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Dos poemas inéditos de Juan Aurelio García



A mitad de la cuesta

A dónde podrá ir
Con el chasís torcido
Pueden multarlo

Qué ruido el que arma
Apenas para arrastrar
Su propio peso

Y qué forcejeo
De latas oxidadas
Tosiendo humo
No para llegar
Sino para no salirse
De madre, para no
Encunetarse

Qué odisea
Para sí mismo
Debe ser la marcha
De estos viejos fierros


30, 40 años
Y sigue siendo el aprendiz
Que en una curva
Cualquiera del camino
En subida donde no
Hay un negocio o una fonda
Se detiene, suelta
El timón para bajarse
Triunfal
A orinar
Sobre el paisaje
De la ciudad abajo
Cortada a retazos
Por el humo y el vapor
Caliente del chorro

A mitad de la cuesta

**

Poema donde me pongo en su lugar

Cuando me pongo en los zapatos del jefe
y siento la dureza a toda prueba
Y la altura exclusiva de sus botas
Que tienen además el don
De dudar poco o detenerse
No veo razón para darme la razón
Ni comprendo bien por qué debiera
Abandonar el punto de vista
De una posición tan alta
Destinada de antemano a la trascendencia

Ahora comprendo por qué el jefe
No se mueve de ese sitio
Con vista panorámica
Su posición a todas luces religiosa
Que le permite tener el control


Estando cerca de Dios
Para presidir el rebaño de los prójimos

Perdería su imparcialidad si se bajara
Para un téte a téte frente a su espejo
Perdería el control si calculara
La justa dimensión de mis propósitos
Y perdería el poder si se calzara
Las sandalias del ungido que sugiere
Querer al otro como a sí mismo

El jefe lo que tiene
Es la predestinación de elevarse
A posiciones trascendentes
El desafío de abandonar sus botas
Para calzarse unas alas
El ateísmo absoluto de ser el dios
Que a cambio de no creer en el hombre
De los mandos medios para abajo
Decide no creer en sí mismo
Ni en nada de lo que pueda hacer
Por mí cuando le pido
Que se ponga en mis zapatos
Tomando tan sólo el atajo
De quedarse contemplándolo todo
Cuidando de que nadie
Tome el lugar de nadie

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