Adalberto Agudelo Duque
George Orwell afirmó en sus ensayos no
saber qué es la poesía pero tenía claro qué no es la poesía. Muchos poetas, la
mayoría, persiguen esa imagen inasible vista a veces desde la distancia y no
logran crear un texto memorable, una estrofa, una línea. Me afirmo también en
la idea de Fernando Pessoa para quien todo juicio es subjetivo. Por eso, una
selección de “los mejores” tiene cierto aire de presuntuosidad, de soberbia.
¿Por qué un texto es mejor que otro? Sin duda intervienen el gusto personal, la
academia, la formación en lingüística y filosofía del seleccionador pero
también del seleccionado. En Caldas interviene otro factor más allá de lo
estrictamente literario: las élites aristocráticas eran ¿son? al mismo tiempo
las élites literarias, artísticas y humanísticas. Era obligante “ser” pintor,
pensador, artista, poeta para ingresar en la “alta sociedad” y disfrutar de sus
privilegios. El maestro de escuela, el cura, el abogado, el médico y hasta el
policía publicaron sus “mejores” páginas. Centenares de libros quedaron para la
reseña pero en ellos no se encuentra un genio que se gane la estatua.
En otros trabajos he afirmado que ese
genio es reconocible en hojas volantes, periódicos de parroquia y escolares en
los cuales se “ensayaron” escritores, cronistas y poetas en ciernes que no
insistieron (solo insistieron los malos, los que no eran) o por su condición de
marginalidad, afrodescendientes, obreros, mujeres, no llegaron a las imprentas.
Los ejemplos aquí propuestos corresponden
a poetas desconocidos, o ignorados, por la tradición más pura, los reseñistas y
los historiadores de la cultura.
Aparte
del “Concejo
de los negros”, Manizales años treinta, no se recuerda otro evento de
mayor magnitud y resonancia. Un concejo de negros supone una forma de
resistencia antagónica pero positiva. Es el puro pueblo que desplaza, política
e intelectualmente, a los mejores
cerebros de la rancia sociedad manizalita. Obreros rasos como Julio Fraume y poetas-obreros como Francisco
Pacho Botero y Gilberto Agudelo,
imponen su talante en recintos reservados a la voz tronante y apocalíptica de
ciertos patricios practicantes de un lenguaje fuera de lo común, bien dicho,
mejor rimado, frío e insensible. Expresaron descontentos y proyectos en Unión Obrera periódico que,
como La Tarde, apuntó otra verdad, cronosticó eventos y realidades sin
espacio en la prensa oficial. “El Labrador”, soneto de Gilberto
Agudelo es verdaderamente poesía frente
a cualquiera del tal Farina con más fama y difusión:
Hiere
la tierra labrador, y entrega
a
cada desgarrón que abre tu mano,
una
esperanza, una caricia, un grano,
y
cúbrelo después. Ávido riega
sobre
él, cantando, tu sudor, hermano;
él
será vida en la intocada vega,
donde
mañana el viento tramontano
preludie
la bonanza de la siega.
Después,
ponte a cuidar de los renuevos,
-manojitos
de azul- que con los nuevos
besos
de sol revienten en la era;
y
sueña que has de oír en las mañanas
la
canción de las hojas como dianas
por
la llegada de la primavera.
Así, en
cada pueblo, fundo, villa, existió o existe un Paulino Acevedo, Homero primario
que canta en versos de resistencia la
historia de su parroquia, los amores, las sensaciones que recibe con el tamiz
de su cultura muchas veces precaria. Sin bibliotecas ni lecturas
universalistas, escriben como la intuición les dicta. Son populares en su calle
y en su plaza aunque no van más allá de los linderos. Despreciados por los
intelectuales de élite, dejaron no obstante verdaderas obras maestras, pequeñas
joyas de antología: Marco Tulio Aguirre
Mejía nació y murió en la vereda Travesías, de Belalcázar. Jamás salió de
su finca, escasamente conoció a Pereira o Manizales. El siguiente ejemplo haría
sonrojar de vergüenza a más de mil autores citadinos que se dicen poetas:
EL
ALMA DEL AGUA
¡Quién
supiera las palabras imperceptibles del agua!
De
aquella líquida gema que se encurva y se alarga;
que
va limpiando los cuerpos con sutileza de llama
y
no quema la epidermis de pálidas vestales
ni
de rubias cortesanas.
Tiene
acentos de violines cuando se forma en cascada
y
silencio de violetas en lagos de esmeralda.
Y
a pesar de ser antigua y como antigua pesada
corre
por filos de piedras eternamente descalza.
