Alexis
En las tardes azules como esta
mis ojos se demoran en tu umbral
esperando verte salir
para juntos marchar hacia lo lejos
a triscar la hierba breve
que pronto ha de ser flor,
a aspirar otros perfumes en la flor
que pronto ha de ser fruto,
a libar el fruto delicado
que ha de teñir el labio,
que ha de endulzar el beso.
Pero tú entretanto prisionero
de atlas que te pierden en sus páginas,
de cifras y verbos que te niegan con su nada
o de tantas otras cosas que no te pertenecen.
Tuyo es el lirio y el tacto de las aguas,
tuya la mano en la suave curvatura...
Algo rosado está ocurriendo al horizonte
y aún no vienes, cervatillo...
Que tañan las campanas del ángelus
mi funeral y el de los astros,
que se aneguen en mis ojos
los trazos del universo entero
¡qué me importa!
Si la promesa se ha perdido
otra vez para los dos
y me duelen tanto
nuestras tardes separados.
***
En mi vida
Por lo menos un instante
he sido ya todos los hombres:
he sido el agua, la sed, la desnudez, el llanto.
Llega un momento cada noche
en que ya sólo deseo algo blando
dónde rendirme y desaprender el Universo.
Anudando mis dispersos instantes de gozo
podría formarse una estación
plena de vendimia.
He visto a toda grandeza asumir
una mínima dimensión de lágrima
—ante una tumba—.
De la naturaleza humana he aprendido
que la pureza de un hombre hay que medirla
en su peso exacto de cristal y barro.
La sangre de mi cuerpo sabe
que nuestros dioses verdaderos son aquellos
a quienes ama nuestra carne.
El fondo de mi alma sabe
que no podemos aspirar a otra salvación
que a la de la tersura de una piel.
Y he de resignarme —a falta de un verbo
que conjugue al hombre en lo eterno—
a escribir estas efímeras palabras.
Carlos Framb, poeta colombiano. Acaba de publicar Deslumbramiento.
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