Marta Rebón, traductora y fotógrafa, entrevistó en julio para Rusia Hoy a la escritora Lila Azam Zanganeh, escritora francesa de raíces iraníes. La entrevista corre a cuenta de su libro vertido al español y titulado El encantandor: Nabocov y la felicidad. Según la autora, en el origen estaba un doctorado en literatura comparada, pero al final ganó la ficción. Para Lila Azam la felicidad al estilo de Nabocov consiste en la capacidad de asombro: la forma de mirar el mundo y su milagro. Pregunta Marta Rebón:
¿Por qué escogiste para tu debut el tema de la felicidad en Nabokov? ¿Cuánto tiempo te llevó escribir el libro?
Fueron dos años de trabajo, de lecturas muy lentas… Opté por escribir este ensayo creativo en lugar de hacer un doctorado. Me di cuenta de que el tema de la felicidad en Nabokov no se había explorado. Los críticos, por lo general, al hablar de ‘Lolita’, habían puesto el acento en temas sórdidos y morales. Nadie piensa en Nabokov como el escritor de la felicidad y, para mí, lo es en varios modos inteligentes, complejos y paradójicos. Una vez entrevisté al escritor John Updike para ‘Le Monde’. Sabía que había conocido a Nabokov en Harvard y saqué el tema a colación. Updike había escrito un artículo para ‘The New Yorker’ titulado ‘The crunch of happiness’ (El crujido de la felicidad). Así que aproveché para comentarle mi intención de escribir un libro al respecto. Me dijo que el éxtasis y la felicidad eran muy importantes. Luego, cuando me encontré con el hijo de Nabokov, Dmitri, también le hablé de ello y le pareció interesante. Fue entonces cuando decidí escribir el libro. Se convirtió casi en una misión para mí… En lugar de un doctorado, iba a escribir un libro de creación.
Hablemos un poco de la estructura del libro. Son quince capítulos sobre la felicidad, cada uno con un subtítulo en el que se explicita la relación entre el autor y un lector ideal.
Cada capítulo es una idea de la felicidad conforme a Nabokov, ya sea por lo que respecta a los colores, la conciencia, un modo determinado de entender las palabras o de utilizar el diccionario. Hay también una parodia de los libros de autoayuda. En la última novela que Nabokov escribió en ruso, ‘La dádiva’, Fiódor -el protagonista- se propone redactar una guía práctica: ‘Cómo ser feliz’. Al final, la dádiva es la posibilidad de captar el mundo y sus pormenores. La felicidad nabokoviana es una manera especial de ver, de asombrarse, de percibir las cosas. Cada capítulo es una variación, una invención con fotografías y juegos… La idea del lector creativo es fundamental. Para Nabokov, aquel que lee con precisión, con una atención máxima, es capaz de inventar su propia novela.
Tu libro va precedido por un prefacio que es una invitación: “¿Por qué leer este libro o cualquier otro?”. En la primera línea dices que siempre te han horrorizado la lectura y los libros, pero luego rindes tributo al acto de la lectura. ¿Es un intento de distanciarte de un perfil académico?
Lo cierto es que adoro la literatura, pero también me horroriza. Por ejemplo, ahora que estamos en una librería me siento en el paraíso y en el infierno a la vez, pues sé que no podré leer todos los libros que llenan las estanterías. Podría pasarme toda la vida presa en una cárcel como esta... Además, leo de una manera particular. Me detengo en cada frase, releyéndola cuatro o cinco veces para que siempre me acompañe, para que continúe viviendo dentro de mí… La primera vez que leí ‘Ada o el ardor’ me llevó cinco meses terminar la novela. Si quieres profundizar en la lectura, tienes que leer varias veces para captar y entender todo. Hay que tener una concentración enorme, conlleva un esfuerzo… Ahora tenemos miles de aparatos diabólicos para vivir en otros mundos. Pero, para leer, debemos retirarnos. Ese retiro supone un esfuerzo. En mi caso, cuando me retiro y logro alcanzar ese estado, para mí es la felicidad. Además, en el comienzo de mi libro hay un juego nabokoviano. ‘Tristes trópicos’, de Lévi-Strauss, arranca diciendo: “Odio los viajes y los exploradores…”. Y, en el inicio de ‘Ada o el ardor’, Nabokov invierte el famoso íncipit de Tolstói en ‘Anna Karénina’ y dice: “Todas las familias felices son más o menos diferentes; todas las familias desdichadas son más o menos parecidas”…
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