Hay voces con el sabor de la borrachera y la droga prohibida, voces que conocen la muerte de esa manera única que templa el temperamento. Sara Van es una voz, entre las voces intercontinentales americanas con sabor a Pisco y Sangría, que creció entre la nostalgia gitana de tierras mediterráneas y siguió siendo el poema peruano y sus instrumentos. Sara Vannesa Vignolo Huertas, peruana de nacimiento y letra, canta entre los mundos que celebran y lloran la vida. Ella es su voz que delata las ojeras de noches inyectadas de experiencia en una habitación oscura, propia, conectada a relatos de un tradición folclórica hermana de Chabuca Granda, Susana Baca, Yma Sumac, Magaly Soler y Laurita Pacheco. Recuerdo a cumbia y flamenco, caja peruana y guitarra, brindis a Chavela Vargas y Nina Pastori. Sara Van, mujer que se conquista y conquista con su canto. composición de Chabuca Granda que nació para encontrarla. Sara Van es una de esas voces que viven fuera de la grabación por que son vida en el canto y hay cantos que no se graban. Aún así, tenerla grabada es saberla para buscarla en uno bar de madrid. Su primera producción discográfica Talitá Kum(2008), del Sello Autor, invita a bailar y aprender palabra por palabra las historias de sus canciones que son cuentos (Damita destinos, quebrantahuesos, boscoso y fogoso), poemas (Malechinas) canciones ya escritas que la escogen ( El hombre). En este disco algo dice que apenas se graba lo que hay de clandestino en una cantante a quien la eligen las canciones como cuando se la escucha en “cardo o ceniza”
Por Carlos Alberto Castrillón* Me piden que escoja los cinco poemas de autores quindianos que más me gustan. De inmediato la mente se activa y permanece alerta por un buen rato. Regresan las viejas lecturas y los momentos gratos que la poesía favorece. La memoria se pone en “modo taxonómico”, pero al poco tiempo las jerarquías entran en crisis. Debo incluir un poema de El libro de los fantasmas, de Luis Vidales, poemario un tanto menospreciado ante el brillo de Suenan timbres; el poema ha estado marcado en ese libro desde hace 30 años. Es obligatorio agregar la poderosa «Canción del amor fugaz», de Carmelina Soto, que considero un ejemplo perfecto de su poética rebelde y autónoma. Un poema de Ricardo Cuéllar es indispensable para recordar una poesía densa y perdurable con la que conecté sin dificultades cuando la conocí tardíamente. Para el balance de tono, ya escogí uno de Omar García Ramírez, que ofrece el contraste perfecto, con la lucidez y el descreimiento que admiro en su poes...
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