Incomparable Carmelina
Cierro los ojos con fuerza y aparecen las flores árticas que producen sus versos. Se hace la noche y me introduzco en esa habitación con pez y lámpara; como un fantasma en víspera de una próxima vida, trato de descifrar esos susurros, de ver la adolescencia de esos rostros que atestiguaron la conversión de sus ojos en un salar interrogante.
Tanto tiempo ocupado y tan poco disponible para preguntarse. Sábato lo vio venir; una inminencia de máquinas desoladas, de vidas comprimidas y opacas, de ceguedad ante el otro: la enfermedad de hoy es la soledad de embarcadero, la de la risa desgonzada. Distinta usted, porque lo sabía: verse a sí misma era permitir que alguien más no desapareciera; sin importar si el día fuera fabricado entre gritos, sólo importaría estar vivo, cumplir con ese acto vital de júbilo y lamento.
Resistir, resistir… especie de maná imperativo ¿Dónde hallar combustible para reconfortar el espíritu, para revivir esas almas otrora ardientes? Atizar el rescoldo. Poner vino en la arcilla para ver el corazón revelado. Dejar tierra y mostrarse valientes en la búsqueda; los cuerpos desnudos ante la marea que sube, relámpagos inaugurales. Tambores que llaman al pez azul y oro, el pez inalcanzable, el pez nunca pescado. Retornar para zurcir la red, para templarla y que sea el cobertizo para el amor que se muestra, nos conturba y luego escapa.
¿Diría que el amor es palabra? ¿O es silencio precipitado?
El amor es el hambre, dejó a la vista en medio del camino, y nos abrió las entrañas de la distancia, y fue imposible volver a alzar la vista porque la complacencia en ellas dislocó nuestros polos ¿Cómo amar? dándolo todo por perdido ¿Para qué quieres un tesoro si no es para perderlo? lo habitual desluce; el enigma es la razón de que la sangre se remueva, de que se intente un paso aunque la balada en su hechizo nos esté entregando en brazos de la muerte…
Muerte que nos invade, nos borra, nos proscribe, nos remite en cartas aserradas hacia cúmulos de olvidos infinitos. No hay lucha que presentarle: vamos de paso por su patria diurna. Sus semillas van minando la garganta; prometemos, mentimos, encontramos el canto, lo erigimos… confusos, ¿por cuánto? caemos en cuenta que tenemos parte en ese acto, que la vida es juntar los trozos de un espejismo.
¿A dónde ha ido? ¿A dónde conduce el torbellino de pétalos quemados?
Querida Carmelina, querida entretanto las ambiciones ruedan, las palabras se hostigan de inundar telarañas, y los cristales guardan su casa, su rostro sólido tocado por la niebla.
Con cariño,
Yeni Zulena Millán V
Comentarios
Publicar un comentario
Nos gustaría saber su opinión. Deje su comentario o envíe una carta al editor | RC