Fundación Carteros de la noche
Texto tomado de la Revista Cultural Conjuro
El distanciamiento en medio de la pandemia para evitar ser contagiados, nos recuerda que vivimos en un siglo donde las nuevas tecnologías han sido protagonistas, y han transformado nuestra relación con los otros, ocasionando un distanciamiento con el hábitat, el desencuentro con nuestros vecinos, con nuestras familias, nuestros amigos; con nosotros mismos.
El Covid-19 nos presenta una brecha más amplia, donde la virtualidad media entre la desolación y el individualismo. La identidad es mellada y sustituida por la indiferencia. A pesar de esta contingencia, Tumbaga ha iniciado hace más de dos meses, con la aleación de la Quimbaya actual, con su pasado colonizado y sus ancestros indígenas exterminados.
Ha iniciado el escudriñamiento entre la tierra amarilla y negra, para reinterpretar sus legados antropológicos, patrimoniales, sus tradiciones, costumbres y saberes.
Se ha trazado un propósito: destacar ¨la importancia del campo en la construcción de sociedad¨, pues mientras las ciudades están parcialmente detenidas, las campesinas y campesinos con su laboriosidad constante, dan ejemplo contundente de cómo se hace y cómo debe funcionar un país, sin detenerse en reparar en lo relegados, ultrajados y desprotegidos que están por los gobiernos indolentes que no quieren comprender ni reconocer la verdadera importancia del agro en las dinámicas de estabilidad social y económica que son un reclamo general de su pueblo.
Ellos y ellas, tienen la humilde virtud de cuidar y retoñar la tierra para que de ella se pueda cosechar conciencias, muestran la capacidad de compartir lo que tienen y producen, para menguar y abastecer las despensas no solo de los más carentes sino también de los banqueros, de políticos corruptos, de la fuerza pública, de grupos armados ilegales y de ciudadanos indiferentes.
Campesinos y campesinas fortalecen en nosotros la creencia de que este país desigual cambiará y que por fin vociferaremos orgullosos, con la mano apretada a nuestro pecho que cesó la horrible noche y que la importancia de los campesinos y campesinas colombianas es inmarcesible (que utópica esta frase).
Pero... ¿Qué es Tumbaga?
Nos preguntan casi siempre que hablamos de nuestro festival. Si se trata de un colombiano promedio, que ha ido por lo menos una vez al Museo del Oro en una excursión escolar o haciendo las veces de guía de una visita forastera, sabrá que tiene algo que ver con los indios, con la joyería. Si, en cambio, se trata de un guaquero paisa –o arqueólogo–, le dirá que es una aleación de oro y cobre (en mayor o menor proporción) que se encuentra en las tumbas de los indios (no tan) ricos –o en los ajuares funerarios de individuos con algún rango dentro de la jerarquía social (si es el arqueólogo el que habla)–.
Para nosotros, los Carteros de la Noche, Tumbaga también surge de una pregunta: ¿Qué somos los quimbayunos? ¿Qué significa habitar un territorio que lleva el topónimo indígena de Quimbaya? Este festival, encuentro con la memoria de nuestros ancestros (los de antes y los de ahora), aflora de la necesidad de buscar respuestas para esas preguntas; de la necesidad de esculcar en la memoria e indagar en el pasado las claves de un presente confuso, que no terminamos de entender, pero al que nos aproximamos como quien se sumerge con un farol en la oscuridad y remueve la tierra en busca de raíces, o de guacas y encantos, que es lo más común en nuestra tierra.
Simplemente por tercos, por contrarios, decidimos desde el 2016 abrirle espacio a Tumbaga, encuentro con la memoria Quimbaya, un festival para la confluencia de saberes, sabores, tradiciones, innovaciones, historias en el que buscamos reconstruir el espejo roto, las ruinas, las vasijas, los tiestos y las narigueras de nuestra identidad indígena, negra y campesina. Así empezó esta odisea que nos ha llevado a explorar la memoria cultural y el pasado arqueológico de nuestro territorio, incluyendo prácticas satanizadas como la guaquería, ligada a la colonización antioqueña en el Quindío, y casi que la única forma de conocer el pasado remoto de los antiguos habitantes de estas tierras, en un país donde se invierte excesivamente poco en ciencia e investigación social.
