Hay voces con el sabor de la borrachera y la droga prohibida, voces que conocen la muerte de esa manera única que templa el temperamento. Sara Van es una voz, entre las voces intercontinentales americanas con sabor a Pisco y Sangría, que creció entre la nostalgia gitana de tierras mediterráneas y siguió siendo el poema peruano y sus instrumentos. Sara Vannesa Vignolo Huertas, peruana de nacimiento y letra, canta entre los mundos que celebran y lloran la vida. Ella es su voz que delata las ojeras de noches inyectadas de experiencia en una habitación oscura, propia, conectada a relatos de un tradición folclórica hermana de Chabuca Granda, Susana Baca, Yma Sumac, Magaly Soler y Laurita Pacheco. Recuerdo a cumbia y flamenco, caja peruana y guitarra, brindis a Chavela Vargas y Nina Pastori. Sara Van, mujer que se conquista y conquista con su canto. composición de Chabuca Granda que nació para encontrarla. Sara Van es una de esas voces que viven fuera de la grabación por que son vida en el canto y hay cantos que no se graban. Aún así, tenerla grabada es saberla para buscarla en uno bar de madrid. Su primera producción discográfica Talitá Kum(2008), del Sello Autor, invita a bailar y aprender palabra por palabra las historias de sus canciones que son cuentos (Damita destinos, quebrantahuesos, boscoso y fogoso), poemas (Malechinas) canciones ya escritas que la escogen ( El hombre). En este disco algo dice que apenas se graba lo que hay de clandestino en una cantante a quien la eligen las canciones como cuando se la escucha en “cardo o ceniza”
Pablo Di Marco Tantas veces me han pedido mi opinión sobre temas de los que no tengo la menor idea, tantas veces me han pedido que escriba artículos sobre cuestiones inverosímiles… Hoy podré darle un respiro a mi inutilidad. ¿Por qué? Porque los amigos de Revista Corónica quieren saber cuáles son mis cinco poemas favoritos que giren en torno a Buenos Aires. No se me ocurre trabajo más sencillo y grato. Podría nombrar cincuenta. Buenos Aires transpira literatura. En cada esquina, farol y empedrado se esconde la huella de algún poema, cuento o novela. No nombraré a los mejores, nombraré a los más queridos, a esos que viajan siempre conmigo, esos que recito y tarareo sin siquiera pensarlo. “Setenta balcones y ninguna flor” de Baldomero Fernández Moreno Este poema eclipsó al resto de la obra de Baldomero Fernández. ¿Cuál es su secreto? Intuyo que una irresistible alquimia de encanto, inocencia y sencillez. A lo que debemos sumarle el eterno debate en
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