Lilián Zulima González
DIARIO DE UNA CORTESANA
A veces me gusta, como cuando llegan con la ropa recién planchada, y me dicen que me parezco a su madre.
También me gusta cuando lo hacen despacio, meditando, como si me fueran a pedir al otro día que los acompañe a un paseo por el campo.
O cuando no hacen ruido, como si temieran romper el hechizo.
Me gusta cuando indagan mis pretensiones y puedo decir una mentira.
Y
cuando dicen que me quieren y yo les digo que los quiero
y
me dejan unas llaves inútiles en el cenicero.
Me
gusta cuando traen una pizza,
optan
por la luz prendida
y,
al preguntar por mi nombre, respondo con
una taza de café negro.
Y
me gusta,
sobretodo,
cuando
hace frío afuera.
Entonces
ellos, con sus abrigos ensopados,
golpean
presurosos
me
abrazan con sutil afecto
y
ronronean,
como
si estuvieran en su casa
cálida
y segura.
**
PRAGMATISMO
Se me dijo que yo llevaba la
tristeza por dentro.
Al principio, seguí rigurosamente
las instrucciones. Me tomaba las pastillas, salía a caminar y hablaba con mi
madre por teléfono.
Como ningún antídoto servía,
deduje que cuando se nace con la tristeza por dentro, es mejor no perder el
tiempo en ilusiones.
Tiré, por inservible, el frasco
de pastillas, y caminé sin anestesia.
Vivo tranquilamente, sin vanas
pretensiones.
Incluso, a veces, percibo una
alegría serena.
Huyo de las lunas llenas, duermo
en demasía, y, cuando es menester, busco un espacio cómodo y una caja de pañuelos.
**
LA FLOR QUE NADABA SOBRE EL VASO
La flor nadaba sobre el vaso, resignada al mínimo vital de un pasillo de hotel.
Nadaba para no sentirse subyugada.
Sus débiles pétalos flotaban como el Vitruvio de Leonardo, hacia cada borde, en un esfuerzo equidistante por no marchitarse a la vista de todos.
Pues ella, La flor, no era una factura de cantina que pudiera ser arrojada en un cesto de basura.
Por eso apretaba la dignidad al tallo.
Eligió explayarse como los surcos de la siembra y, sencillamente, como las gotas de rocío trashumantes, desvanecerse en la humedad de la corriente estéril.
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