Esos avatares nos han llevado a trasegar por nuestra diversidad ambiental, agrícola y ecológica, por nuestras cocinas tradicionales, por la arquitectura del bahareque y nuestro paisaje cultural (que no es únicamente cafetero, también hay potreros y cultivos de pino y aguacate Hass); por la presencia negra e indígena en nuestro territorio, por la soberanía alimentaria y la custodia de semillas, y por una amplísima gama de temas y debates que sería demasiado extenso enumerar aquí. Tumbaga se ha nutrido de esa variedad de matices que nos permiten tejer y desentramar ese lienzo complejo de identidades y manifestaciones culturales que le dan forma a este terruño, del que dijo el maestro Jorge Villamil, en su famoso bambuco, que es un paraíso.
Justamente, en este cruce de caminos que ha sido y es el Quindío, y del que Tumbaga es apenas un pedacito, nos hemos encontrado con hombres y mujeres magníficos que nos han ampliado la mirada para reconocer mejor el espacio que habitamos. Nuestro festival ha sido lugar de encuentro de académicos, campesinos, artistas, escritores, músicos, narradoras orales, portadoras de saberes, líderes y lideresas sociales, fantaseadores y, lo que más nos interesa, personas del común que han participado de las cuatro versiones en sus ciclos de conversatorios, debates, conferencias, celebraciones y presentaciones artísticas.
Tumbaga ha sido un espacio para intercambiar la palabra, avivar la memoria, contagiar la risa, compartir la comida, experimentar las tradiciones y, sobre todo, para imaginar y para crear en colectivo. Estos cuatro años nos han permitido conocer personas magníficas, como la comunidad indígena Quimbaya Kumba de Riosucio (Caldas), que afirma ser descendiente directa de los antiguos Quimbaya, portadora de su memoria y sus saberes. Son este tipo de descubrimientos los que nos han animado a seguir dinamizando estos espacios con el deseo de que se consoliden como otros campos de saber, y saberes de otro modo, desde lo que los entendidos llaman ‘epistemologías del sur’, pero por fuera de los espacios colonizados y jerárquicos de la academia más tradicional.
Por eso, si nos preguntan qué es Tumbaga, tal vez no lo tengamos tan claro; pero sí sabemos muy bien qué no es: no es un simposio académico ni un congreso científico al que venimos a escuchar a los expertos. Aquí todas las voces, todos los conocimientos, las gentes todas, tienen la misma validez y la misma prelación. Tumbaga es un diálogo fraterno alrededor de preguntas que nos incumben colectivamente, de problemas que nos afectan como sociedad y, por qué no, una cadena de afectos y parcerías para construir y desear colectivamente las maneras como nos soñamos este territorio que amamos y defendemos y, por supuesto, miramos con una visión crítica en un movimiento doble que nos lleva a reapropiarnos del pasado y la memoria y también a imaginarnos el futuro.
Este año, Tumbaga, encuentro con la memoria Quimbaya llega a su quinta versión con una programación nutrida que, por supuesto (y por limitaciones de presupuesto) no le hace justicia a la diversidad de interlocutores con la que quisiéramos, pero que ha sido cuidadosamente pensada para seguir alimentando el debate alrededor del patrimonio, la memoria histórica y las manifestaciones culturales propias de este territorio. Para esta versión, hemos elegido dos ejes sobre los que nos parece fundamental reflexionar en este momento de nuestro presente: la importancia del campo y las identidades campesinas en la construcción de sociedad y la transmisión de los saberes y las tradiciones culturales.
