Pedro Bravo
Al otro lado del charco que es Facebook
me pide Ángel que le explique Madrid a través de libros que la cuenten bien o
mal o como sea la ciudad ésta en la que nací y he vivido casi siempre. Igual
son más que libros, le contesto. Y le cuadra, porque los dos sabemos que el
relato también está, por ejemplo, en las canciones. Al ponerme a pensar, me doy
cuenta de que Madrid está muy presente en mis dos libros. En La opción B, una novela algo así como
narco existencialista, el Madrid de los 90 es casi un personaje. Más que un
escenario, es una presencia constante incluso cuando el protagonista no la
pisa: barrios, tragos, comidas, locales, personas, personajes y muchas (malas)
costumbres son arte y parte de todo lo que sucede. En Biciosos, un ensayo sobre cómo disfrutar y transformar las ciudades
montando en bici, Madrid, esa urbe que se niega a dejar de ser un pueblo
también en las buenas costumbres, es otra vez punto de salida y llegada. Y, en
los dos, hay mucha música. Así que no es extraño que a la petición de Ángel
responda de la siguiente manera:
Este
Madrid, de
Leño.
“Es una mierda este Madrid, que
ni las ratas pueden vivir”. Así veían en el 78 la capital de España tres tíos
de Carabanchel, uno de los barrios populares y obreros de la ciudad. La veían
así desde dentro pero lejos, la vivían así desplazados por esa fuerza
centrífuga con la que los centros expulsan a las periferias y se olvidan de
ellas. Aquí, la gente de Carabanchel, de Vallecas, de Entrevías, de San Blas,
de Villaverde, la gente de los barrios hablaba de “bajar a Madrid”, como si
viviesen en otro pueblo, en otro planeta. Así era. Mientras Leño tocaban los
primeros acordes de un género musical entre el rock duro y el punk que, de tan
suburbial, nadie ha sabido etiquetar, en el centro se empezaba con eso de la
Movida. En general, gente de familia bien portándose mal con la excusa de la
modernidad y la nueva ola. Lo dicho, otro mundo.
Arde Madrid, de Kiko Herrero.
Kiko Herrero es de los que se
fue, de los que consiguió huir de esta ciudad que te ahoga a base de no dejarte
dormir. Kiko se fue tanto que sólo pudo escribir este libro en francés, desde
París, donde vive ahora mucho más tranquilo, sin ballenas podridas aparcadas en
la puerta de su casa, como cuenta en uno de los primeros relatos de este
volumen estupendo. Arde Madrid es
una colección de cuentos, unas memorias, una obra difícil de clasificar en la
que Kiko va juntando sus recuerdos. Aquí Madrid es primero esa ciudad gris,
casi negra, que fue cuando Franco aún respiraba aire reaccionario y por eso es
fantástico leer a Kiko ponerle algo de color y surrealismo a su memoria para
salvarse y para salvar su barrio, Argüelles. Luego, habla de la llegada del
color, tras la muerte del tiranito, de los 80 y de esa diversión casi
obligatoria que acabó creando zombis desorientados entre after y after. Algo de
lo que, extrañamente, aún se siente orgulloso el madrileño, como si la
diversión se midiese por cantidad y no por calidad.
La estatua del jardín botánico,
de Radio Futura.
Madrid
es una señora mayor con la autoestima muy baja, una señora con depresión
crónica que mantiene la costumbre de autolesionarse. Madrid se quiere mal y lo
dice a voz en grito con el codo apoyado en la barra del bar mientras bebe cañas
sin parar, echa los huesos de las
aceitunas al suelo y pide dinero para jugar a las máquinas tragaperras. Ahora a
Madrid le ha dado por decir que la Movida no existió, que fue una mierda, que
fueron cuatro drogadictos, que no ha dejado ninguna herencia cultural… Y puede
que sea verdad, que aquella miríada de grupos, que todos esos pintores y
artistas, que todas esas canciones y películas fueran sólo ficción pero, ¿qué
coño tiene de malo la ficción? La de Radio Futura, muy poco. La banda que supo
crecer de la nueva ola al pop adulto pasado por lo latino y el reggae tenía
otro rasgo diferencial en sus letras, que aquí retratan la melancolía del
Jardín Botánico pero también del desamor y la resaca.
Madrid: frontera,
de David Llorente.
El
Madrid de esta obra reciente de David Llorente no existe pero está al caer. Madrid: frontera es una novela distópica
basada en hechos reales, como debe ser. Una capital de un Reino sólo para
ricos, rodeada por un mar furioso, con una lluvia permanente y tan molesta como
la oscuridad que la cubre, con gente que vive en la calle y busca en la basura
lo que unos pocos, los que los tratan como perros, deciden. Es una novela de ciencia
ficción social que pinta las cosas muy mal y que, sin embargo, probablemente no
existiría de no haber pasado por nuestras vidas el 15M. Aquella revuelta
pacífica, la de “dormíamos, despertamos”, cambió la imagen (de sí misma
también) de una ciudad inamovible. Porque, escribiendo también se protesta.
Una
ciudad cualquiera,
de Biznaga.
Madrid sigue durmiendo poco y haciendo
ruido, a pesar de todo. Biznaga son herederos de Parálisis Permanente pero
también de Larra, pesimistas que escriben a gritos sobre la vida misma. Biznaga
casi acaban de nacer y ya saben que Madrid es “una ciudad tan buena para morir
como otra cualquiera”. Todos los de aquí, nacidos o no, sabemos que tenemos que
irnos pero que vamos quedarnos para siempre. Haciendo ruido, durmiendo poco y
escribiendo a gritos.
Interesante manera de abordar una ciudad, desde sus libros. Gracias
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