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Correspondencia abierta (II)

Carta para Don Fernando, poeta desconocido en la ciudad.

Escribir con temor, avanzar con las letras mientras a la memoria llegan los versos que usted, Don Fernando Arbeláez Garcés escribió, tal vez, para que alguien como yo, un hombre de provincia, viera la luz del mundo.

Temblar al escribir para usted, porque sus poemas son las voces que el viento trajo hasta aquí para llenar los días de Humo y preguntas y no poder detenerme al escribir que su muerte se borra de las páginas de los diarios locales y en la memoria de los hombres de su ciudad (de neblina y ceniza) su nombre es ajeno.

Quiero escribir esta carta para arrebatarlo del olvido, como una acción de gracias para usted al que me ata una amistad benévola y tirana, escribir como un acto de reivindicación para su fantasma que se quedó a vivir en mi biblioteca y se empeña en repetir que en el fondo de esta calle encontraré unas manos.

Es agosto, bajo la fría luz de Manizales su poesía me habita, y el aprendiz que soy lee las señales que me ha dejado en La estación del olvido. Sigo sus pasos y como usted debo reconocer que no sé mucho del viento, nada sé de los árboles y apenas de los hombres…”  y un Canto llano se entona en la cordillera. Cada vez que puedo regreso a las páginas que lo inmortalizan en la humilde biblioteca que poseo y una y otra vez busco las claves que ha dejado para hombres que ven en la celebración de la palabra poética otro tipo de liturgia.

Es en las calles de esta ciudad donde aparece su fantasma doblo las mismas esquinas que usted curvó en su infancia, asciendo las mismas calles que usted recorrió en las primeras décadas del siglo XX y escucho las voces del viento que usted supo atender y transformar en versos.

Porque si algo supo usted Don Fernando fue apartar el ruido del mundo y traducir el dolor,  la soledad del hombre, el poder y sus demonios, la vida y sus fracciones y el amor y sus escapes. Si Poeta Fernando, usted supo separar el bullicio y dejarnos casi el silencio justo en cada poema, entendió la lectura del mundo y nos lo mostró así limpio, desconocido, listo para adentrarnos en él y descubrirlo.

Muchos años después de conocerlo en su Serie China entendí que si uno sale del mundo herido o sano y salvo depende de uno mismo, y eso me lo enseñó su poesía: la aventura de enfrentarme a la palabra y salir reventado o ileso. Siempre enfrentar el mundo es lo primero y se lo agradezco.  

Porque en esta ciudad como en todas, si no alcanza la voz del poeta para inmortalizarlo es mejor cubrirlo con el manto del olvido, por eso hoy Don Fernando yo lo nombro, grito su nombre sobre las laderas del volcán, en la cúpula de la vieja catedral, en los salones de la academia, en los parques y en los cafés donde pregono que El viejo de la ciudad no ha partido y se ha quedado entre nosotros para decirnos una vez y otra vez que si la luz se apaga que otro, que otros vengan ¡para encender los caminos!

Para usted Poeta Fernando Arbeláez suena un blues de John Coltrane en este agosto frío, un mes en el que aprendí que  fue la sombra quien lo apartó de nosotros y nos dejó solos e indefensos ante poemas como éste: Mi corazón tiene el viejo sonido de las cosas, cuando tú llegas y golpeas en él, responde mansamente con aquellas voces que tú sabes que conoces desde siempre, desde el agua y las rosas, o desde el silencio que cercan los clamorosos pájaros de tu fiebre. El sonido eres tú, eras tú, serás hasta nunca en la sombra: con tu dulce metal resonante en el viento, tu boca que no habla, tu sonrisa de niebla, Tu leve día donde crece el árbol del olvido. […] Mira mi corazón resonar en tus manos atadas a la noche del negrísimo fuego que construyen tus ojos.

Yo escribo con temor su nombre en esta carta, lo escribo sobre los muros, las calles y los bares de Manizales para que el viejo y el niño que habitaron sus poemas, la mujer y la naturaleza lo recuerden, lo hago para agradecer a sus amigos y a su fantasma que no permite olvidar las palabras traídas hasta mis páginas por las voces del viento que son sus voces.  

Hasta pronto.

JUAN CARLOS ACEVEDO RAMOS

Aprendiz.  

Comentarios

  1. Bella apología a un poeta que brilló con luz propia. Sus letras, amigo Juan Carlos, son el revivir del sentimiento de un hombre sensible.

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  2. LUZ MARINA GAITÁN JIMÉNEZ17 de agosto de 2017, 10:40

    JUAN CARLOS: QUÉ BELLO ESCRIBES, ERES ESA PERSONA MARAVILLOSA, QUIÉN UN DÍA FUÉ MI COMPAÑERO DE TRABAJO EN LA UNIVERSIDAD, UN SER TIERNO Y DELICADO COMO SUS ESCRITOS, HERMOSA CARTA Y ES UNA VERDAD QUE SÓLAMENTE CADA PERSONA TOMA ESA DECISIÓN: si uno sale del mundo herido o sano y salvo depende de uno mismo.
    JUAN, TE FELICITO Y TE ADMIRO.

    ResponderEliminar

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