Para eso tendremos una serie de invitados e invitadas locales y nacionales que dinamizarán las discusiones, con eventos como mercado artesanal y campesino, exposición de fotografía, conversatorios sobre permacultura, soberanía alimentaria, conflictos socioambientales, identidad y memoria cultural, presentaciones musicales, escénicas y de narración oral. Esta versión del festival, que por primera vez se realizará de manera virtual, inició el viernes 17 de julio con la conversación entre Jhon Jairo Osorio y el bibliotecario Edgardo Civallero; el 18 de julio con la presentación de la Revista Cultural Conjuro (que puede descargarse para su lectura aquí); el 19 de julio con conversación entre la directora de cine Victoria Solano y Jhonathan Villegas. Los días centrales de la programación serán el viernes 24 y sábado 25 julio.
Esperamos, con este abrebocas, antojarles de este encuentro con nuestra memoria y nuestra identidad y les invitamos a participar de los live que estaremos transmitiendo durante toda nuestra franja de programación a través de nuestra página Carteros de la Noche en Facebook. Esta es una manera de apoyar la labor de gestores y gestoras culturales que trabajamos todos los días por democratizar el acceso a las artes y la cultura en territorios donde escasamente se les considera un derecho y donde poco se debaten estos temas, cruciales para la construcción de una sociedad distinta.
Los invitados para esta edición son: Soraya Bedoya, Leandro Blandón, David Torres, Carlos Restrepo, María Piedad Horta, Luz Delia Herrera, Hernando Hincapie, Rubén Pardo Santamaría, Martha Lucía Usaquén, Isabel Cristina Zuleta López, José Eugenio Montoya Ospina, María del Mar Ramírez, Santiago Rivas, Zoraida Collazos, Luz Elena Buitrago, Angela Medellín, Carlos Augusto Yepes, Margarita Rosa de los Vientos, Mateo Hennessy, Jhonathan Villegas, Cafeto Blues, Jorge Vanegas, Edson Velandia y Adriana Lizcano.
Programación
20 de julio / 7:00 p.m
Caleidoscopio: Una conversación con Carteros de la Noche
21 de julio / 7:00 p.m
“Masticando la palabra. Narrativas de la Colombia Rural”
Conversación con el Colectivo Popuña
22 de julio / 7:00 p.m
Miradas sonoras del PCC
Conversación con el Colectivo Miradas documentales del PCC
23 de julio / 7:00 p.m
Tras el lente del cine local
Conversación con Senda Films Producciones
Viernes 24 de julio
10:00 a.m.
Mercado campesinoParticipan: Soraya Bedoya, Leandro Blandón, David Torres, Carlos Restrepo, María Piedad Horta, Luz Delia Herrera
2:00 p.m.
El campo en la construcción de la sociedad
Participan: Hernando Hincapie (Granja de Mamá Lulú) y Rubén Pardo Santamaría (Pan rebelde.
3:30 p.m.
Patrimonio vivo y memoria local
Participa: Martha Lucía Usaquén
4:30 p.m.
Las luchas por la vida, el agua y el territorio
Participa: Isabel Cristina Zuleta (Movimiento Ríos vivos)
6:00 p.m.
El cine como resistencia
Participan: José Eugenio Montoya Ospina y María del Mar Ramírez (Poncharelo Films)
7:00 p.m.
¿Qué quiere decir ser colombiano?
Participa: Santiago Rivas (Los puros criollos)
Sábado 25 de julio
10:00 a.m.
Mercado artesanal
Participan: Zoraida Collazos, Luz Elena Buitrago y Angela Medellín
11:00 a.m.
Arqueología y arte precolombino
Participa: Carlos Augusto Yepes
2:00 p.m.
Eco-femi-artivismos
Participan: Margarita Rosa de los Vientos
3:30 p.m.
Reencuentros de herencias poéticas
Participa: Mateo Hennessy
4:00 p.m.
Línea de vida, línea de muerte
Participa: Jhonathan Villegas
5:00 p.m.
Temprano muy temprano, sale el blues en la montaña
Charla concierto con Cafeto Blues
6:00 p.m.
En Colombia también se cuentas historias con blues
Charla concierto con Jorge Vanegas
7:00 p.m.
Charla concierto con Edson Velandia y Adriana Lizcano
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