Ey loco, hace rato no te me apareces en sueños, tal vez porque no estoy durmiendo mucho. La última vez que pude hacerlo plácidamente, te vi lanzando pepas de mango maduro a los pájaros que volaban bajo por las riberas del Sinú. Recuerdas que te hablé del chico aquel que me recitaba tus poemas al oído, bueno, ya no está, lo maté, no existe más. Ahora es un pájaro que se llevó consigo la paja que rellenaba mi cabeza de chico espantapájaros. Espero que en el próximo sueño sigas allí sentado, devorando mangos y le atines en el momento justo un pepazo fulminante directo al cogote, luego nos hacemos un pequeño abanico con sus livianas plumas.
Raúl, es septiembre y estoy fracturado: me la paso leyendo tus poemas casi todas las noches. A veces te busco en Youtube, elijo algún video donde aparezcas hablando, y tu voz hace que la fisura que me atraviesa se extienda. Y tu voz profética me paraliza: nunca es tarde para hablar de ellos, para recordarles que tú no eras el tonto, para revivir algo que el arte siempre le ha tenido a la bruta vida: ¡ODIO!
No vale la pena hablarte de YouTube, es una alcantarilla donde se puede encontrar desde películas de Fellini hasta mojones parlantes llamados Youtubers.
No duermo nada, loco, me levanto muy temprano, prendo un cigarrillo mientras contemplo los cerros de esta helada ciudad, tomo un té amargo, leo tus poemas, fumo nuevamente, busco tu cara en la web, paso foto tras foto que encuentro y me quedo mirándote por largos ratos, luego las copio y las pego en una plantilla de Word, escribo como pie de página alguna frase tonta: “Raúl, el poeta de Cereté, me mira desde esta plantilla”. “Raúl en una foto de su infancia”, dice la última en mis archivos.
Soy un jodido enamorado, un esquizoide, un enfermo como tú. No me acostumbró a los cuchillos de la poesía, por eso tengo la piel tajeada. Cortaduras recientes atraviesan mi cara, un vidrio clavado en mi costado izquierdo espera ser extraído. Cada esquina de mi cuerpo está enconada, dolorosos retoños revientan desde lo más hondo de mis nervios. Trato de calmarme con algún verso tuyo:
Vives en este libro aunque te tengo miedo
Aunque apenas si hemos hablado
Pero te amo tanto como siempre
Tanto como puedas imaginar
Y estamos lejos
Como el sol del mar.
No hay mucho que debas saber de esta orilla cenagosa. Te han vuelto ensayo, antología, mártir, demonio. Eres el tormento de un ahumado poeta de apellido Roca cuyos versos no atraviesan una piedra pómex. En los más nefastos recitales se cuentan anécdotas alrededor tuyo: el que alguna vez te dio una moneda en la calle le brilla su diente de oro al contarlo, los que pusieron un plato de comida en tus manos presumen de su caridad aunque hoy se llenen los bolsillos con los presupuestos a la cultura, a la que le levantaste la casa a peñones todavía tiene blindada sus ventanas.
Me empiezo a sentir pesado, parece que el sueño quiere arrullarme un poco, después de todo no soy tan malo.
El cuarto desde donde te escribo tiene un hermoso techo traslucido: puedo ver caer la lluvia a diario. Y veo también aviones y pájaros volando, y pienso en ti, y en él.
Tal vez el avión se venga abajo en el próximo meridiano, tal vez el pájaro se quede suspendido en el aire en este instante en que creo ya estar dormido. Raúl, este es el momento, ¡Derríbalo¡
John Better
Simplemente hermoso
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