Ir al contenido principal

Hiroshima, 75 años­­

El mundo conmemora 75 años del ataque nuclear de Estados Unidos contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945. Reproducimos en video la primera secuencia Hiroshima mon amour dirigida por Alain Reisnais con guión de Marguerite Duras y un fragmento de Hiroshima, de John Hersey,  Editorial Debate, 2015, pág. 37-38 y 50-51. 

En el tren que llegaba a Hiroshima desde el campo (donde vivía con su madre), el doctor Terufumi Sasaki, cirujano del hospital de la Cruz Roja, recordaba una desagradable pesadilla que había tenido la noche anterior. La casa de su madre estaba en Mukaihara, a cincuenta kilómetros de la ciudad, y llegar al hospital le tomó dos horas en tren y tranvía. Había dormido mal toda la noche y se había despertado una hora antes de lo acostumbrado; se sentía lento y levemente afiebrado, y llegó a pensar en no ir al hospital. Pero su sentido del deber finalmente se impuso, así que tomó un tren anterior al que tomaba casi todas las mañanas. El sueño lo había asustado particularmente porque estaba relacionado, por lo menos de manera superficial, con cierta actualidad molesta. El doctor tenía apenas veinticinco años y acababa de completar su formación en la Universidad Médica de Oriente, en Tsingtao, China. Tenía su lado idealista, y le preocupaba la insuficiencia de instalaciones médicas de la región en que vivía su madre. Por su propia iniciativa y sin licencia oficial alguna había comenzado a visitar enfermos de la zona durante las tardes, después de sus ocho horas en el hospital y cuatro de trayecto. Recientemente se había enterado de que la multa por ejercer sin licencia era severa; un colega al cual había consultado al respecto le había dado una seria reprimenda. Él, sin embargo, había seguido haciéndolo. En su sueño estaba junto a la cama de un paciente, en el campo, cuando irrumpieron en la habitación la policía y el colega al que había consultado, lo agarraron, lo arrastraron afuera y lo golpearon con saña. En el tren se había casi decidido a abandonar el trabajo en Mukaihara, convencido de que sería imposible obtener una licencia: las autoridades sostendrían que ese trabajo entraba en conflicto con sus labores en el hospital de la Cruz Roja.


Pudo conseguir un tranvía tan pronto como llegó a la terminal. (Después calcularía que si hubiera tomado el tren de siempre esa mañana, y si hubiera tenido que esperar algunos minutos a que pasara el tranvía, habría estado mucho más cerca del centro al momento de la explosión, y probablemente estaría muerto.) Llegó al hospital a las siete y cuarenta y se presentó ante el cirujano jefe. Pocos minutos después subió a una habitación del primer piso y obtuvo una muestra de sangre de un hombre para realizar un test de Wassermann. Los incubadores para el test estaban en un laboratorio del tercer piso. Con la muestra en la mano izquierda, sumido en esa especie de distracción que había sentido toda la mañana —acaso debida a la pesadilla y a la mala noche que había pasado—, comenzó a caminar a lo largo del corredor principal hacia las escaleras. Acababa de pasar junto a una ventana abierta cuando el resplandor de la bomba se reflejó en el corredor como un gigantesco flash fotográfico. Se apoyó sobre una rodilla y se dijo, como solo un japonés se diría: “Sasaki, gambare!”, “¡Sé valiente!”. Justo entonces (el edificio estaba a 1.508 metros del centro) el estallido irrumpió en el hospital. Sus lentes volaron; sus sandalias japonesas salieron disparadas de sus pies. Pero aparte de eso, gracias a donde se encontraba, no sufrió daño alguno.

El doctor Sasaki llamó a gritos al cirujano jefe, corrió a buscarlo en su oficina y lo encontró terriblemente herido por los vidrios. La confusión en el hospital era espantosa: tabiques pesados y trozos del techo habían caído sobre los pacientes, las camas habían sido volteadas, había sangre en las paredes y en el suelo, los instrumentos estaban por todas partes, los pacientes corrían de aquí para allá, gritando, y otros yacían muertos. (Un colega que trabajaba en el laboratorio al cual se dirigía el doctor Sasaki estaba muerto; un paciente al cual el doctor Sasaki acababa de dejar, que poco antes había tenido un miedo terrible a contraer la sífilis, estaba muerto.) El doctor Sasaki era el único doctor en el hospital que no estaba herido.

