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Juan Felipe Gómez
Apasionante y peligrosa para
los escritores, amada o vilipendiada por los lectores, la minificción ocupa un
lugar de importante visibilidad en el panorama de las letras de Hispanoamérica.
Por un lado, pasión y peligro son dos condiciones ineludibles que rodean la
creación de esas pequeñas piezas narrativas concentradas. Lo que hace el
escritor que opta por estas formas mínimas no es otra cosa que entregarse con
devoción y paciencia a su propuesta narrativa y correr el riesgo con una
creación donde el estilo y la precisión deben lograr un balance perfecto. Y aunque no es fácil ser un lector juicioso
de minificción, son los consumidores exigentes de estas piezas los que tienen
la última palabra: amar o despreciar ese fruto del arduo trabajo del
minificcionista de oficio.
Dentro de las muchas apuestas
editoriales del sello Caza de Libros, impulsado por los hermanos Pardo desde la
ciudad de Ibagué, apareció hace algunos años un libro que demuestra que la
minificción prevalece y logra abrirse campo en un mundo editorial en el que
sabemos que la narrativa breve la tiene difícil. Se trata de Fantasmas entre letras de la
ecuatoriana Solange Rodríguez Pappe, una colección que nos revela a una
consumada creadora de miniaturas rebosantes de imaginación.
De marcada filiación con el
universo fantástico retratado ampliamente por la literatura europea del siglo
XIX, la autora explora las muchas posibilidades de la ficción mínima para
recrear episodios literarios y extraliterarios, perfilar personajes
arquetípicos, crear atmósferas y sorprender al acucioso lector con giros y
cierres abiertamente paradójicos. Los guiños u homenajes a autores que seguramente
han marcado la sensibilidad de Solange por ciertos temas están a la orden del lector.
Es así como en estas páginas conviven el alucinado Lovecraft, el lúdico
Cortázar y el irónico Monterroso, de quien pareciera imposible apartar el
“peso” de su Dinosaurio. Podría pensarse que éstos tres grandes de las letras
hacen parte de los fantasmas que se mencionan en el título de la colección,
figuras tutelares ya etéreas pero omnipresentes en el quehacer creativo de
varias generaciones.
Demonios, ángeles, esqueletos
y fantasmas también son residentes de estos cuentos. Todos tan reales y cercanos
por obra y gracia de una prosa sin afectaciones que logra suspender nuestra
incredulidad y ponernos frente a nuestros miedos y fantasías. Transitamos por
estas pequeñas estampas como quien visita una exposición de grabados
medievales, atentos al detalle que pueda desencadenar el momento epifánico que
haga única la experiencia lectora.
Otros motivos o grandes temas
de la literatura como el amor-desamor y la soledad no son ajenos a esta
selección. Toda una serie de pequeñas conversaciones de amantes, que bien
podría dar para un solo volumen, deja entrever la conciencia de la autora por
las infinitas posibilidades y variaciones de este sentimiento a la hora de
tratarlo como materia narrativa. Y como depositarias, pero también
transgresoras de los hábitos que se crean alrededor del sentimiento amoroso,
aparecen las mujeres, dos de ellas las más fascinantes creaciones
mítico-literarias de occidente: Helena de Troya y Calipso. Pero también
encontramos mujeres comunes y corrientes que escriben, aman y odian.
En cuanto a registros, tonos y formas de
narrar también la variedad es significativa. Desde la clásica evocación hasta
el registro epistolar, pasando por la conversación y el recuento estrictamente
cronológico, Solange asume riesgos que algunos defensores de la unidad
estilística y temática no tolerarían. Aquí vale mencionar que, si bien el
concepto de unidad no es canon, al echar una mirada al conjunto queda la
sensación de que en el proceso de edición se pudo haber expurgado más el
material para darle un mejor acabado a la selección final. En este sentido, me
atrevo a decir que las dos últimas historias, que sobrepasan la medida de la
ficción ultracorta, cabrían en otro conjunto con piezas de más largo aliento.
Así mismo, las piezas de una sola página soportarían un filtro editorial
adicional para subsanar pequeñas faltas ortotipográficas y de estilo que las
deje con el brillo justo.
Sin duda Fantasmas entre letras es una magnífica puerta de entrada a una
obra promisoria que se enmarca en una tradición con nombres ya clásicos como
Luis Vidales, Julio Torri, Marco Denevi, y la más contemporánea Ana María Shua.
Los apasionados de las formas breves y los que nos preguntamos por las voces
que merecen atención en el panorama literario del vecindario latinoamericano
debemos estar atentos, en el Ecuador está Solange Rodríguez Pappe.
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