El diccionario de la Real Academia de la Lengua define la palabra seducir como: “engañar con arte y maña”. Pues bien, siguiendo esta definición comprendemos que: los libros tienen el arte para engañar y la maña precisa para mantener embelesado al lector que lee sagas y trilogías, cuentos y poemas sin descanso, con la respiración más fuerte cada vez que va acabando un libro porque sabe, que encima de su escritorio o en el stand de la librería está el otro ejemplar que debe leer para saber el transcurso de la historia, para iniciar otra o sencillamente, para satisfacer su deseo imperante de una droga llamada libro… Y no está mal el asunto, el lector sabe que cada vez que destapa un libro ese aroma a nuevo o a viejo entra por sus fosas nasales y llega hasta su alma, prendiendo los motores para lanzarse a una aventura llena de calles, ciudades, personajes y situaciones que si bien nunca vivirá, puede experimentarlos como si fuera él quien vive dichas escenas.
Este es el placer de leer, ésta es la seducción a la cual se ve expuesto el lector cada vez que pasa por una librería y se detiene por un momento a ver los títulos, a mirar precios y muchas veces, hacer cuentas si el dinero le alcanza para adquirir el libro y pagar sus deberes. El libro como droga, o la literatura como droga diría Juan Gabriel Vásquez, es la que hace que el lector no tenga otro camino que sentarse en una buena silla, en el parque o acostado en su cama a leer sin preocuparse de las horas, sin pensar en otra cosa que la historia que el escritor ha creado para él, para otros lectores que en ese preciso momento, habrán terminado o estarán en la mitad del libro y sin importar el lugar en donde estén, las aventuras estarán aseguradas.
En la actualidad el problema radica en los índices de lectura en los jóvenes y adultos, pues en una sociedad colombiana como la nuestra, acostumbrada al amarillismo y a la morbosidad televisiva, la lectura no ocupa un espacio mínimo en una charla mientras se come en la casa o en una peluquería mientras la manicurista quita la cutícula de su cliente, no estamos acostumbrados a este hecho tan fundamental como es el de leer, pues siempre se creció con el argumento que la lectura es aburrida y solo lo hacen los nerds o la gente que permanece en soledad. La lectura no es algo que se aprende de un día para otro, es un proceso que el individuo debe aprehender con tiempo, con dedicación y sobre todo, con actitud. Pues en los niños este hecho se da cuando el padre de familia lee, cuando se habla de libros y sobre todo, cuando se le inculca leer para que de esta lectura salga una charla entre todos y el niño comprenda, que tiene voz y voto en estos asuntos. Esto no llegará a su punto más alto si seguimos esperando en la noche a la novela de turno y abrimos el espacio suficiente en el sofá para que toda la familia se embelese de tal forma, que la catarsis formada por las escenas de la novela, genere una cercanía entre familia y una conversación tan banal que es incapaz de contribuir a la formación de sujetos pensantes.
La lectura es un arte de seducción que esta desvalorizada en nuestra sociedad, pues preferimos pasar tiempo en cosas sin sentido y negado a los otros la posibilidad de ser seducidos por las miles de hojas con las cuales día a día se puede encontrar. Es hora que le demos más prioridad a la cultura en especial, la cultura de leer pues hemos intentado a través de los años trazar diversas estrategias para mejorar la sociedad pero ninguna ha sido tan letal para cambiar mentalidades, solo resta darle espacio a la cultura y a los libros como única herramienta capaz de transformar mentalidades que guardaran miles de aventuras, que serán mil veces mejores para escuchar, que el disparo estridente de un arma o los chismes sobre una persona que a la final, seguirá su vida sin importar lo que otros piensen. Esto es una invitación para dejarse seducir y a la vez, dejarse caer en las aventuras que las páginas de los libros nos quieren mostrar.
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