Algo hay que conceder a los fundamentalistas islámicos: al director de La inocencia de los musulmanes habría que llevarlo al cepo no por blasfemo sino por mal director, y al Judío distribuidor por ser capaz de propagar una porquería de película como esa que incendió a los sectores más agresivos del islam. La asonada de sangre que provocó es desproporcionada y delirante como los líderes de la turba enardecida (mismo herederos de la Fatwa declarada hace añares contra Salman Rushdie y que ha sido ratificada). Una religión con ejército es tal peligrosa como una transnacional petrolera.
Pregunta: ¿qué ocurriría en el mundo católico, en estos tiempos de internet, si se difundiera Dorothea's Rache?
El argumento, por el sr. Nistagmo:
Dirigida en 1974 por Peter Fleischmann, con guión de Jean-Claude Carrière que participó como guionista en películas de Louis Malle, Jesús Franco, Berlanga o Buñuel con quien colaboró en Belle de jour, La Vía Láctea, El discreto encanto de la burguesía, y Ese oscuro objeto del deseo. Dorothea es una chica de 17 años que cámara en mano emprende un viaje de exploración de la sexualidad más morbosa. De los 70 y partiendo de esa base todo hace pensar que será una sexploitation pero la película deriva más hacia el surrealismo, la comedia, la sátira, la transgresión, o el absurdo. La película empieza con los padres de la protagonista desayunando (el padre tiene una fábrica de cacharros con risas grabadas), Dorothea aparece en las escaleras despeinada, con el camisón sucio y roto y portando una especie de meteorito rojo y humeante, y explica a sus padres que ha tenido un “encuentro” con un marciano en su dormitorio. La cosa continúa igual de desquiciada con Dorothea filmando vídeos bizarros de educación sexual, alternando con depredadores sexuales, haciendo sus pinitos en la prostitución, curioseando en el mundo del sadomaso, o recibiendo la curiosa recomendación de Jesucristo “acuestate con tontos y con niños”. Con estos mimbres es normal que la película sufra algunos altibajos, sobre todo cuando empiezan a soltar manidas proclamas pseudointelectuales muy de los setenta. Casi se me olvidaba mencionar que mientras estás viendo un divertido sinsentido tras otro de repente suena una canción y piensas me suena esta voz, no puede ser, y tanto que es, Julio Iglesias cantando en alemán.
De paso, valga la incógnita: ¿no es una coyuntura así la que estaba necesitando Salman Rushdie para obtener el Premio Nobel?
Lo anuncian en octubre.
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