El doctor Sasaki, convencido de que el enemigo solo había alcanzado el edificio en el cual se encontraba, consiguió vendas y comenzó a envolver las heridas de los que estaban dentro del hospital; mientras tanto, afuera, en Hiroshima, ciudadanos mutilados y agonizantes comenzaban a dar pasos vacilantes hacia el hospital de la Cruz Roja, dando inicio a una invasión que haría que el doctor Sasaki se olvidara de su pesadilla por mucho, mucho tiempo.

(…)

La suerte que corrieron los doctores Fujii, Kanda y Machii —y, puesto que sus casos son típicos, la que corrió la mayoría de los médicos y cirujanos de Hiroshima—, con sus oficinas y hospitales des­truidos, sus equipos dispersos, sus cuerpos incapacitados en grados diversos, explicó por qué no se atendió a muchos ciudadanos heridos y por qué muchos que habrían podido salvarse murieron. De ciento cincuenta doctores en la ciudad, sesenta y cinco fallecieron, y los de­más resultaron heridos. De 1.780 enfermeras, 1.654 murieron o estaban demasiado graves para trabajar. En el hospital más grande, el de la Cruz Roja, solo seis doctores de treinta eran capaces de trabajar, lo mismo que solo diez enfermeras entre más de doscientas. El único médico ileso del personal de la Cruz Roja fue el doctor Sasaki. Tras la explosión, se dirigió a toda prisa al almacén para buscar vendajes. Como todas las que había visto mientras corría por el hospital, esta habitación estaba en total caos: botellas de medicina despedidas desde las estanterías y rotas, ungüentos salpicados sobre las paredes, instrumentos desparramados por todas partes. Cogió varios vendajes y una botella de mercurocromo que no estaba rota, volvió junto al cirujano jefe y le vendó sus heridas. Entonces salió al corredor y comenzó a atender a los pacientes heridos, a las enfermeras y a los doctores. Pero cometía tantos errores que tomó un par de lentes de la cara de una enfermera herida, y, aunque solo compensaban parcialmente los defectos de su visión, eran mejor que nada. (Habría de depender de ellos durante más de un mes.)

El doctor Sasaki trabajaba sin método, atendiendo primero a los que tenía más cerca, y pronto notó que el corredor parecía llenarse más y más. Mezcladas con las excoriaciones y las laceraciones que la mayoría de los pacientes había sufrido, el doctor empezó a encontrar quemaduras espantosas. Se percató entonces de que empezaban a llegar del exterior avalanchas de víctimas. Eran tantas que el doctor comenzó a postergar a los heridos más leves; decidió que lo único que podía hacer era evitar que la gente muriera desangrada. Poco después había pacientes acuclillados sobre el suelo de la sala, en los laboratorios y en todas las otras habitaciones, y en los corredores, y en las escaleras, y en el zaguán de entrada, y bajo la puerta cochera, y sobre las escaleras de piedra del frente, y en la entrada y en el patio, y a lo largo de varias manzanas en ambas direcciones de la calle. Los heridos ayudaban a los mutilados; familiares desfigurados se apoyaban los unos en los otros. Muchos vomitaban. Numerosas alumnas —algunas de aquellas que habían salido de sus clases para trabajar en la apertura de corredores cortafuegos— llegaban al hospital arrastrándose. En una ciudad de 245.000 habitantes, cerca de cien mil habían muerto o recibido heridas mortales en un solo ataque; cien mil más estaban heridos. Al menos diez mil de los heridos se las arreglaron para llegar al mejor hospital de la ciudad, que no estaba a la altura de semejante invasión, pues tenía solo seiscientas camas, y todas estaban ocupadas. En la multitud sofocante del hospital los heridos lloraban y gritaban, buscando ser escuchados por el doctor Sasaki: “Sensei”, “¡Doctor!”. Los más leves se acercaban a él y le tiraban de la manga para que fuera a atender a los más graves. Arrastrado de aquí para allá sobre sus pies descalzos, apabullado por la cantidad de gente, pasmado ante tanta carne viva, el doctor Sasaki perdió por completo el sentido de la profesión y dejó de comportarse como un cirujano habilidoso y un hombre comprensivo; se transformó en un autómata que mecánicamente limpiaba, untaba, vendaba, limpiaba, untaba, vendaba.―John Hersey

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cinco poemas en la niebla

Título: “Cristal herido” - Técnica: Óleo sobre madera Medidas: 60 x 70 cm. Autor: Manuel Aguirre M. Por: Carlos Castillo Quintero Crecían las palabras hasta la altura de mi corazón y reía sin olvidar la peligrosa edad de las manzanas. Carlos Martín L a literatura colombiana nació en Tunja , así lo afirmaba R.H. Moreno Durán (1945-2005). Incendiario y polémico, el novelista y ensayista tunjano, autor de la trilogía Fémina Suite aludía con esta afirmación a la obra de Sor Josefa del Castillo y al extenso poema Elegías de varones ilustres de Indias , escrito por don Juan de Castellanos, bitácora literaria de la colonización del Nuevo Mundo.             Ya en el siglo XIX se destaca la figura del chiquinquireño Julio Flórez, poeta popular cuya obra mantiene vigencia. Hacia 1939, Jorge Rojas, poeta nacido en Santa Rosa de Viterbo, funda el movimiento Piedra y Cielo , intento vanguardista de l...

