Vanessa Marulanda Cardona
“Entre los judíos un Schlemihl es un hombre de mala estrella -informó entonces él, con voz neutra-. Es decir, un hombre como aquel del que Chamfort dice que al caerse de espaldas se rompe la nariz…” (2009: 159)
En el puesto fronterizo de Portbou, perteneciente a la zona catalana-española, termina su vida Walter Bendix Schönflies Benjamín, con un boleto hacia New York y, en su equipaje, los manuscritos del concepto de progreso, que iba a ser parte de Las obras completas. El acontecimiento de su muerte, como muchas cosas que en la vida de los sujetos está extrañamente documentada, se convierte en un misterio, un hecho rodeado de un humo embalsamador y empalagador que adora dioses que no existen. Por lo tanto, este camino sobre los últimos días de Benjamin se construye combinando lo sabido con lo imaginando y abordando la muerte como posibilidad poética.
En uno de los tantos hoteles de Portbou, se hospeda Walter Benjamin junto con cuatro mujeres y un niño, sus acompañantes de viaje; elige una habitación pequeña, oscura, opaca o vivaz, todo depende desde dónde se mire y si se mira con ojos de Cano Gaviria, entonces adquiere la armonía de un cuadro de Johannes Vermeer. Está obligado a permanecer allí hasta que decidan abrir la frontera y pueda marchar hacia Lisboa, Portugal, y luego zarpar en una embarcación hacia Nueva York o hasta que decidan regresarlos al centro de Francia y ser asignados a un campo de trabajo que después será de exterminio, quizás a Figueres; como su hermano que, probablemente, estaba en Dachau.
En esta estancia, desde la que aborda su existencia por entero, rememora su juventud, sus viajes, su estar anterior en Ibiza, la presencia del jorobadito que rompía las cosas por él cuando era un niño y que en Hombres en tiempos de oscuridad Arendt recupera para reconstruir y reivindicar la figura de Benjamin, pues curiosamente, a sus 48 años estaba un poco jorobado y ya parecía un sesentón. Así, en medio de un dolor en el vientre, quizás por haberse permitido beber agua de un charco en el ascenso de una colina que interrumpía sus caminos, recordaba cada uno de sus pasos anteriores junto con los presentes que tomaban forma de recuerdo mientras la miopía o el dolor los olvidaba rápidamente. Un vientre ocupado e invadido por el enemigo.
En el transcurrir de un fuerte dolor físico, hay una compañía permanente de citas y Pasajes, que, como se ha mencionado, lo trasladan hacia el recuerdo y le rememoran que sus planes ya no van a ocurrir; que ha sido una carga durante el camino y que su continuación implicaría una carga mayor para la señora Grunwald, una de las acompañantes, y su hijo. Es curioso, que, en el cuento de Heine, Las ratas emigrantes se diferencie entre las ratas gordas y las flacas, las gordas lo son porque se comen a las flacas, ¿cuál de ellas son los judíos emigrantes? No sabemos si las flacas, podríamos decir que un poco de ambas, eso no lo dice Gaviria, tampoco Benjamin, pero un tanto, Hannah Arendt.
Ahora bien, ¿a qué se debía el cierre inoportuno de la frontera para aquellos que no tuvieran el permiso de salida de Francia? En su interior, Benjamín tiene un pequeño ardor que bien puede ser la mezcla entre dolor y tristeza o nada de eso, simplemente intuición, que le hace esperar una sorpresa de la relación, cada vez más cercana de Hitler y Franco y de que en cualquier momento, serían enviados, sin más, a Figueres por la cooperación que posiblemente se creará entre ellos. Pero la frontera, después de su muerte es reabierta para los emigrantes… cosa que no menciona Cano, porque su Viajero sucumbe con la muerte. Respetando el orden de la obra, en el capítulo seis oficialmente hay una primera inmersión en el recuerdo donde asevera que a lo largo de su vida, caracterizada por la discontinuidad, siempre triunfó el filósofo vagabundo sobre el esposo y el padre de Esteban. Tras sus anteojos opacados por el recuerdo, concluye la primera parte del viajero.
