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Poesía argentina actual (III)





Marcelo D. Díaz 1981.




Licenciado en Letras. Publicó en el año 2007 el libro de poemas “La sombrilla de Wittgenstein” (Editorial Cartografías), en el año 2011 el libro “Newton y yo” (Editorial Nudista), en el 2014 “El fin del realismo” (Viajero insomne), “Bosque chico” (Club Hem.2015), en 2012 publicó el ensayo “La máquina de enunciación K” (EDUVIM). Participó en la antología de jóvenes narradores “Es lo que hay” selección a cargo de Lilia Lardone en el año 2009 y de las antologías “Penúltimos: 33 poetas de Argentina (1965-1985)” (UNAM. 2014) y “20 años agarrándose los dedos con la puerta” por Llanto de mudo ediciones (2015). En el año 2016 compiló en co-autoría el libro “Los fuegos de Orc: antología de poesía y ciencia ficción argentina” (Mágicas Naranjas) y publicó el libro ilustrado junto con Lucas Aime “El astronauta” (La Sofía Cartonera.2015). En el 2010 fue seleccionado para participar en las residencias literarias del Centro de Arte Contemporáneo de Córdoba con Silvio Mattoni y Maria Teresa Andruetto. Y en el 2016 fue seleccionado como becario en el Fondo Nacional de las Artes por un jurado compuesto por Florencia Abbate, Luis Gusmán y María Negroni. Textos suyos aparecen en las revistas ADN, poesíaargentina, Veintitrés, no-retornable, Otra Parte, Indie Hoy y Ñ.







Si alguien nos viera en esta escena nocturna maravillándonos por nada



Para las luciérnagas una señal de luz
comunica con otra señal de luz
como en un centellograma.
Hay un momento imperceptible
donde el ojo no llega,
alambrando la oscuridad
parecieran querer
decir:
no es fácil morir
de esta claridad que no cesa.

(Bildungsroman, inédito)





Teoría de la pérdida



Suponía que sería de noche

cuando el hilo eléctrico de tu voz desapareció

atrapado en un auricular como de plata.

Decimos sujetos a interpretación.

¿Qué cambiará ahora si enciendo un reflector

entre dos ciudades separadas por mil kilómetros

para reafirmar una marca en el asfalto

parecida a un hombre sentado en la autopista

ensayando una llamada nocturna?

Digo, por ejemplo, somos el campo de fuerza

de un agujero negro o como la espera

a punto de sacudir la quietud de las rocas.

Voy hacia ti, hasta aquí llegamos. Hablo

del boomerang de los afectos extraños

que en su viaje de regreso nos trajo lejos.

a M.R








Invierno



Manejabas en la noche y chocaste un ciervo.

Encendimos las linternas, no encontramos a nadie.

Éramos animales solitarios que

se extendían por el territorio como

la sombra de una mancha solar. La aceleración del motor

idéntica a la de las nubes del horizonte.

De haber tenido un perro rastreador

hubiese sido diferente. Existen espacios en blanco

que ni la fuerza de gravedad puede enmendar.

¿Dormiremos en el pico de los árboles

donde descansa nuestro auto

y nos desintegraremos con los campos

concentrados en la calma de los pájaros?

Lo más probable es que sin luz

perdamos la transparencia. Este accidente

no puede ser sino pieza de una maquinaria

con la misión precisa de fabricar olvido.

Aprendemos a cuidarnos

de los ángulos de la pérdida

como de la oscuridad que dejamos atrás

después de la onda expansiva.

En las rutas del futuro no existirán animales

que se eleven por el asfalto ni tampoco

seres como nosotros dispersos por el aire

como una llamarada

moviéndonos en la dirección del invierno.



(El fin del realismo.2014)








Bildungsroman



En veinticuatro horas puede un accidente

alejarnos de manera irreversible.

Círculo concéntrico tras círculo concéntrico

parecido a esas figuras de esquimales

que parten en una barcaza mortuoria

mis padres desaparecieron

en una casa rodante una tarde.

Las autovías están llenas de cuerpos en movimiento

como en una cámara de escombros

acondicionada para los cambios climáticos.

Quién puede salvar una familia

si mantiene su complejo de huérfano intacto

imposible de restituir. Lo cierto

es que son modos del decir

no hay aprendizaje en el abandono.






Himmelreich



En la barranca muere el arroyo
le toma tres días a un salmón cruzar de una orilla
a otra el río cuesta abajo, sólo en sitios
que valoran la resistencia un animal
que ameriza los recorridos entre las piedras
se convierte en favorito. La angustia
desaparece para regresar sin razones evidentes
incluso en el extraño complemento
de los triunfos. Lo sabe cada criatura.
Una vez apagué un cigarrillo en mi antebrazo
Todavía llevo la cicatriz. Quería demostrar
que la supervivencia es un caudal
cuya dirección nos lleva a un círculo
en donde nos dividimos con la luz del paisaje
no importa qué decisiones tomemos.
Donde hubo amor quedan ramales perdiéndose
en esta región hostil del mundo.
Yo vi que el pez saltaba —diré después—
cubriéndose entre los débiles rayos de sol
como si fuésemos parte del fondo acuático
como si fuésemos el pez cayendo.
En el ojo de los peces la claridad
se manifiesta apenas perceptible
como la pesadez de las hélices de los botes.
Hay un profundo perdón anticipando el sentido
detrás de cada sentimiento: “
¿no son
las piedritas arrojadas al río un refugio
precario para nuestras mentes
?”
Alargados por una lupa oscura
en el reino de los cielos vos

y los peces y yo nadamos hacia

una playa improvisada

en forma de corazón.





Fünfhundertfünfundfünfzig



a Charly Berti

Dibujás un número en la ventanilla

nadie en años sabrá de la frontera real

de los afectos modificándose

a un tiempo mayor del que conocemos.

Apoyado contra la tierra el corazón

precisa de sonidos para existir

sin embargo apagado

atrae los signos de una recompensa.

Quedémonos unidos un instante

siente tu propio valor, más tarde

pon todo el empeño en creer

que la fuerza del viaje cederá,

no cuentes lo que escribas

mantén el ritmo, la armonía.

Desde aquí la imaginación

puede experimentarse

como un peso insoportable.

Hace mucho dejé de entender

cómo llegamos a olvidar

lo emoción de nuestra voz.

Lo único que aprendimos

es a cuidar de nosotros mismos.






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