“A finales del año pasado, el sello Seix
Barral, de editorial Planeta, publicó la novela El último donjuán, de Andrés Mauricio Muñoz. Desde entonces varias
voces han celebrado la aparición de una obra que habla sobre el amor en tiempos
de Internet, sobre la instauración de un nuevo orden para la construcción de
los afectos a partir de la virtualidad y
la tecnología. Todo un sistema de hipervínculos y redes cibernéticas,
pero aplicados al corazón humano. Ahora el escritor colombiano Gerardo Ferro
Rojas, desde Canadá, nos da sus impresiones”.
Gerardo Ferro Rojas*
Desde hace algunos meses había escuchado buenos
comentarios sobre la novela El último
donjuán, del escritor colombiano Andrés Mauricio Muñoz, pero solo hasta
ahora pude dedicarle el debido tiempo para leerla. Lo primero que debo decir es
que me gustó mucho, que hay ahí una buena novela, bastante bien lograda. Cuando
la terminé entendí que la clave está en la manera como logra penetrar la
intimidad de un mundo vasto, vertiginoso y acelerado como el mundo virtual. Un
mundo, además, anónimo, pero que aquí cobra un nombre, una presencia clara y
real, pues se devela la máscara que esconde el verdadero rostro detrás de esos nickname, y nos permite ver la
humanidad que hay detrás de ellos. En un mundo híperconectado, donde las
comunicaciones y las informaciones fluyen y se entrecruzan a todo momento, la
novela plantea que detrás de eso, en realidad, lo que hay es una profunda
soledad, un enorme problema de comunicación con el otro y, por supuesto, el
deseo humano de acercarnos, de conectarnos con otros.
En ese sentido, esta obra plantea lo cada
vez más difícil que le resulta a la humanidad de estos tiempos el contacto
directo con el otro; se acude a lo virtual como una forma de escudo porque el
contacto real es cada vez más difícil e incluso doloroso. Una virtud del autor
es que logra romper ese escudo para que el lector descubra lo humano que hay
detrás de ese escondite. Me parece que esa es justo la fibra que alcanza a
tocar la novela y explica el porqué de la conexión que ha conseguido con los
lectores. Por otro lado, en cuanto a la arquitectura, está el tema meramente
estructural de la fragmentación, algo que, por supuesto, tiene mucha relación
con el asunto de las ventanas de un chat, de lo interconectado, pero que en el
plano de la forma literaria es bastante ingenioso. Varias veces imaginé esta
novela como un inmenso chat interactivo y múltiple donde cada historia es una
ventana que va ampliándose a medida que se cuenta. Sin duda un gran acierto
literario.
*Escritor
colombiano, 1979. Ha publicado los libros de cuentos Cadáveres exquisitos y
Antropofobia, que recibió el Premio Nacional de la UIS, y la novela Las escribanas,
Premio en el Concurso del Instituto de Patrimonio Cultural de Cartagena. Su
libro inédito de cuentos, Combustiones espontáneas, fue finalista del IX
Concurso Iberoamericano de Relatos Corte de Cádiz, España. En 2016 Collage
Editores publicó su novela Cuadernos para hombres invisibles. Actualmente vive
en Montreal, Canadá.
Sin duda fue una novela muy buena. La leí a mediados de año.
ResponderEliminarMira que las mejores novelas históricas son mi adicción, pero esta novela me dejó un sabor de boca bastante bueno.