Rubén Díaz Rivera,
nació en Yarumal en 1892 y murió en Risaralda en 1982. Su obra poética recogida
y salvaguardada por Fabio Vélez Correa, revela a un poeta festivo. El Círculo B.A.T.
recogió su producción inédita y la difundió en cuadernillos mimeografiados. Es,
como en todos los pueblos, el ejemplo de poeta popular o primitivo o ingenuo
que no tuvo prensa o se dedicó a la poesía
clandestina porque eso de escribir es cosa seria. Testigo durante décadas
del devenir del pueblito y de su país, se burló a gusto de sus paisanos y de sí
mismo. Pero alcanza vuelos magistrales en poemas como:
AL
RELOJ
Son
tus manos batutas que dirigen
el
humano concierto;
el
golpe de tu péndulo semeja
constante
marcha al porvenir secreto.
En
los continuos puntos que señalas
hay
mandato supremo
ya
surjan a la vida nuevos seres
ya
caigan a la tumba muertos nuevos.
El
hombre con certeza en esta vida
señala
el punto negro
en
que tu mano le obligó viviera
mas
no sabe mostrar seguro y cierto
el
punto en que esa misma mano ordene
su
postrimer aliento.
Sólo
sabe, impotente, acongojado,
que
no puede atajar ningún puntero.
Héctor Ángel Álvarez, de Pácora, traduce en su poesía la
tragedia de su cuerpo baldado con la furia existencial de un César Vallejo.
Muerto hace poco, ya ni siquiera su sombra es reconocida en los aleros del
pueblo.
OFICIO
DE POETA
En
las tardes, cuando las cosas desfallecen
se
ve pasar mi errancia coleccionando ensueños
por
las calles vencidas.
Por
el asfalto se derrama una tinta de azafrán
con
la que el sol cansado
escribe
su poema decadente.
Sólo
sol y soledad solidaria. Ocasionalmente
una
sombra verde que se acerca y me pregunta qué hago...
Soy
traductor del secreto lenguaje de las puertas,
le
respondo, y sigo adelante
con
mi fardo de poeta a cuestas.
Después
advierto
que
se me ha quedado mirando, desde lejos,
creyéndome
loco talvez.
En
mi rodar por callejones sin mañana
voy
sustrayendo del fondo de las charcas cenagosas
el
poema yacente.
Y
saltan a mis ojos las puertas amarillas,
puertas
azules, grises, rojas, puertas sin color.
Puertas
que ha mordido la boca corrosiva del tiempo;
puertas
que hablan de fallidos amores
del
porvenir que no viene y de la muerte.
Puertas
que son cómplices de secretos horribles
o
de citas sin nombre.
Puertas
que dan gritos de hambre,
desmesuradas
puertas que nunca se abren,
encubridoras
de fantasmas.
Bocas
frías, color ocre,
de
lugares en donde la vida va desvaneciéndose
a
golpes de martillo.
Puertas
rozagantes y pletóricas
protectoras
de la fastuosidad vacua y delirante.
Ah,
y al pasar las tapias
de
una vieja casona demolida,
una
puerta desteñida y flaca que parece
más
cerrada y sola que todas las puertas
me
arrebata el aliento
y
regresa el fantasma de la que una tarde
se
fue en la barca del sol y del silencio.
Nos
queda Luis Alzate Noreñs, de Salamina. Entre sus libros se destaca Símbolos
rotos, extraña obra para una época en la que se cantaba a las
nubes, las vacas, las torres parroquiales. La misma estructura de verso libre
es de avanzada. Aquí, El Cero en mi
opinión, su mejor poema
y uno de los mejores en las letras nacionales.
El Cero
El
cero es la ilusión, ánfora rota
donde
entra todo y nada se contiene:
Ritmo
que se abre en infinita nota...
Esta
curva es la nada y es el todo,
oscura
dualidad, desde ella viene
el
espíritu azul y el turbio lodo...
Caben
en su impreciso cerco esquivo
el
vuelo absurdo de las esperanzas,
el
color de la noche
y
de los soles sus calladas danzas.
El
cero es la ilusión, cerrado broche.
Es
una curva eterna sin salida:
en
ella se resume
el
fulgor de la vida;
y
en su antorcha sin llamas se consume
lo
que es y que será. Desde ella vino
mi
ser, y es mi deidad y mi destino.
Línea
de la verdad y la mentira
en
su cóncavo vacío todo gira...
Misteriosa
esfera
cuyo
centro
no
se sabe si está fuera
o
está dentro.
¡El
cero es la ilusión! Ánfora rota
donde
entra todo y nada se contiene:
ritmo
que se abre en infinita nota...
Excelente compendio de poesía. Felicitaciones!
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