En la segunda parte, empieza a ser protagonista de su mente el libre derecho a irse pregonado por Baudelaire, aplicado por un amigo cercano, su tía y tantos de sus escritores queridos; la enfermedad se hacía cada vez más aguda hasta sobreponerse sobre la dosis cotidiana de morfina, esa dolencia apellidada Carcoma… y que se cultivaba en un pueblo fronterizo, típico criadero de judíos, de bacterias y de dolores finales, como las Alsacias y las Lorenas. Finalmente, decide tomarse, de dos en dos, 30 gruesas pastillas de morfina mientras asevera la ruptura con cliché del carpe diem a favor y con la brillantez del carpe crepusculum en compañía de la figura femenina encabezada por la alsaciana, pero que era una combinación de Dora, Asja, Julia, Anne María y otras que, seguramente, no tenían nombre.
***
Walter Benjamin nació en Belín el 15 de julio de 1892, su familia judía y acomodada, siempre le brindó lo necesario, aunque esto no lo diga el acta de defunción encontrada en Portbou; lo que sí dice es que estaba casado con Dora Kelher y que murió en la habitación número tres de un hotel cualquiera a las 22:30 el 16 de septiembre de 1940. De la unión con Dora nace Stephan.
Estudió filosofía en la Universidad de Bern, fue cercano al arte, al romanticismo, al análisis de la violencia, entre otros temas, que lo hicieron colaborador de la escuela de Frankfurt y como bien lo dice Hannah Arendt, Theodor Wiesengrund Adorno fue quizás el primero y único discípulo que tuvo en su vida, así mismo, fue un amigo cercano del dramaturgo Bertold Brech, de cuya amistad surgen sus brillantes Conversaciones. Tras los acontecimientos que implementaban el nacionalsocialismo se marcha a Francia y después, tras la caída de la misma, pretende huir hasta Nueva York donde se encontraba El instituto de ciencias sociales (antes escuela de Frankfurt), pero muere en Portbou en el otoño de 1940 a sus 48 años.
Entre sus obras se encuentran: El libro de los pasajes; La obra de arte en época de reproductibilidad técnica; One way Street; Tesis sobre filosofía de la historia; Radio Benjamin; Ensayos, pensamientos, y demás sobre Charles Baudelaire; Diario de Moscú; Discursos interrumpidos, entre otros. Sobre su fama tardía y póstuma dice Hannah Arentd quien cinco años después pasa sobre Portbou para visitar su tumba sin cenotafio (que no encuentra) y recoger su manuscrito:
“La fama póstuma es algo demasiado extraño como para culpar la ceguera del mundo o a la corrupción del medio literario. Tampoco puede decirse que es la amarga recompensa de aquellos que se adelantaron a su tiempo, como si la historia fuese una carrera donde algunos contendientes corren tan rápido que simplemente desaparecen de la vida de los espectadores.” (1990: 140).
Su cuerpo fue exhumado 50 años después, aproximadamente en 1990 donde se construyó, por fin, un cenotafio en su honor.
BIBLIOGRAFÍA
ARENT, Hannah. (1990). Hombres en tiempos de oscuridad. Ed. Gedisa.
BENJAMIN, Walter. (2003). La obra de arte en época de su reproductibilidad técnica. México: Ítaca.
BENJAMIN, Walter. (1973-1982). El carácter destructivo. chrome-
extension://pmeknoingfjncbdhempgnkdgojickcko/https://direccionmultiple.files.wordpress.com/2012/03/el-carc3a1cter-destructivo.pdf
CANO GAVIRIA, Ricardo. (2009). El pasajero Walter Benjamin. Colombia: Editorial Universidad de Caldas.
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