Juan Felipe Gómez
Al final del décimo Congreso Nacional de Lectura, en mayo de 2011, ocurrió algo que los asistentes no esperábamos: después de la conferencia Erase una vez, del escritor argentino Alberto Manguel, unos señores de ruana y sombrero con instrumentos de cuerda se subieron al escenario del auditorio José Asunción Silva en Corferias para ofrecer un recital de clausura. Pronto supimos que se trataba de Jorge Velosa y los Carrangueros de Ráquira, y entre el desconcierto de algunos y el entusiasmo de otros nos dimos a disfrutar de la presentación que, aunque corta, nos puso en contacto, a la mayoría por primera vez, con el singular sonido de la carranga en vivo.
Al recordar que aquel congreso tuvo como eje Los leguajes de la infancia, crecer entre relatos y juegos, pienso que no pudo haber un invitado más pertinente que Jorge Velosa para cerrar las jornadas académicas poniendo a los invitados (bibliotecarios, promotores de lectura, profesores y lectores de todo el país) a bailar y gozar con sus historias cantadas. Y es que si de relatos y juegos se trata, nadie como Velosa ha puesto en valor el lenguaje, con sus posibilidades lúdicas, estéticas y narrativas, a través del género musical del que es pionero. Tan propio y característico de Boyacá como la ruana y el sombrero, el género de la carranga es esencialmente un vehículo para contar historias y divertir, eso es lo que ha hecho Velosa a lo largo de su vida dentro y fuera de los escenarios. Con y sin acompañamiento musical siempre tiene a flor de labios una copla, un dicho, un historia de su Ráquira natal y los pueblos vecinos.
Sin duda, en cualquier espacio donde se reflexione sobre el lenguaje y la lectura Velosa tendría mucho para aportar. Con humor y lucidez, como lo hizo en aquel recital, puede dejar un mensaje que cale tanto como sus canciones Julia, julia, julia; Por fin se van a casar y La Cucharita. Como músico, poeta, trovador, conocedor y defensor del folclor de su tierra, Velosa se ha ganado un gran respeto y reconocimiento en el ámbito de la cultura nacional. Su pericia con el leguaje y capacidad creativa han sido objeto de admiración y, para hacerle justicia como hombre de letras, su obra ha sido exaltada a través de publicaciones, investigaciones y libros, dos de los cuales me permito reseñar a continuación.
En 1983 la desaparecida editorial Carlos Valencia Editores publica La Cucharita y no sé qué más, historias para cantar. El libro recoge las letras de un puñado de las canciones que para entonces, y gracias a los programadores musicales de emisoras dentro y fuera del territorio cundiboyacense, se habían ganado un lugar en el corazón de los colombianos. Pero el libro no es solo un compendio de letras de canciones. Su singularidad empieza por el prólogo, escrito por el mismo Velosa. Se trata de una introducción escrita con la lucidez y el humor del que hace gala en las canciones y en la conversación cotidiana. “Estará tan bueno mi libro que no topé un cristiano dispuesto a prologarlo. Por eso y para que el pobre no apareciera como un invitado de gorra, aquí me tienen, metido en el paseo desde el primer chirrionazo y con la gana de hacer la mejor carreta que a raquireño alguno se le haya ocurrido jamás de los jamases…Si supiera que solamente mi familia y algunos amigos van a correr el riesgo de vacunarse con este libraco, no me pondría en tantas vainas”, apunta Velosa en el referido prólogo.
Sigue entonces lo que hace del libro una pequeña joya, un documento de arqueología musical y exaltación del dialecto campesino y el folclor boyacense: la letra de cada canción precedida de la historia de su nacimiento y escritura. Conocemos así las anécdotas, ires y venires, y motivaciones detrás de canciones como La pirinola, La chucula está fría y La china que yo tenía. De estas canciones y sus respectivas historias, tal vez sea La cucharita la que mayor resonancia haya tenido a lo largo de los años. Tarareada por jóvenes y viejos en todos los rincones del país, se ha convertido en un clásico de la música autóctona colombiana. ¿De dónde salió La Cucharita? ¿Cómo se perdió? Velosa lo cuenta a su manera, recordando sus días en la emisora Radio Furatena de Chiquinquirá a finales de los setenta con el programa Canta el pueblo, en el que leía cartas y coplas enviadas por oyentes de todo el departamento de Boyacá. La visita a Gregorio Martínez, uno de esos fieles oyentes, con la curiosidad de completar una narración enviada inconclusa al programa, es el origen de la historia de la canción.
Se trata de una historia entrañable que con su sencillez y espontaneidad ha trascendido, al punto haber dado origen a otro libro: La cucharita, historia de una canción, del periodista Germán Izquierdo Arboleda. Trabajado inicialmente como una crónica periodística y publicado en 2016 como primer título de la editorial independiente Monigote, el libro reconstruye la historia detrás de la canción y, con un lenguaje sencillo, tono evocador y bellas ilustraciones muy bien documentadas, la pone a disposición de nuevos lectores, en especial niños y jóvenes. Así, La cucharita sigue su camino y ahora además de escucharse como canción en fondas, cafetales, plazas de mercado, barberías, tiendas y almorzaderos, también está en un bello libro disponible en todas las bibliotecas públicas del país.
Juan Felipe tiene el tono en 440, que es la afinación universal de la música en la actualidad y en la cual orbitamos los músicos. En este texto llega y toca con maestría de concertista a través de la palabra, eso que a los músicos nos gusta leer y eso que quisiéramos ver escrito por aquellos escritores que, aunque no tocan ni un timbre, viven las penas y alegrías del arte de las artes.
ResponderEliminarUna propuesta literaria tan importante por rescatar y difundir. Gracias
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