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Mostrando entradas de 2017

Un cómic que recorre en taxi la ciudad

El taxista llama dos veces es un thriller que narra las aventuras que un conductor y un periodista viven al resolver el misterio del asesinato de una hermosa mujer. Escrita por Antonio García Ángel y Juan Carlos Rodríguez, con ilustración de Keco Olano.   Óscar Arbeláez Un trio de amigos, compuesto por dos literatos y un arquitecto, creó la obra que recién lanza el sello Reservoir Books perteneciente a la editorial Penguin Random House. Hecho que resulta significativo para el cómic colombiano si se tiene en cuenta que en su catálogo figuran títulos de autores como Daniel Clowes, Joe Sacco, Art Spiegelman, Charles Burns y la dupla conformada por Jodorowsky y Moebius; todos creadores insignia del noveno arte.    El taxista llama dos veces es una obra auto-conclusiva que dará de que hablar por un buen tiempo por ser la primera de una serie cuyo contenido expone situaciones de ilegalidad, muerte y protagonistas que deciden investigar por su cuenta. Proyecto cuya fo

El Volcán, una erupción de historietas latinoamericanas

Por Mario Cárdenas Por muchos años las referencias de bolsillo que se han tenido para hablar de historieta latinoamericana en Colombia  son  Mafalda, de Quino; Condorito, de Pepo; la historietas de origen mexicano Kalimán o Memín Pinguin. La moraleja social y política de Mafalda, la nostalgia por aquellas publicaciones mexicanas que se vendían en los extintos Quioscos y la hábil circulación de Condorito hacen que estas referencias persistan como seña y símbolo de una historieta  que es mucho más y  de la cual se conoce poco o nada más allá de las estatuas en mención. Ahora, en el “panorama actual” esa línea visible la ocupan Liniers y un ilustrador como Alberto Monnt: el primero puede leerse como una ampliación y actualización de las referencias mencionadas: la tira intercambiable y de fácil acceso. El segundo no hace historietas pero los malentendidos lo han instalado como referencia. El panorama, se cree ha sido subterráneo. Mencionar a otros autores que desarrolla

UN BRILLANTE Y VIAJERO SCHLEMIHL

 Vanessa Marulanda Cardona “Entre los judíos un Schlemihl es un hombre de mala estrella -informó entonces él, con voz neutra-. Es decir, un hombre como aquel del que Chamfort dice que al caerse de espaldas se rompe la nariz…” (2009: 159) En el puesto fronterizo de Portbou, perteneciente a la zona catalana-española, termina su vida Walter Bendix Schönflies Benjamín, con un boleto hacia New York y, en su equipaje, los manuscritos del concepto de progreso, que iba a ser parte de Las obras completas. El acontecimiento de su muerte, como muchas cosas que en la vida de los sujetos está extrañamente documentada, se convierte en un misterio, un hecho rodeado de un humo embalsamador y empalagador que adora dioses que no existen. Por lo tanto, este camino sobre los últimos días de Benjamin se construye combinando lo sabido con lo imaginando y abordando la muerte como posibilidad poética. En uno de los tantos hoteles de Portbou, se hospeda Walter Benjamin junto con cuatro m

Correspondencia abierta

Apreciado José Martí, Es curioso pensar que un día usted soñó a Cuba desde esta piedra: que me prefiguró desde entonces, como ahora yo prefiguro al futuro lector. Horas de caminata por Central Park me dejan la certeza de que no es un monumento lo que busco: es al Martí vivo al que quisiera encontrar de pronto; al mismo que a los dieciséis años le escribía a su madre desde la cárcel asegurándole que sus versos no serían huecos y artificiosos, sino sinceros y útiles; al mismo que entendió, en parte a la fuerza, en parte voluntariamente, que desde lejos se observa mejor, que la Patria es algo que se lleva dentro y no un suelo sobre el que se camina; al mismo que desde muy joven sabía que moriría pronto, mas no en vano. Curioso ir descubriéndolo, ir poco a poco recreándolo desde sus palabras, para advertir de pronto que entre más miramos su realidad más entendemos la urgencia de cambiar la nuestra, que hemos levantado muchas estatuas pero perseguido escasas ideas, o que