Buenos Aires en cinco poemas

Pablo Di Marco      Tantas veces me han pedido mi opinión sobre temas de los que no tengo la menor idea, tantas veces me han pedido que escriba artículos sobre cuestiones inverosímiles…  Hoy podré darle un respiro a mi inutilidad. ¿Por qué? Porque los amigos de Revista Corónica quieren saber cuáles son mis cinco poemas favoritos que giren en torno a Buenos Aires. No se me ocurre trabajo más sencillo y grato. Podría nombrar cincuenta. Buenos Aires transpira literatura. En cada esquina, farol y empedrado se esconde la huella de algún poema, cuento o novela. No nombraré a los mejores, nombraré a los más queridos, a esos que viajan siempre conmigo, esos que recito y tarareo sin siquiera pensarlo.   “Setenta balcones y ninguna flor” de Baldomero Fernández Moreno      Este poema eclipsó al resto de la obra de Baldomero Fernández. ¿Cuál es su secreto? Intuyo que una irresistible alquimia de encanto, inocencia y sencil...

CINCO POEMAS DEL MAGDALENA

Por: Angélica Hoyos Guzmán Es una tarea de canonistas escoger sólo cinco, sobre todo interpretando una definición de algo que aún se escapa de los más eruditos y sofisticados pensamientos ¿Qué es poesía? Me han pedido seleccionar cinco poemas del Magdalena colombiano y más allá de la filiación de esta tierra, me preocupa dejar por fuera algo o mucho dentro de mis preferencias. Por eso me remitiré al más común de todos los filtros, el de la publicación, o el más cercano que tengo, el de los libros que me han regalado y que son de poetas nacidos o adoptados por el Magdalena. Dejaré por fuera las fotos de Leo Matiz, aunque me parecen poesía pura; también se irá de este apartado “La piragua” que me lleva lugares de mi infancia y los más recónditos paisajes. Tendré que nombrar en lo que dejo a los decimeros del Departamento del Magdalena, quienes aún hoy cantan sus historias de la rivera. Es un acto de total injusticia escoger cinco poemas. Pero aquí voy a poner orden a mis afectos, ...

Cinco poemas para un regreso

Por Carlos Alberto Castrillón* Me piden que escoja los cinco poemas de autores quindianos que más me gustan. De inmediato la mente se activa y permanece alerta por un buen rato. Regresan las viejas lecturas y los momentos gratos que la poesía favorece. La memoria se pone en “modo taxonómico”, pero al poco tiempo las jerarquías entran en crisis. Debo incluir un poema de El libro de los fantasmas, de Luis Vidales, poemario un tanto menospreciado ante el brillo de Suenan timbres; el poema ha estado marcado en ese libro desde hace 30 años. Es obligatorio agregar la poderosa «Canción del amor fugaz», de Carmelina Soto, que considero un ejemplo perfecto de su poética rebelde y autónoma. Un poema de Ricardo Cuéllar es indispensable para recordar una poesía densa y perdurable con la que conecté sin dificultades cuando la conocí tardíamente. Para el balance de tono, ya escogí uno de Omar García Ramírez, que ofrece el contraste perfecto, con la lucidez y el descreimiento que admiro en su poes...

Discurso de Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022

Annie Ernaux, Premio Nobel, diciembre 2022 fuente: wmagazín Discurso de Annie Ernaux por el Premio Nobel de Literatura 2022. Traducción del francés de la revista mexicana Pijamasurf : ¿Por dónde empezar? Me he hecho esta pregunta decenas de veces delante de la página en blanco. Como si tuviera que encontrar la frase, la única, que me permitiera empezar a escribir el libro y barrer con mis dudas de golpe. Una especie de llave. Hoy, para afrontar una situación que, tras el estupor del acontecimiento –"¿de verdad me está pasando esto a mí?– mi imaginación me presenta con un miedo creciente, es la misma necesidad la que me abruma. Encontrar la frase que me dé la libertad y la firmeza para hablar sin temblar, en este lugar donde me han invitado esta noche. Esa frase, no necesito buscarla muy lejos. Surge. En toda su nitidez, su violencia. Lapidaria. Irrefragable. La escribí hace sesenta años en mi diario íntimo. "Escribiré para vengar mi raza". Se hacía eco del grito de Rimb...

