(Óscar Perdomo G)
Jaime Andrés Rivera Murillo
La canción de Rafael Escalona, famosa por la interpretación de Carlos Vives en la década de los noventa, reza: “Allá en la Guajira arriba, donde nace el contrabando, el Almirante Padilla llegó a Puerto López y lo dejó arruinado”. Escalona se refiere a la fragata de la Armada Nacional, que en los años cincuenta se convirtió en el terror de los contrabandistas en el Caribe colombiano, y que además participó en la infame Guerra de Corea. Esta anécdota que surge de la letra de la canción, da material al escritor colombiano Óscar Perdomo Gamboa (Ibagué, 1974) para componer una ambiciosa novela, que juega a tres bandas, cual si fuera un brillante jugador de billar. Pero vamos por partes.
Perdomo divide la novela en tres historias, bastante diferenciables entre sí. La primera es el ascenso y posterior caída en desgracia del prócer José Prudencio Padilla López, quien se convertiría a la postre en el corajudo Almirante Padilla. Ambientada en el pasado y narrada por una voz omnisciente, en sus primeros capítulos cuenta la historia del pequeño José Prudencio, primer hijo de una familia de pesqueros en Riohacha, en la costa caribe colombiana. Sus padres observan que ese niño con rostro de soñador logrará grandes cosas. El autor, con un estilo barroco y una estructura compleja y preciosista, da a conocer los pasos iniciales de Padilla en la marina, como contramaestre a bordo del navío de la Armada Española comandado por el almirante Cosme Damián de Churruca, siempre bajo la égida de los Orishas yorubas. Y es aquí donde encontramos el primer acierto de esta novela. Como en las antiguas tragedias griegas, cada vicisitud a la que se enfrenta José Prudencio es seguida de cerca por Olorum, Ogún, Mageiwa, Changó, Nagó, Exu y Yemayá, y demás deidades de la cultura africana. La religión Yoruba llegó a territorio americano mediante la maafa, esto es, la trata de esclavos traídos desde África Occidental. El sincretismo de estos elementos rigen la vida del Padilla, con un ingrediente adicional: el mar. José Prudencio triunfa en todas sus batallas marítimas por el respeto y la fascinación que siente siempre que se enfrenta al agua.
Al tiempo que observamos las conquistas del protagonista, exitoso en la guerra y en el amor, también conocemos de primera mano la historia de Colombia como nación. Y este es el segundo gran aporte de la novela: de una manera minuciosa y pedagógica, el lector aprende sobre la importancia de la emancipación haitiana en la independencia de las nacientes repúblicas de América Latina. También conoce la presencia (casi omnipresencia) de Simón Bolívar, el Libertador, que se compromete a abolir la esclavitud; y finalmente olvida cumplir su promesa. El Bolívar de este libro es un personaje con todos los matices: valiente, impetuoso y honorable, pero también cruel, vengativo y megalómano. Características que lo convierten en un personaje fascinante, alejado de esa imagen unidimensional de Padre de la Patria que estamos acostumbrados a escuchar.
La segunda historia utiliza la técnica literaria del flujo de conciencia, en la cual un acordeonista oriundo de Riohacha, alegre y bonachón, trata de conquistar a una mujer llamada Lisette, casada y de mayor alcurnia. La premisa de este relato recuerda una canción vallenata muy famosa, Señora, una declaración de amor imposible, de un hombre que desea con el alma a una mujer ajena, de la autoría de Rafael Manjarrés e interpretada con éxitos en los años ochenta por Otto Serge y Rafael Ricardo. El autor de la novela, a través del monólogo del músico, hace una crítica mordaz a la sociedad contemporánea colombiana, desde el tipo de música que se oye hoy en día, hasta la falta de compromiso y degradación moral de los líderes caribeños, tan diferentes al honorable almirante Padilla, sinónimo de la heroicidad y la dignidad Guajira.
Finalmente, el tercer y último relato, narra las peripecias del maestro Rafael Escalona, uno de los grandes compositores en la historia de la música vallenata, y su entrañable amigo Silvestre “El Tite” Socarrás, cuando contrabandeaban mercancía en la alta Guajira, en límites con Venezuela. Su estructura es mucho más sencilla, comparada con las otras historias, y tiene menos páginas en el libro. Tal vez es la parte que menos logra enganchar al lector, dada su precaria sencillez, si bien nos cuenta con lujo de detalles la desventura del Tite, tristemente célebre por ser el protagonista de la canción “El Almirante Padilla”, que contiene el verso que da el título al libro.
En resumen, es una novela con un género difuso: por momentos histórica, a ratos contemporánea. En algunos pasajes muy dramática al estilo dickensiano, en otros haciendo alarde de humor y buena vibra, cual si fuera de la época de la picaresca española. Lo recomiendo con ahínco y entusiasmo. En última instancia, es un texto que no deja indiferente al lector. Nos vemos allá en la Guajira arriba.
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