Correspondencia abierta

Lo más útil fue descubrir que tú y yo somos la misma persona Hace treinta y siete años escribiste, a propósito de la que fuera tu ciudad-cárcel, unas líneas que recordé en mis primeros pasos por las calles que caminaste joven y fresco, con los ojos juguetones de quien mira el mundo con posibilidad de narración, muchacho de unos veintitrés, cincuenta años atrás: “por entre edificios que hay que esquivar, pues se nos vienen encima”. A mi memoria venían otros fragmentos del mismo cuento “CERRADO POR REFORMAS, CERRADO POR REPARACIÓN. ¿Qué tipo de reparación? ¿Cuándo termina dicha reparación, dicha reforma? ¿Cuándo por lo menos, empezará? Cerrado, cerrado, cerrado. Todo cerrado…” Mi viaje para visitar el único lugar donde al menos podría hacerte un homenaje también estaba cerrado por restauración. Pero Rei, ésta vez sí se veían animados los trabajadores en sus andamios pintando la Casa Museo. Entramos, insistentes y nos despacharon como a turistas que no entienden que no hay aten

SOBRE CÓMO PENETRAR A LAURA

Daniel Ángel* Cuando pensamos en el género de la novela emerge de nuestro recuerdo una cantidad innúmera de imágenes de todo tipo, esencialmente de acciones y de anécdotas. Dos ejércitos enfrentándose en una playa de Grecia, un caballero andante luchando contra los molinos de viento, un joven asesinando a una avara anciana, un hombre que al despertar se ha transformado en una horrible cucaracha, un hombre que simplemente recuerda su pasado o que lo evoca por el olor de una magdalena mojada en el té, otro hombre que asesina a un árabe porque los rayos del sol lo enceguecieron, una mujer que da una fiesta mientras un poeta se suicida. Para Mario Lancelotti, una novela jamás se leerá en su totalidad, y sólo quedan en el recuerdo algunas de aquellas anécdotas que el autor relató, en especial si el lector se identifica con éstas. Para Roland Barthes, estas anécdotas son las que hacen avanzar el develamiento del enigma o del destino de la narración, anécdota que florece de la neurosis

Correspondencia abierta

Hay escritores que las modas literarias no han podido sepultar en el olvido y que de pronto con el paso de los años resurgen dentro de nosotros venciendo los prejuicios lanzados sobre obra por  la mala crítica. La ideología política extrema nos prohibió ser sentimentales, nos impidió legitimar las lágrimas y esa fuente de conocimiento renovado que son siempre los pesares. Pero nunca he dejado de escuchar la voz de mamá llamándome  para  que,  a medida que crecía la desilusión sobre el mundo,  pudiera  contar con un espacio secreto  para  entregarme a mis ensoñaciones. Es lo que me sucedió cuando leí, William Saroyan, que usted había muerto y debí detenerme y recordar lo que para mí había significado leer sus historias asociadas a mi escenario de tapias de ladrillo, solares, al paso lento de los trenes cerca de mi casa, en lo que fue mi adolescencia, pero también la presencia de las calles citadinas, aquellos  inolvidables apostadores  a las carreras de caballo apostados en alg

Correspondencia abierta

(J.K. Toole) Admiro tu debilidad. Si es cierto que el motivo de tu suicidio fue la imposibilidad de ver Dunces publicado, admiro esa debilidad porque en ella no veo más que un aterrador y descarnado grado de compromiso. Alguna vez le oí decir a un editor que un escritor no podía llamarse a sí mismo escritor a menos de que estuviera publicado. Y me pregunto qué replicaría quien dijo esto al ejemplo de tu vida y de tu muerte. Porque a tan arrogante y superficial afirmación podría sumársele la de que un escritor no puede considerarse a sí mismo escritor hasta que no vive de la venta de sus libros. Mientras escribías Dunces , tú estuviste en parte en el ejército, y en parte desempeñándote como maestro en una universidad católica; ambos panoramas siempre se me han antojado disonantes y casi surreales, teniendo en cuenta la visión del mundo que plasmaste en tu escritura. Yo no vivo en el mundo que tú vivías, John, ni tampoco gozo de un talento tan grande como el tuyo en cuanto a la

Remedios Zafra, 45 Premio Anagrama de Ensayo

Remedios Zafra obtuvo el premio Anagrama de ensayo en su versión 45. Aquí está un fragmento de su conferencia Hadas dictada en la Universidad Nacional de Colombia y cordialmente invitados a leer el ensayo Habitares reversibles (mujeres, arte e internet ) publicado en Revista Corónica. 

