Javier Zamudio*
“The idea is to turn flesh and blood into literary caracters and literary caracters into flesh and blood”
Philip Roth
Los que le han seguido la pista a Andrés Mauricio Muñoz, saben que leerlo resulta en una experiencia perturbadora. Esto se debe a su capacidad de crear personajes entrañables, seres que conocemos de toda la vida y llegan a ser tan tangibles que, en medio de la lectura, nos convertimos en cómplices de sus vidas: disfrutamos sus alegrías y sufrimos sus tragedias. El autor payanés consigue, parafraseando a Philip Roth, convertir carne y sangre en personajes literarios y transformar a los personajes en carne y sangre. En otras palabras, concentra las pulsiones del mundo en sus personajes, mientras sus personajes son núcleos de esa pulsión universal.
Su más reciente libro, El último donjuán, publicado por la editorial Seix Barral en el año 2016, es un bello ejemplo de esto. La novela, construida sobre un entramado de pulsiones humanas, nos cuenta diferentes historias y, al mismo tiempo, una sola que no se develará hasta el final, poniendo la última ficha de un puzzle que comienza con el asesinato de un hombre; una vuelta de tuerca que trastoca el sentido total de la novela, aportando no sólo solidez a la trama, sino clarificándola. De este modo, nos asomamos a una multiplicidad de sub-tramas para resolver un misterio, que explora la fragilidad de nuestra condición humana y los peligros subyacentes al progreso tecnológico. La novela retrata un cambio de paradigma en la manera en que nos relacionamos y nos muestra a qué nos exponemos cuando decidimos usar estos nuevos sistemas de comunicación. El Messenger, entonces, tiene un papel central, pues es el vehículo sobre el que se tejen las relaciones humanas en la novela, un núcleo sobre el que giran los personajes, configurando su actitud ante lo real. Marta encuentra en lo virtual un escape a la soledad de su matrimonio que se desmorona; Socorro ve florecer la posibilidad de un amor real detrás de una pantalla y el comienzo en un país con ínfulas de progreso; Pedro asiste al suicidio de su hija, un muerte que se gesta en un mundo en apariencia verdadero, tangible; Carolina y Juan Pablo, cada uno contando su historia, que es tan disímil y, a pesar de todo, gira sobre un mismo eje y es la costura de una larga e intrincada telaraña.
Sin embargo, más allá de la trama y el tema, lo que convierte a Muñoz en un autor al que toca leer, es su ojo experto, que analiza el alma humana y nos la entrega en palabras que, como un remolino, giran alrededor de un centro al que vuelven y del que se alejan en un ritmo pausado, pero consistente. Si todavía no lo han leído, no se lo pierdan, de su lectura no saldrán indiferentes.
*Autor de la novela Hemingway en Santa Marta (Ed. Lugar Común, 2015) y del libro de cuentos Espiar a los felices (Ed. Eafit, 2016).
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