Hay voces con el sabor de la borrachera y la droga prohibida, voces que conocen la muerte de esa manera única que templa el temperamento. Sara Van es una voz, entre las voces intercontinentales americanas con sabor a Pisco y Sangría, que creció entre la nostalgia gitana de tierras mediterráneas y siguió siendo el poema peruano y sus instrumentos. Sara Vannesa Vignolo Huertas, peruana de nacimiento y letra, canta entre los mundos que celebran y lloran la vida. Ella es su voz que delata las ojeras de noches inyectadas de experiencia en una habitación oscura, propia, conectada a relatos de un tradición folclórica hermana de Chabuca Granda, Susana Baca, Yma Sumac, Magaly Soler y Laurita Pacheco. Recuerdo a cumbia y flamenco, caja peruana y guitarra, brindis a Chavela Vargas y Nina Pastori. Sara Van, mujer que se conquista y conquista con su canto.composición de Chabuca Granda que nació para encontrarla. Sara Van es una de esas voces que viven fuera de la grabación por que son vida en el canto y hay cantos que no se graban. Aún así, tenerla grabada es saberla para buscarla en uno bar de madrid. Su primera producción discográfica Talitá Kum(2008), del Sello Autor, invita a bailar y aprender palabra por palabra las historias de sus canciones que son cuentos (Damita destinos, quebrantahuesos, boscoso y fogoso), poemas (Malechinas) canciones ya escritas que la escogen ( El hombre). En este disco algo dice que apenas se graba lo que hay de clandestino en una cantante a quien la eligen las canciones como cuando se la escucha en “cardo o ceniza”
Carlos Alberto Castrillón* Flóbert Zapata. Ataúd tallado a mano . Ibagué: Caza de Libros, 2010. Reedición con ligeras variaciones del libro que ganó el Concurso de Literatura Caldas 100 años, publicado en 2005. En “Féretros tallados a mano” Truman Capote cuenta la historia del hombre que recibe por correo un pequeño ataúd tallado a mano con una foto suya adentro; lo abre con curioso temor, lo toma por broma, lo muestra a los amigos y un mes después está muerto: nueve víboras se encargan de cerrar la broma con un signo macabro. Ocho víctimas más: todas reciben el ataúd y la foto. Con similar aprensión abrimos este libro de Flóbert Zapata, Ataúd tallado a mano : adentro tal vez esté la muerte, franca y burlona, la muerte ajena y la nuestra de todos los días. Y la fotografía, que nos mira y gesticula desde el cofre bruñido y su terciopelo rojo. Todo nos recuerda esa figura trabajosamente familiar: el cadáver, un ser ambiguo, entre humano y mineral, que simula ...

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