Correspondencia abierta

QUERIDO HUMBERTO Heme aquí, querido Humberto, poseído por tu rostro y por tus libros, como cuando nos hermanaba la literatura y pensábamos que podíamos hacer con nuestros escritos un mejor país. Parece que lo hicimos mal, Humbertico, porque este país cada día está peor. Claro que él es quien se lo pierde, porque nos ha leído muy poco o no nos ha leído. Y así es imposible imaginar que en algo o en alguien hayamos influido para que este sea el país que soñamos, más culto, más libre, más tolerante, más feliz. Bueno, a decir verdad, tú sí lo hiciste bien porque dejaste un retrato certero de nuestra sociedad agraria, lo mejor que se ha escrito en este sentido en y sobre nuestra región. A la manera de Rulfo, como te lo dijo Manuel Zapata Olivella cuando descubrió que vivías en Neiva, tan provinciano como los bizcochos de achira. Tan real como la Violencia. Y no te lo recuerdo para alabarte, sobre todo a estas alturas, sino para ser justo con tu obra. Tú biografía reza: Humberto Ta

Correspondencia abierta

Apreciado señor Golding:  El Señor de las Moscas describe casi exactamente el lugar en el que vivo. No el geográfico, aunque mi fría ciudad queda, por extraño que suene, en el Trópico al que se refiere su libro. De lo que hablo es de ese mundo bipolar que usted construye: Un mundo hostil y amarmolado lleno de vestidos almidonados que se van desliendo hasta dejar al desnudo la vulnerabilidad y las almas caníbales. Esa es la atmósfera que he percibido a mi alrededor desde que tengo memoria. Me reconozco también a mí misma en sus personajes y en su inocencia fracturada. Primero logré verme en un niño que descubre la majestad de ese mundo paradisíaco de libertad ilimitada y que corre con los pies desnudos sobre la arena, con la modesta alegría de existir. Luego me veo en el temeroso. Ese de gafas gruesas que no está seguro, pero que sabe cómo habitar ese mundo porque lo ha visto diseccionado en las enciclopedias, se lo han contado en los estrictos salones de clase, se lo inyec

Better desnuda un pájaro para Raúl

Ey loco, hace rato no te me apareces en sueños, tal vez porque no estoy durmiendo mucho. La última vez que pude hacerlo  plácidamente, te vi lanzando pepas de mango maduro a los pájaros que volaban bajo por las riberas del Sinú. Recuerdas que te hablé del chico aquel que me recitaba tus poemas al oído, bueno, ya no está, lo maté, no existe más. Ahora es un pájaro que se llevó consigo la paja que rellenaba mi cabeza de chico espantapájaros. Espero que en el próximo sueño sigas allí sentado, devorando mangos y le atines en el momento justo un pepazo fulminante directo al cogote, luego nos hacemos un pequeño abanico con sus livianas plumas. Raúl, es septiembre y estoy fracturado: me la paso leyendo tus poemas casi todas las noches. A veces te busco en Youtube, elijo algún video donde aparezcas hablando, y tu voz hace que la fisura que me atraviesa se extienda. Y tu voz profética me paraliza: nunca es tarde para hablar de ellos, para recordarles que tú no eras el tonto, para reviv

Correspondencia abierta (VI)

Bogotá, 07 de septiembre de 2017. Señor Graham Greene: Tal vez usted no lo sabe, pero sus obras literarias me acompañan desde que yo era un adolescente. Lo mismo me pasó con Mark Twain, pero la diferencia entre usted y Twain, es que a él lo abandoné por mucho tiempo, y con usted he estado firme durante todos estos años. Por eso hoy me atrevo a escribirle esta carta, para contarle una anécdota especial con el primer libro suyo que leí. Monseñor Quijote. Llegué a ese libro porque mi padre, tal vez viéndome perder entre las revistas de moda en los años 90 o en la televisión que solo emitía dos canales, decidió prestarme esa novela suya: una edición de Emecé que ya tenía los años inscritos en el color amarillo-tiempo de sus hojas, y en la portada que estaba a punto de caerse del libro, como la hoja seca de un árbol.  Decidí leerla porque la vi corta, con pocas páginas en su interior, pero antes, con cinta y pegante organicé la portada y le volví a dar vida, para que enca