre la nueva narrativa argentina, prolífica en temáticas y tratamientos sobre la vida (pos)moderna, de Edgardo Cozarinsky a Gustavo Ferreyra.
Ambos trabajan en Casa de letras en Buenos Aires, un instituto dedicado a ofrecer a los aprendices a escritor un espacio de formación de tres años en el que como lo plantearon ellos, "se aprenden recursos que se pueden usar, así nunca vayan a usarse. Se aprende el valor de la palabra escrita y también del silencio. Se aprende el elogio de la lentitud. Tres años para leer y escribir, no para publicar". Hacen parte de una intensa movida literaria porteña hecha de lecturas públicas en un amplio circuito en el que comparten escena escritores consagrados y nuevas voces. Tenemos mucho que aprender de esas experiencias, y de las relaciones Sur-Sur ya que no todos los caminos conducen a NYU y compañía...
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Más información:
De José María Brindisi: Frenesí (Emece, 2006), Placebo (Entropía, 2011).
De Edgardo Scott: El exceso (Gárgola, 2012), los refugios (Ed Universidad de la Plata, 2010)
http://www.casadeletras.com.ar
http://www.losinrocks.com/medios/nueva-revista-el-ansia#.VRxwHxieWrU
https://www.facebook.com/grupo.alejandria
Nota: En abril la entrevista en tres partes a Scott y Brindisi en CyC radio, emisora virtual del Instituto Caro y Cuervo:
http://www.cycradio.gov.co
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