Manual de comportamiento para gente formidable, en Santamaradona

Uno de los blogueros veteranos, Maximiliano Vega de Santamaradona, sigue activo en 2013 y acaba de publicar un monográfico sobre el comportamiento adecuado de los que quieren perdurar. Llega un momento en que la juventud, ese Dios de barro, empieza a derretirse y entonces hay que fijar decálogos para las generaciones venideras. El índice y los autores de este Manual: Cómo esperar una epifanía Mónica Sánchez Lázaro Cómo contagiarse de estoicismo Andrés Gualdrón Cómo dedicar un gol Norman García Cómo sobrevivir una relación a larga distancia Olavia Kite Instrucciones para evolucionar hasta hacer la evolución irrelevante Mauricio Duque Arrubla Cómo perder la cabeza JG Cozzolino Cómo ser desfogado y primitivo Macky Chuca Cómo sobrevivir, seis tesis Javier Moreno Cómo diseñar una cantaleta para resultados más eficientes María Camila Vera Cómo mantener la calma Ana Malagón Cómo decir adiós Maximiliano Vega Cómo olvidar una memoria Oscar Rodríguez ...

Nacidos por escrito II: Los diarios de Emilio Renzi

Por Canal Encuentro

#Teatro #Bogotá | La Casa Del Silencio en CASA TEA presenta: “EFÍMERO, escritura de un actor silente”

“EFÍMERO, escritura de un actor silente”: una reflexión profunda sobre el teatro físico. La Casa Del Silencio se presenta en CASA TEA este 25 y 26 de abril antes de emprender su gira internacional. Por: prensa, CASATEA BOLETÍN DE PRENSA "Después de cautivar al público en CASA TEA con sus últimas funciones este 25 y 26 de abril de “Efímero”, La Casa del Silencio se embarcará en una gira internacional. Con una técnica de mimo corporal dramático y una poderosa narrativa visual, esta obra reflexiva sobre la vida y el arte del actor silente promete dejar una huella imborrable en todos los que la presencien." La Casa del Silencio se embarcará nuevamente en una gira internacional, llevando su importante trabajo de teatro físico con funciones y seminarios a escenarios de Portugal (dónde La Casa Del Silencio tiene una presencia significativa ya que el teatro físico tiene un lugar muy importante en la escena Portuguesa), posteriormente irán a Valencia y Barcelona. Juan Carlos Agudelo P...

Enrique Santos Molano, Grandes noticias colombianas

Enrique Santos Molano (Bogotá, 16 de febrero de 1942 - Bogotá, 25 de diciembre de 2024) escritor, académico, columnista, historiador y periodista colombiano. Autor de los libros: ‘Antonio Nariño, filósofo revolucionario’, 'El Corazón del poeta', 'Memorias Fantásticas', 'Bogotá 360°: la ciudad interior', 'Grandes conspiraciones en la historia de Colombia'. Falleció en Bogotá el 25 de diciembre de 2024.  Recuperamos esta entrevista al escritor Enrique Santos Molano por su libro Grandes noticias colombianas , dada en el marco del Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales 2017 . Entrevista Ángel Castaño Guzmán y presenta Catherine Rendón .  

Cinco cuentos de Santander, por Daniel Ferreira

La gente quería un favor pero no lo pedía. No había fórmulas de deferencia, porque era una sociedad sin castas. No se usaba más que una forma del pronombre para el trato: usted. Lo cual creaba distancia en la conversación. Se llegó a confundir esa parquedad con agresión, hasta que se aceptó como una forma de la autonomía y acaso de la timidez, porque la mayoría sigue siendo una población de origen campesino y de autosuficientes madres solteras. No hubo esclavitud africana en ese territorio, pero sí alcabalas indígenas con impuestos infames. A las etnias rebeldes de origen Caribe que poblaron las riberas del río grande que llamaban Caripuaña o río de los muertos, se les persiguió y fueron diezmadas por los españoles con un arma bacteriológica: dejaban abandonados en medio de los pueblos indígenas a un enfermo con viruela. Pipatón lideró la resistencia indígena hasta que fue capturado y llevado al panóptico donde le dejarretaron los pies para impedir su fuga. El primer alzamiento cont...