John
Better
@johnbetter69
A mi inbox de
Facebook me llegó un mensaje de mi querida amiga trans Turba Jackson: “lee
esto, querida”, me dice con su ya característica ironía. Abro el link y me encuentro
con un artículo aparecido en la Revista Gente Caribe del periódico El Heraldo.
El titular reza, “Una pareja ‘gay’ que no les teme a los estereotipos” en ella
la periodista Inguel De La Rosa, hace un
perfil de una pareja gay que supuestamente se sale delos estereotipos
tradicionales asociados a los gais.
De entrada,
el texto nos muestra perlas como esta: Danilo Cañizares y Yesid Osorio son
pareja hace 16 años, además de su influencia en la moda, hoy se enorgullecen de
haber contribuido a “alivianar la presión sobre la comunidad gay en la alta
sociedad barranquillera”. Las comillas sugieren que es una opinión consensuada
de la pareja en cuestión y nos revela de entrada la arrogancia de estos dos
señores que se incluyen dentro de un círculo de clasismo que bien fue retratado
y ridiculizado en su momento por la
novelista Marvel Moreno. Una sociedad de papel y trapo cuyas miserias
trascurrenentre tés canastas en el Country Club o sus lujosas casas de veraneo.
Una elite de señores árabesjudíos italianos y alemanes, que de seguro no tienen la remota idea de quienes
son los Cañizares o los Osorio.
En este punto
abrimos un gran interrogante, es la supuesta “alta sociedad”barranquilera un
ente moralizador encargado de evaluar las conductas de la comunidad LGBTI? No
creo que esta pareja haya ayudado a
alivianar absolutamente nada que tenga que ver con presiones sobre la comunidad
LGBTI y mucho menos encírculos hipócritasy
de exclusión como al que ellos ingenuamente creen pertenecer.
No me extenderé
en esto. DaríoCañizares y su pareja representan a ese hombre gay del nueve siglo, gais capitalistas que
desconocen los procesos de lucha por el reconocimiento dentro de un orden
social, pero a los que hay que enrostrarle que su visibilidad y “éxito” provinciano estácimentado sobre los cadáveres de todos aquellos
que alzaron su voz contra el sistema y soñaron con una verdadera SOCIEDAD
incluyente y justa, activistas de toda las índoles que no se dedicaron a lamer los traseros de un grupo social que
recama de oropeles su triste realidad.
Cañizares y
Osorio representan a ese sector gay que
vive y come de apariencias, a ese sequito descerebrado sin compromiso político
alguno, que solo desea trepar escaños a
punta de arribismos morales, desconociendo la lucha de los otros, por eso se “venden” como ellos mismos dicen en la nota, como una pareja
normal, o normativizada. Una pareja
esclava del consumismo, por eso su amor esta levantado en la primera
impresión, en la ropita de marca que el uno y el otro levaba puesta el día que
se conocieron. Por eso critican las mesas LGBTI, por eso afirman despropósitos como el que marchar o exigir lo básico les
parece una actitud vergonzosa que nos expone a la crítica. Son ellos la derecha
homosexual, esa que pretende borrar de un plumazo tantas victorias ganadas,
pero aquí estamos los otros, “los de los barrios populares” como afirman, poniendo la cara por ellos, y no para ser retratados
en las fotos sociales de los diarios, o
“vendernos” como los gais de “mejor familia”si no para mostrar la cara de una
realidad a la que día a día enfrentamos a golpes y rechiflas. Parejas como ellos no representan nada dentro
de sus imaginarios entornos, son solo figurines decorativos que de vez en
cuando no les vendría mal sacudirse el polvo y las telarañas que se hospedan
en sus vacías cabecitas.
Afortunadamente
a diferencia de estos, existen otras
uniones de carácter igualitario como la conformada por los señores Jairo Polo y Fabián Gómez,
piedras angulares del Carnaval gay de Barranquilla, gente que trabaja hasta al
cansancio por esa comunidad que otros miran de reojo, gente que representa con
orgullo a uno enorme población. Hombres que
construyen igualdad con sus actos, que no censuran, que forman parte de
una democracia donde nadie es señalado
por su origen origen social y
esto es un aliciente, un motivo para celebrar en medio de un mundo cada vez más
frívolo, donde la apariencia a veces es ley y no todos-por fortuna- somos
“Cañizares” u “Osorios”.
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