Aurora Osorio*
De putas y virtuosas. Óscar Collazos. Caza de libros-Pijao Editores.94
pág.
Fue
la fiebre, sin duda, y su presencia en el convulsionado cuerpo de Amalia, la
clave que encontró Oscar Collazos -nacido en 1942-, para continuar con una
historia, la del mundo del prostíbulo que dejó apenas bosquejada en el cuento Jueves, viernes, sábado y este respeto
sagrado, que escribiría en su juventud y sería una de las primeras
narraciones contenidas en su libro El
verano también moja las espaldas, del año 1966, obra que sorprendería al sector literario por su insospechada
calidad.
En
su primer tentativa por captar el irónico comportamiento de una prostituta que
se niega a trabajar en Semana Santa, la presencia lacónica de Amalia y sus
marcadas negativas, son el único y acertado recurso literario que maneja para
dar profundidad al cuento; el acento de altiva discrepancia, su comportamiento
indiferente que súbitamente recala en actos violentos, se incorporan a la
narración que se presenta breve, concisa; una atmosfera que transciende
reflexiones y sentimientos de una mujer vasta en contradicciones.
La
figura obsesiva de Amalia, persigue a Collazos, le exige un espacio renovado
donde habitar, uno que se asemeje a los contornos de su propia vida y este le
brinda -tras cuatro años de intensa elaboración literaria- el universo de su
novela De putas y virtuosas (1984). Universo que, a diferencia de su historia original, desacraliza las ceremonias religiosas
convirtiéndolas en actos paganos.
Prohibida la pasión, el peregrinaje hacia la piel
ajena, hombres y mujeres quedan suspendidos en el clamor de sus deseos
insatisfechos, toda la ciudad se encuentra inmersa en los ritos de una Semana
Mayor que decreta castidad, oración y penitencia; y la ordenanza se propaga
hasta los últimos recodos de Buenaventura, suburbios compuestos por barracas, ofrecidas
como modestos burdeles para el cliente desprevenido, y justo allí, se encuentra
Amalia, desde siempre puta.
De este modo, el puerto oscila entre las plegarias
de los piadosos y las tentativas por reincidir en el pecado; sus habitantes
escindidos entre el deseo y la penitencia, optan por combinar ambas esferas y
burdel, cantina e iglesia se convierten en estaciones obligadas para adeptos y
curiosos.
Esta coyuntura enfrenta los oficios de lo sagrado y
lo carnal, en una curiosa contienda al que Óscar Collazos le mide el pulso,
detallando la disposición natural de la muchedumbre de convertir cualquier
acontecimiento en fiesta excesiva, sin excluir los ritos sagrados de esa
constante, porque a pesar del temor heredado de sus antepasados ante el castigo
divino, lo absurdo e irrisorio logran filtrarse en sus conductas hasta
ridiculizar el ámbito de lo solemne.
Con un cese de actividades, de pasajera
interrupción de sus servicios amatorios, Amalia Cifuentes Mora, de treinta años
de edad, aún atractiva y solicitada, se convierte en punto de oposición a estos
comportamientos, al clausurar su puerta ante todo contacto sexual, al menos
hasta que concluyan las ceremonias de esa semana. Ella, de indolente caricia,
de evidente frialdad, también ostenta una beatitud encubierta, un carácter
lleno de rigor que le permite deliberar internamente acerca de sus actos,
conciencia de la cual se desprende la que podría considerarse su intervención
más memorable dentro de la novela: “La
maldad o la bondad, no está en lo que haces sino en lo que piensas de lo que
haces”.
Buenaventura,
telón de fondo en esta festiva narración, entraña para el autor el sumario de su juventud,
las andanzas y excursiones sin rumbo seguro, que lo llevaron por rincones
sórdidos y decadentes; descubrimientos que lo preparan de modo precoz ante la
presencia de lo descarnado y voluptuoso de la existencia. La fiebre, la misma que afecta a Amalia
al comienzo de la novela, establece un vínculo de correspondencia con la naturaleza
de ese puerto delirante, en constante movimiento, que amenaza con su impredecible
autoaniquilación.
Este segundo empeño narrativo entraña una marcada
renuncia por la concisión y el detalle breve, en su lugar acoge el recurso de
lo excesivo como variación de su técnica narrativa; el lenguaje ahora profuso abunda en descripciones y
anécdotas hilarantes, sin perjudicar, ni distorsionar la presentación de personajes y
escenarios que rebosan de complejidad colectiva.
La experiencia la brindan los años, y en esta
novela se refleja no solo en la ostentosa itinerancia por el mundo del burdel
que posee Collazos; se evidencia, así mismo, en el completo dominio de una
narración que conserva un ritmo compacto, con matices sugerentes en torno a lo
erótico, sin olvidar las referencias literarias que se convierten en constante,
en mecanismo que comprueba que la realidad termina pareciéndose a la ficción.
Se avecina el primer aniversario luctuoso del
escritor solaneño Oscar Collazos y con ello las semblanzas inéditas y homenajes
póstumos invitándonos a un repaso por su obra narrativa. Veremos si cada cual
hace su tanto movidos por las futuras exhortaciones.
*Estudiante de la Universidad del Valle
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